La noria del centenario
Afanosamente se buscaron en Am¨¦rica lagos con fondo de esmeraldas, monta?as de rub¨ª y valles de plata. El padre Sim¨®n, cronista del triste viaje a Eldorado que capitane¨® Antonio Berrio a finales del siglo XVI, cerraba su relato con una advertencia: "Todo fue como la estatua de Nabucodonosor, comenzando en cabezas de oro y acabando en n¨²serables pies de barro con penosas ca¨ªdas, y ojal¨¢ llegue el escarmiento y el desenga?o a tiempo, que no sucedan adelante mayores desgracias". Antes de que llegasen el escarmiento y el desenga?o, gran parte de lo expoliable hab¨ªa sido expoliado. El primer vicario de M¨¦xico, fray Juan de Zum¨¢rraga, consider¨® que el mayor problema americano era la idolatr¨ªa; por eso orden¨® a los nativos la tit¨¢nica tarea de enterrar sus propios templos, cuan do no fuesen ¨²tiles las piedras para construir catedrales o parroquias. Su celo apost¨®lico lo expuso ya de principio, decretando que ardieran una cincuentena de caciques y un centenar de princesas. Pero era s¨®lo el comienzo. Luego se establecieron los encomenderos, los virreyes, el estable Santo Oficio de la Inquisici¨®n, la sociedad colonial. Esto y mil afrentas m¨¢s entran en un debe ineludible. En las partidas del haber hay h¨¦roes hom¨¦ricos, incomparablemente superiores a los cuatreros y sheriffs que Hollywood elev¨® al estatuto ¨¦pico. Hay tambi¨¦n detalles precisos sobre mapas antes vac¨ªos, humanitarias e incumplidas leyes, rutas comerciales, comunicaci¨®n de saberes y ayuntamiento de cromosomas, cromosomas enriquecedores de la especie, con un mestizaje que nos gu¨ªa desde Benito Ju¨¢rez a Octavio Paz. En medio, sin localizaci¨®n tan clara, aparece una leyenda de gratuito horror construida por relatores de pa¨ªses que perpetraron atrocidades comparables, y bastante m¨¢s dilatadas en el tiempo. Las Casas ten¨ªa perfilada su Brev¨ªsima relaci¨®n ya en 1515, cuando una obra semejante sobre la colonizaci¨®n de otros imperios est¨¢ a¨²n pendiente de redactarse; recordemos tambi¨¦n que los mejores te¨®logos espa?oles de su tiempo le respaldaron, incluso cuando propuso excomuni¨®n para quien aceptase una encomienda.
El caso es que dentro de cuatro a?os y pico, en 1992, este pa¨ªs se acerca, con su doble celebraci¨®n -cultural y deportiva-, a un salto que, seg¨²n cuentan, podr¨ªa colocarnos en tre los envidiados pa¨ªses de primera fila. Sin embargo, ?qu¨¦ se pretende conmemorar en Sevilla? ?El simple hecho de un descubrimiento? ?El exterminio de naciones infieles? ?Una gesta nacional? ?No estaremos so?ando con un D¨ªa de la Raza en versi¨®n de lujo socialista? Resulta muy dudoso que Col¨®n descubriera Am¨¦rica, y dudos¨ªsimo que naciera en tierras hisp¨¢nicas. Es manifiesto que la operaci¨®n de vincular continentes fue un logro europeo, gestado por la curiosidad del Renacimiento con el apoyo de la anticipaci¨®n portuguesa, la ciencia de los pilotos genoveses, la cartograf¨ªa alemana, los principios, n¨¢uticos del Norte. Separar a Vasco de Gama y Col¨®n, a los Pinz¨®n y Cook, es un disparate semejante a distinguir la ciencia jud¨ªa de la ciencia aria. Por lo mismo, si el prop¨®sito es subrayar las consecuencias positivas de 1492, procede huir como de la peste de lo espa?ol y de todo lo propio en sentido excluyente. Entre fray Juan de Zum¨¢rraga y fray Bartolom¨¦ de las Casas -como nos cay¨® en suerte estar-, se dir¨ªa que la oportunidad del quinto centenario pertenece esencialmente al orden del conocimiento, mientras el show arriesga convertir esas pompas en harmerre¨ªr mundial. Tanto como interesa a toda Am¨¦rica nos interesa a nosotros una recapitulaci¨®n que narre motivos y determinantes, peripecias e intenciones, que introduzca pormenor y conceptos generales. No ?ecesitamos al efecto monta?as rusas ni carruseles, teatros de la ¨®pera para corales wagneriano-pizarristas y ostentosos edificios. Al contrario, cuando en su d¨ªa los sat¨¦lites de televisi¨®n difundan esa efem¨¦ride por los hogares de la aldea planetaria, parece infinitamente m¨¢s oportuno haber promovido investigaciones serias sobre la historia universal que disneylandias. Buenos libros, buen cine y buen teatro aplicados a entender la empresa americana rendir¨¢n mucho m¨¢s, durar¨¢n mucho m¨¢s y ser¨¢n mucho m¨¢s baratos que moles de cemento y cart¨®n hechas a la medida del voraz contratista y el avispado especulador.
En otras palabras, s¨®lo podemos conmemorar el surgimiento de una especie de DNA concreto, que es la tensa y pluriforme identidad actual llamada Am¨¦rica, el Nuevo Mundo. Hegel predijo que el antagonismo entre la parte septentrional y la meridional de ese continente ser¨ªa un elemento decisivo en el porvenir de la humanidad, y el tiempo ha venido a mostrar c¨®mo lo germ¨¢nico, lo latino y lo aut¨®ctono se amalgaman y repelen en toda suerte de campos, construyendo circos nuevos para el eco del Viejo Mundo. Con un pie aqu¨ª y otro all¨ª, a medio camino entre la patria chica y el Estado universal, a nosotros se nos presenta la oportunidad de colaborar en un examen ecu¨¢nime de los hechos, que, de paso, podr¨ªa ser ¨²til para cualquier otro rinc¨®n de la Tierra. En especial, ¨²til para quienes entienden la lengua que hablamos y justificadamente se preguntan por sus ra¨ªces, por el confuso hoy y el incierto ma?ana.
Pero una celebraci¨®n as¨ª -tan ligada a rememorar unos acontecimientos y su consecuencia- debe ser tan ambiciosa en ciertos sentidos como modesta en otros; ambiciosa por lo que se refiere al rigor e imparcialidad de sus investigaciones, modesta en lo que tiene de tramoya. El contribuyente abriga fundadas sospechas de que se prepara el mayor agujero negro de la hacienda espa?ola, y de que se derrochar¨¢ su dinero para fomentar prestigios divinos. Como algunos pretender¨¢n que hacer verdadera ciencia y verdadero arte sobre la realidad americana saldr¨ªa m¨¢s caro que montar norias, valga una simple apuesta apoyada sobre la letra impresa y la cronolog¨ªa demostrable: si lo que se prepara es un lujoso parque de atracciones, el tinglado no estar¨¢ terminado a tiempo y valdr¨¢ el doble de lo previsto. La chapuza regional se exportar¨¢ planetariamente, vestida de imprevisible fuerza mayor.
Aterrados, aunque acostumbrados a lo peor, muchos contemplan c¨®mo se acerca el d¨ªa del rid¨ªculo y del derroche, del derroche rid¨ªculo, en una ocasi¨®n privilegiada para su opuesto. Con todo, parece que Sevilla podr¨ªa a¨²n enfocar hechos de semejante magnitud con ojos abiertos a la reflexi¨®n y cerrados a toda suerte de triunfalismos, consciente de que ciertas cosas conviene no celebrarlas ni conmemorarlas. Sopesando el asunto con el taxista y la parienta, con el colega y el vecino, se dir¨ªa que lo recomendable est¨¢ en funci¨®n de dos simples factores: claridad en los objetivos, transparencia y control en los gastos.
Si eso se olvida, no servir¨¢ de escarmiento y desenga?o la famosa estatua de Nabucodonosor, que comenzaba con cabezas de oro para terminar en miserables pies de barro.
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