Esperando a Mitterrand
El presidente franc¨¦s deja planear la duda sobre si se presentar¨¢ a la reelecci¨®n
La tradici¨®n francesa quiere que el presidente de la Rep¨²blica se ajuste a los m¨¢rgenes estrictamente legales para anunciar su decisi¨®n de presentarse de nuevo al final del septenato. As¨ª sucedi¨® con De Gaulle, que venci¨® en su segundo mandato, y as¨ª sucedi¨® con Giscard d'Estaing, que perdi¨®.
En el caso de Fran?ois Mitterrand, cuyo septenato termina este a?o, las cosas han cambiado sustancialmente. S¨®lo sus amigos, los socialistas, consideran que debe ocultar sus intenciones hasta la ¨²ltima hora. El resto de las principales fuerzas pol¨ªticas, a derecha e izquierda, llega a insinuar que su silencio es una estafa pol¨ªtica y un atentado contra la neceseria claridad de la confrontaci¨®n electoral.A diferencia de todos sus antecesores, Mitterrand ha dejado planear siempre la duda sobre su segundo mandato. De Gaulle y Giscard, los ¨²nicos presidentes de la V Rep¨²blica que han intentado repetir, hab¨ªan expresado claramente sus intenciones. Mitterrand no. El actual presidente incluso se ha manifestado contrario a la posibilidad de repetir y ha expresado con claridad que, para su gusto personal, el retiro buc¨®lico, la escritura y la compa?¨ªa de los amigos y los familiares son mucho m¨¢s atractivos que la continuaci¨®n en la m¨¢s alta instancia del Estado.
Este hecho no preocupar¨ªa en lo m¨¢s m¨ªnimo a sus rivales pol¨ªticos si las ¨²ltimas encuestas, las del mes de enero, no siguieran ofreciendo la mayor cota de popularidad jam¨¢s registrada por un presidente a estas alturas de su septenato y a escasas semanas de la elecci¨®n y si no hubiera ni un solo diagn¨®stico electoral que no diera vencedor a Mitterrand.
El inicio de la. campa?a electoral por cada uno de los candidatos parece atender estrictamente a las expectativas de voto previstas por las encuestas. Cuanto peores son las previsiones, antes se empieza la campa?a. ?sta parece ser la regla de oro. Un mayor tiempo de agitaci¨®n y de propaganda se revela como la ¨²nica posibilidad de enderezar las tendencias negativas.
Desenfreno electoral
Los dos candidatos extremos, sin posibilidades reales de llegar al El¨ªseo, el ultraderechista Jean-Marie Le Pen y el comunista Andr¨¦ Lajoine, corren en el desenfreno electoral desde tiempo que parece ya inmemorial para los ciudadanos, un a?o casi. Jacques Chirac, el primer ministro y dirigente de la neogaullista Asamblea para la Rep¨²blica (RPR), ha arrancado a mitad de enero, impaciente por entrar en liza y preocupado por el 18% de votos en la primera vuelta que le dan las encuestas. Raymond Barre, siempre algo por encima de Chirac en las encuestas, esperar¨¢ al 8 de febrero para anunciar oficialmente su candidatura.?Y el candidato socialista? Hasta un mes antes de la elecci¨®n no se conocer¨¢ su nombre. Todo el aparato del partido y todas las tendencias organizadas en su seno parecen haber entrado, desde el arranque de campa?a de Chirac, en una especie de nirvana preelectoral, rodeado de gui?os, sonrisas complacientes y gestos de complicidad. De pronto, las tendencias, las baron¨ªas y las disidencias aparecen apaciguados, como si se tratara de otro partido. Mitterrand es la imagen misma de la circunspecci¨®n.
Pero sus consejeros son m¨¢s expl¨ªcitos. Si Mitterrand no fuera a bregar por un nuevo mandato y lo dijera, la derecha tendr¨ªa el campo libre en la campa?a electoral y en el Gobierno. Mitterrand ser¨ªa un muerto pol¨ªtico que dejar¨ªa de presidir la Rep¨²blica. Si Mitterrand desea continuar y lo dijera, la cohabitaci¨®n, o lo que queda de ella, ahora que Chirac se ha lanzado a la campa?a, se convertir¨ªa en una campa?a electoral en la cumbre del Estado y del Gobierno, durante los tres meses que quedan hasta la elecci¨®n. Se impone, por tanto, el silencio absoluto.
Otras razones menos inocentes lo aconsejan. Mientras transcurra la carrera sin candidato socialista determinado, todo favorecer¨¢ al enfrentamiento y a las heridas mutuas dentro de la propia derecha, entre los dos candidatos, Chirac y Barre, y alg¨²n ara?azo del lado de Le Pen. Las dificultades para atacar al desconocido candidato socialista tambi¨¦n ser¨¢n mayores.
La derecha tendr¨¢ que conformarse con denunciar la incertidumbre, estigmatizar el culto al jefe del Estado e intentar desprestigiar al socialismo globalmente, al margen de Fran?ois Mitterrand o de Michel Rocard. As¨ª, los candidatos de la derecha pueden Regar a marzo, al principio de la campa?a propiamente dicha, casi sin aliento y ante un candidato socialista fresco, preparado para realizar una campa?a corta y eficaz.
Campa?a de apoyo
Mientras tanto, los publicitarios socialistas han lanzado ya una campa?a de apoyo a Mitterrand con el objetivo de capitalizar la excelente imagen del presidente de la Rep¨²blica en cualquiera de los casos, si se presenta o si no se presenta.El pr¨®ximo lunes aparecer¨¢ el plato fuerte de la campa?a socialista, una sola expresi¨®n sobre foto de un beb¨¦ y de una mano de un hombre mayor: Generaci¨®n Mitterrand es el eslogan concebido por Jacques S¨¦gu¨¦la, en el que no est¨¢n ausentes algunos temas subliminales, como el 209 aniversario de la revuelta de mayo de 1968. El crescendo deber¨¢ llevar, seg¨²n todos los pron¨®sticos, a la presentaci¨®n de Mitterrand. Michel Rocard parece, por primera vez, de acuerdo con el presidente. Insin¨²an los comentaristas que tiene ya la promesa de formar un Gobierno socialista con personalidades del centro.
Otros comentaristas, m¨¢s mal¨¦volos, aseguran que nada est¨¢ decidido todav¨ªa, y que Mitterrand, realmente deseoso de entrar en la historia con este septenato, podr¨ªa reservarse una maniobra todav¨ªa de mayor maquiavelismo. Despu¨¦s de concentrar todos los ataques y polarizar la atenci¨®n de la derecha en una falsa campa?a, podr¨ªa realizar un quiebro y no presentarse, para avalar a fondo a Michel Rocard sobre los despojos del enfrentamiento entre neogaullistas y centristas.
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