La reinvenci¨®n del 'Estado de bienestar'
?Qu¨¦ sentido tiene un comentario cr¨ªtico sobre la labor del Gobierno o sobre las expectativas del congreso a punto de empezar? Recapitulemos los hechos m¨¢s importantes que hay que tener presentes al plantear estas cuestiones. La sociedad espa?ola sigue siendo muy heterog¨¦nea -diferencias considerables entre la ciudad y el campo, entre regiones desarrolladas y deprimidas- y particularmente injusta, tanto en la distribuci¨®n de la renta como por la falta de cobertura asistencial de los m¨¢s desfavorecidos. Los datos socioecon¨®micos, que incluyen los macroecon¨®micos, apuntan a una sociedad conflictiva que sorprendentemente no se corresponde con la experiencia. La tasa actual de crecimiento econ¨®mico y la r¨¢pida acumulaci¨®n de excedentes empresariales tendr¨ªan que provocar una ola de reivindicaciones obreras, por mucho que aqu¨¦lla se diga imprescindible para salir de la crisis con una base productiva renovada, adecuada a las condiciones actuales del mercado -mucho m¨¢s duras- y a la nueva divisi¨®n internacional del trabajo.A una econom¨ªa en ascenso corresponde una clase trabajadora combativa; a una econom¨ªa deprimida, una clase obrera mortecina. Salimos de la crisis con unos ¨ªndices macroecon¨®micos muy aceptables -que la direcci¨®n del partido socialista, en v¨ªsperas del congreso, se ha apresurado a encomiar- y, pese a ello, hace tiempo que la clase obrera no se mostraba tan apagada, temerosa, desconfiada, resignada, incluso insolidaria.
Caracteres que se explican por los tres millones de parados que han conseguido, no ya s¨®lo disciplinar, sino incluso acorralar a la clase obrera. Claro que para la patronal resulta soportable un desempleo de tal cuant¨ªa, si a la vez se mantiene una tasa alta de crecimiento y una inflaci¨®n a la baja. No me cabe la menor duda de que el Gobierno y los empresarios preferir¨ªan vivir en Jauja, y a?adir el pleno empleo a las cifras macroecon¨®micas de que se precian. Pero la realidad es como es, y si siempre ha habido pobres y ricos, pudiera ocurrir que la novedad de la salida de una crisis tan poco convencional fuese el arrastar por una o m¨¢s d¨¦cadas un desempleo cuantioso, lo que humanamente a todos acongoja, pero que habr¨ªa que asumir como un dato m¨¢s de la realidad.
Olvidar reivindicaciones
El paro que le envuelve y continuamente le amenaza es sin duda el mejor acicate para que el trabajador colocado olvide reivindicaciones que puedan cuestionar los buenos resultados macroecon¨®micos obtenidos, y hasta para que se atreva a dar la espalda a los sindicatos, que dejan siempre un tufillo de lucha de clase, pese a que hayamos dictaminado en nombre de la ciencia que no existe tal en el mundo de hoy. Los sutiles ide¨®logos de la modernizaci¨®n con que cuenta hoy el PSOE no tardar¨¢n en diagnosticar, si el conflicto Gobierno-sindicato as¨ª lo hiciese aconsejable, el fin de los sindicatos, como un signo m¨¢s de los tiempos. Despu¨¦s de haber descubierto que el capitalismo es el menos malo de los sistemas econ¨®micos y que, por tanto, hay que saber acoplarse a sus normas, expresi¨®n ¨²ltima de la racionalidad econ¨®mica, est¨¢n en las mejores condiciones para, percatarse de que tambi¨¦n los sindicatos, como tantas otras ideas, instituciones, h¨¢bitos y creencias del movimiento obrero, son meros residuos del siglo XIX, para mayor inri en el caso de los sindicatos, con un sabor gremial, que interfiere peligrosamente el mercado libre de trabajo, y si bien en el pasado cumplieron tareas importantes en la dignificaci¨®n del trabajo, hace tiempo ya que las ha asumido el Estado. Pudiera ocurrir que la actual crisis de los sindicatos condujera a su desaparici¨®n, o por lo menos a su reducci¨®n a un tama?o testimonial
No hay que oponerse a los avances del progreso ni a los imperativos de los tiempos, por razones sentimentales -de un lado el coraz¨®n, de otro la cabeza- que nos vinculan a una historia felizmente superada. Por triste que sea el destino de los marginados, condenados a vegetar fuera del sistema -una m¨ªnima selecci¨®n de los mejores resulta imprescindible si nuestra econom¨ªa quiere ser competitiva- tres millones de parados, junto con el impacto que pronto dejar¨¢ sentir la adopci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas, son suficientes para transformar en poco tiempo ideas, car¨¢cter y comportamiento de la clase obrera, haci¨¦ndola por lo menos tan obediente y diligente como la de los pa¨ªses que van a la cabeza del desarrollo econ¨®mico. Los viejos marxistas, convertidos hoy en adalides de la nueva modernidad socialista, respiran hondo al comprobar que no hay mal que por bien no venga; de algo les tiene que servir el haber pensado dial¨¦cticamente durante tantos a?os.
La ponencia que se presenta al congreso tiene un objetivo claro: apuntalar y ratificar como indiscutible la pol¨ªtica econ¨®mica realizada por el Gobierno, al permitir abrir en una segunda fase algunas perspectivas sociales. Se propone nada menos que edificar el Estado de bienestar que levantaron las socialdemocracias de la posguerra, ciertamente con alg¨²n retraso, pero en Espa?a no ha dejado de ser desiderata, y m¨¢s vale tarde que nunca. Hay que reconocer a los ide¨®logos del nuevo socialismo espa?ol el haber reinventado el Estado de bienestar para los. a?os noventa, que, a diferencia del modelo que pusieron en marcha los socialdem¨®cratas del norte de Europa, no requiere pleno empleo, sino que es compatible con el 20% de parados.
A juzgar por multitud de indicios, no cabe descartar no s¨®lo que el paro dure, sino incluso que vaya en aumento. Y no porque el empresario capitalice la empresa, haci¨¦ndola competitiva, al suprimir mano de obra, sino porque, seg¨²n nos explican algunos pol¨ªticos socialistas, el bienestar que se percibe incita a cada vez m¨¢s personas a apuntarse en la lista de los que buscan colocaci¨®n. As¨ª, cuanto m¨¢s ensalza el Gobierno las virtudes de su pol¨ªtica econ¨®mica y m¨¢s propaga lo bien que nos va, m¨¢s personas ilusionadas salen de su rinc¨®n a la b¨²squeda de un puesto de trabajo. Se tratar¨ªa de un paro autoproducido del que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, ser¨ªa responsable el portavoz del Gobierno, pero que tambi¨¦n podr¨ªa mantener dentro de l¨ªmites prudenciales poniendo sordina a tanto triunfalismo, ahora que se ha logrado acallar a los sindicatos, que en su demagogia decimon¨®nica e ignorancia de la econom¨ªa moderna, se aferran a la idea de que tal vez los dem¨¢s ¨ªndices macroecon¨®micos resultan tan favorables en raz¨®n de la cifra que hemos alcanzado de parados.
No es presumible que en un congreso en que cerca del 80% de los delegados ocupan cargos p¨²blicos y otro 10% cargos org¨¢nicos en el partido, est¨¦ dispuesto a dudar lo m¨¢s m¨ªnimo de la coherencia entre la pol¨ªtica econ¨®mica realizada y la pol¨ªtica social que se propone realizar el Gobierno en la pr¨®xima etapa, incluyendo una mejor¨ªa sustancial de los servicios p¨²blicos, con el m¨¦rito a?adido de intentarlo sin haber reformado previamente la Administraci¨®n p¨²blica. Despu¨¦s de una intensa y minuciosa meditaci¨®n durante estos ¨²ltimos cinco a?os, el Gobierno ha llegado a la sabia conclusi¨®n de que lo mejor para el que detecta el poder es no tocar semejante monstruo, capaz de tragarse las mejores intenciones junto con los gobernantes que se atrevan a rozar los derechos adquiridos de cada uno de los cuerpos de la Administraci¨®n y de cada uno de los funcionarios. Principio que implica que todo lo que es, precisamente porque es, no puede dejar de existir.
El PSOE ha perdido tres millones de votos por la pol¨ªtica de centro-derecha que ha llevado a cabo, y nadie duda que los afeites ideol¨®gicos que se propongan en el pr¨®ximo congreso no van a evitar un descenso continuado del apoyo electoral. Pero que la derecha no cante victoria antes de tiempo. Podr¨ªa ocurrir que en 1990 el PSOE siga perdiendo votos, pero que, de continuar el actual panorama pol¨ªtico, conservase la mayor¨ªa absoluta, porque lo ¨²nico que habr¨ªa aumentado ser¨ªa la abstenci¨®n.
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