?Es posible la democracia hoy?
Nuestra sociedad informatizada es objeto de numerosos an¨¢lisis, que van de los aspectos m¨¢s generales a las aplicaciones concretas. Por un lado est¨¢n las investigaciones de los que estudian el nuevo contexto de la comunicaci¨®n humana. Un contexto en el que la asimetr¨ªa entre el transmisor y el receptor es escandalosa. El receptor oye tanto que acaba sordo, mientras que el emisor s¨®lo se habla a s¨ª mismo. Una idea m¨¢s sofisticada de los problemas de la comunicaci¨®n deber¨ªa de tener en cuenta, naturalmente, otra serie de acciones rec¨ªprocas que escapan a este art¨ªculo y a su autor. Queda en pie, sin embargo, la convicci¨®n de que hay comunicaci¨®n s¨®lo si los papeles entre el hablante y el oyente pueden intercambiarse. Por otro lado, y a un nivel m¨¢s concreto, la tecnolog¨ªa informativa ser¨ªa un elemento de control inmenso en manos de los que posean el poder de la informaci¨®n. Como tal poder no est¨¢ en posesi¨®n de los ciudadanos, sino de los Estados, y ¨¦stos pueden aumentar su dominio sobre sus s¨²bditos de manera imparable, las voces que se alzan recordando tal amenaza exigen p¨²blicamente el control de los controladores.El primero de los aspectos citados ha sido tema preferido de algunos de los llamados posmodernos. Con mayor o menor dramatismo, rechazo o sumisi¨®n, han se?alado esta nueva realidad. Sus tonos han solido ser una mezcla de desolaci¨®n e indiferencia. Baudrillard llegar¨¢ a escribir que ya no hay contenido, que los mensajes remiten unos a otros, que la masa silenciada es una masa plana que, en vez de relacionarse con los objetos, gira encadenada a los veh¨ªculos de la supuesta comunicaci¨®n. No hay, en fin, acontecimientos, sino puros medios (medias) que se reclaman entre s¨ª.
El segundo aspecto es preocupaci¨®n de aquellos que, con la mejor voluntad, se interesan por los derechos humanos. Aceptando o no los supuestos anteriores, insistir¨¢n en que el ordenador -o los ordenadores, desde Berta hasta Rita- se han apoderado de nuestra intimidad y en que el sujeto se encuentra inerme, numerado, localizado y desnaturalizado. No es el individuo quien responde a la ritual pregunta de "?qui¨¦n eres?". El banco de datos a los datados. Por eso, en fin, intentar¨¢n arbitrar leyes que cambien la orientaci¨®n de las cosas.
En una tertulia radiof¨®nica reciente record¨¦ la obviedad de que la tecnolog¨ªa informativa era, como todo, ambivalente. En su aspecto positivo podr¨ªa facilitar, verbigracia, que todos vot¨¢ramos todo. No hice sino se?alar una vieja verdad y un antiguo deseo: se pueden dominar las cosas en vez de los hombres y se quiere vivir m¨¢s y mejor.
Uno de los participantes en dicho coloquio observ¨® inmediatamente que el desplazamiento de las decisiones a la cocina o a la habitaci¨®n del ciudadano ser¨ªa m¨¢s que peligroso. Como raz¨®n o ejemplo de tal peligro abr¨ªa el interrogante de qu¨¦ es lo que la gente hubiera dicho de la pena de muerte despu¨¦s de una matanza indiscriminada. Independientemente de que yo no estaba diciendo que, tal y como est¨¢n las cosas, deber¨ªa votarse as¨ª, sino que el d¨ªa que estuviera a disposici¨®n de la gente lo que hoy es posesi¨®n del Estado, las cosas ser¨ªan de otra manera, importa detenerse en el ejemplo.
En ¨¦l lat¨ªa la afirmaci¨®n de que una votaci¨®n tal ser¨ªa irracional por irreflexiva y necesitada de la mediaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Pero el ejemplo se queda corto, porque toda votaci¨®n actual es as¨ª. No es s¨®lo cuesti¨®n de que nuestra percepci¨®n est¨¦ tan distorsionada que haga bueno el dicho del moderado soci¨®logo Lazarsfel: "Hay equivalencia metodol¨®gica entre el voto socialista y la compra de un jab¨®n". El asunto es cualitativamente distinto, ya que a lo anterior hay que a?adir una saturaci¨®n informativa por exceso que hace del sujeto un verdadero alfiler bajo la maza del poder informativo. No se trata s¨®lo de una respuesta inducida. Se trata de que la respuesta la recibe el que pregunta sin tener que salir de s¨ª mismo.
Por seguir con ejemplos: s¨ª en una semana cambi¨® el sentido del voto de m¨¢s de un mill¨®n de personas en relaci¨®n a la entrada o salida de la OTAN, las reservas del amigo de la tertulia deber¨ªan de ser semejantes en lo que a esa votaci¨®n ata?e. Y respecto a cualquier votaci¨®n sobre cualquier cosa. La gente no vota. A la gente la votan. Viejo problema, agravado hoy hasta la muerte.
A lo dicho se le pueden oponer no pocas objeciones. La primera es que la democracia es una teor¨ªa mucho m¨¢s compleja que la simplicidad expuesta. Y la segunda, que hay grados de libertad: no es lo mismo ser un esclavo total que carecer de toda libertad. Respecto a la primera objeci¨®n habr¨ªa que responder que, al margen de la consistencia te¨®rica de la democracia, lo que estamos intentando es hacer coherente nuestro lenguaje habitual. La cosa, efectivamente, es simple. Lo que vale en un caso ha de valer en otro semejante. Lo que vale para la pena de muerte ha de valer para la OTAN y para todos los casos semejantes. Y como casi, todos los casos son semejantes, vale, pr¨¢cticamente, para todos los casos. Respecto a la segunda, que no estamos hablando de la inercia del pasado, la falta de ilustraci¨®n general o algo similar. Lo que estamos diciendo es que, adem¨¢s de los problemas inherentes a la democracia como tal y adem¨¢s de los problemas propios de la cultura o incultura, est¨¢ el hecho de que el individuo, hoy, a efectos democr¨¢ticos, no existe.
Nuestra sociedad ser¨ªa de "opulencia comunicacional", con "demasiadas solicitaciones", con "formaci¨®n indoctrinada", con "forma in¨¦dita de apat¨ªa", con "ignorancia privada", con "analfabetismo informativo"... (las citas son todas de autores conocidos, y citas y autores podr¨ªan multiplicarse hasta el infinito). Si la sociedad es as¨ª, entonces el sue?o democr¨¢tico es simple sue?o y no una realidad. Y si alguien insiste de nuevo en que, a pesar de todo, el ciudadano conserva alguna libertad, hemos de remitirle una vez m¨¢s al ejemplo de la tertulia. Y es que no nos referimos solamente a las p¨¦simas condiciones psicol¨®gicas para ejercer la libertad. El probema consiste en que, independientemente de la libertad interior de los hombres, las condiciones externas impiden la realizaci¨®n de aqu¨¦lla. El problema es tan viejo como la democracia, pero a?adiendo puntos oscuros in¨¦ditos hasta la actualidad.
No acabar¨ªan ah¨ª los problemas. Porque nuestro hombre democr¨¢tico se puede sentir, ilusamente, doblemente satisfecho: por pertenecer a una sociedad libre y por no ser de aquellos que est¨¢n, en otras sociedades, bajo las cadenas. Recuerda esta actitud lo que escrib¨ªa el fil¨®sofo Schopenhauer sobre la ilusi¨®n que da?a a muchos conceptos sobre la libertad; a aquellos que consideran que se es libre porque se tiene cerebro, cosa que no le ocurre a la planta, cuando tener o no tener cerebro ser¨ªa accidental en el caso de que todos nuestros actos surgieran de modo necesario y no libre.
Nuestro objetor puede atacar de nuevo e indicamos que alguna-libertad debe de quedar cuando se pueden escribir art¨ªculos como el presente. Habr¨ªa que observar, antes de nada, que prever lo que suceder¨¢ no es lo mismo que poder realizarlo o evitarlo. Y lo que es m¨¢s importante a¨²n, quien as¨ª objetara da la impresi¨®n de no haber entendido lo que decimos. No negamos, obviamente, la libertad humana, ni negamos que nos sea posible exponer opiniones alternativas. Lo que est¨¢ en causa es que haya condiciones objetivas externas que garanticen que la palabra democracia tenga el significado que oficialmente le damos. Precisamente una raz¨®n a favor de lo que venimos diciendo es que casi todo el mundo estar¨ªa de acuerdo con lo que hemos escrito. Puede ser, en fin, que la democracia haya sido siempre precaria. Parece que hoy, adem¨¢s, de no ser que sufriera un cambio radical, es imposible.
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