Ortega rinde cuentas
LA llegada hoy a Madrid del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, se produce en un momento tr¨¢gico para ese pa¨ªs. Atenazado por una grav¨ªsima carencia de alimentos y otros productos, el ansia de paz se une al deseo de vivir en condiciones menos precarias y angustiosas. A pesar de determinadas im¨¢genes de propaganda que permanecen inalterables, el pa¨ªs que hoy Ortega representa no est¨¢ formado de masas revolucionarias animadas por la voluntad de seguir combatiendo hasta el ¨²ltimo aliento. Es, en su gran mayor¨ªa, un pueblo que sufre calamidades y hambre y que quiere sosiego y tranquilidad. Algunos de los cambios radicales que se han producido ¨²ltimamente en las posiciones de Daniel Ortega se deben, aparte de las presiones de los otros presidentes centroamericanos, a la toma de conciencia de esta realidad.Al venir a Madrid, Ortega da testimonio del papel que Espa?a desempe?a hoy en la escena internacional, de un modo particular en lo referente a Latinoam¨¦rica. Ello, refleja un prestigio que debe satisfacernos, pero que acarrea responsabilidades. Esta misma semana llegar¨¢ a nuestra capital el presidente Alfons¨ªn. Y aunque la situaci¨®n es totalmente distinta en Nicaragua y en Argentina, un denominador com¨²n est¨¢ en la base de la actitud espa?ola en ambos casos: el deseo de contribuir a la defensa y consolidaci¨®n de la democracia, sin la cual no hay bienestar duradero para ning¨²n pueblo.
?C¨®mo se presenta hoy ese problema en Nicaragua? En ¨¦pocas anteriores conven¨ªa poner el acento en los obst¨¢culos que el sandinismo representaba para una vida efectivamente democr¨¢tica. Hoy es preciso reconocer que, despu¨¦s de la aprobaci¨®n, en agosto pasado, del plan de Esquipulas 2, el Gobierno sandinista adopt¨® medidas democratizadoras reales, como autorizar la reaparici¨®n de La Prensa. Despu¨¦s de la reuni¨®n en San Jos¨¦ de Costa Rica de los presidentes centroamericanos, Ortega ha tomado sin demora otras medidas trascendentales para acelerar el proceso de paz: ha aceptado negociar directamente con la contra; ha anulado el estado de emergencia, lo que supone restablecer la libertad de manifestaci¨®n, huelga, etc¨¦tera. Los tribunales populares han sido suprimidos. Hoy la oposici¨®n legal act¨²a pese a que se hayan registrado altercados, hace manifestaciones, tiene sus locales, se relaciona con sus amigos extranjeros.
El alcance de que el cardenal Obando sea presidente de la Comisi¨®n de Reconciliaci¨®n y mediador con la contra es enorme. Dispone hoy de un poder de arbitraje considerable, precisamente porque ha sido nombrado por el Gobierno sandinista. En realidad, Ortega ha iniciado un camino que, si se llega al cese el fuego y a la amnist¨ªa, no dejar¨¢ al sandinismo otra opci¨®n que aceptar el juego democr¨¢tico. 0 sea, someter su continuaci¨®n en el poder a la voluntad de la mayor¨ªa. A pesar de distinciones confusas sobre poder y gobierno, el presidente Ortega lo reconoce as¨ª en declaraciones a este peri¨®dico (v¨¦ase EL PAIS del pasado 24 de enero). Este cambio audaz de posiciones anteriores ha provocado grietas dentro del sandinismo: algunos sectores est¨¢n descontentos, lo que se ha reflejado sobre todo en la esfera policiaca, con detenciones temporales de l¨ªderes oposicionistas.
A despecho de esa realidad, la Administraci¨®n de Reagan se niega a tener en cuenta los progresos de Esquipulas. Al pedir al Congreso que vote nuevas ayudas para la contra desprecia por completo la demanda de los presidentes centroamericanos, que, en San Jos¨¦, pidieron el cese de la injerencia de pa¨ªses ajenos a la regi¨®n. La ayuda a la contra implica que Estados Unidos sigue utilizando el territorio de Honduras para sus env¨ªos a los rebeldes antisandinistas. Tal pol¨ªtica viola, por su esencia misma, el plan de paz de Esquipulas 2.
Ese plan requiere ¨®rganos de control y verificaci¨®n que garanticen la mayor imparcialidad. Ortega viene con propuestas de una participaci¨®n espa?ola. El camino de paz abierto por Esquipulas necesita recibir respaldos internacionales que hagan reflexionar en Washington. Las opiniones de Europa deben expresarse de la forma m¨¢s eficaz para impedir que una decisi¨®n irresponsable pueda tirar por tierra las posibilidades de paz y de democracia creadas a partir de la inciciativa de Oscar Arias
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