Luis ?ngel Mart¨ªnez
Pianos de cola para un santanderino becado en Mosc¨²
Recuerda perfectamente la fecha, 6 de septiembre de 1982, en la que el reactor que le llevaba de Madrid se detuvo en el aeropuerto moscovita de Seremetevo. Luis ?ngel Mart¨ªnez, un santanderino de 28 a?os, pose¨ªa una beca de la Asociaci¨®n Espa?a-URSS para cursar la carrera superior de piano en el conservatorio Chaikovski. La sociedad sovi¨¦tica le ha proporcionado una disciplina y un r¨¦gimen de trabajo que ¨¦l, hijo de un obrero jubilado, considera imprescindibles para sus estudios.
Cuando lleg¨® a Mosc¨², Luis ?ngel Mart¨ªnez, que ha sido el primer alumno espa?ol admitido en el conservatorio Chaikovski, -desde hace tres a?os estudian tambien all¨ª otros tres espaf¨ªoles- llevaba dos maletas llenas de ropa de abrigo y entre ellas unas-partituras de lo que tocaba' por entonces, Los suburbios, de Mompou, y un estudio de Liszt.Si todo marcha de acuerdo con las previsiones, Mart¨ªnez, con un "cierto o¨ªdo para la m¨²sica, podr¨¢ regresar el pr¨®ximo verano con dos t¨ªtulos a su nombre: el de profesor de ruso y el de piano. Para ¨¦ste le faltan solamente los ex¨¢menes de maestro concertante y la pedagog¨ªa.
"S¨ª, se estudia muy duro all¨¢. En cambio, es ¨ªnfimo el porcentaje de fracasos. Yo siempre digo que la sociedad sovi¨¦tica me ha proporcionado un caudal enorme de disciplina; particularmente creo que as¨ª como la molicie y la flojera contagian f¨¢cilmente al hombre, ¨¦ste puede asumir sin trauma un r¨¦gimen de trabajo severo pero bien planificado cual es el del conservatorio de Mosc¨², donde sus alumnos nos sentimos siempre comprometidos a cuniplir", explica Luis ?ngel Mart¨ªnez.
La beca que a¨²n disfruta asciende a 18.000 pesetas mensuales, pero un estudiante puede arreglarse en Mosc¨² si se administra bien. Comer en los autoservicios del conservatorio y de la residencia s¨®lo cuesta 200 pesetas. Los billetes de avi¨®n se los paga la Fundaci¨®n Bot¨ªn.
Durante todo el a?o acad¨¦mico se levanta a las 6.30; a la puerta de la residencia, ocupada por 700 alumnos, casi todos extranjeros, toma en seguida un autob¨²s que le lleva al conservatorio, en Malaya Grusinskaya, 22-24, cerca de la plaza Roja; las aulas, dice, son espaciosas y de techos muy altos, y en su especialidad, cada profesor se ocupa s¨®lo de 11 o 12 alumnos. "En mi clase disponemos de tres pianos de cola, el Steinway de concierto. Cuando vuelvo a la residencia, en los ba jos, tengo a mi disposici¨®n no s¨¦ cu¨¢ntas cabinas insonorizadas y en cada una hay otro cola. Al fondo del corredor, un taller donde siempre est¨¢n trabajando los afinadores. Por si esto fuese poco, en cada habitaci¨®n, de dos plazas, otro piano de traba jo para martirizarlo".
No cree haber visto ning¨²n genio del futuro en el conservatorio, aunque s¨ª gente muy dotada. Para Mart¨ªnez, una persona c¨¢lida y brusca a la vez, no es un milagro que la URSS sea un el¨ªseo musical. "Todo depende de? sistema pedag¨®gico. No hay un talento que all¨ª se malogre; en cuanto se descubre en un nifio un m¨ªnimo sentido musical, una cierta aptitud, se le trabaja con multitud de medios y verdaderos alardes pedag¨®gicos. Por ello hay cantidad de muchachos para quienes el piano, a los 15 a?os, ya no tiene secretos. ?Por qu¨¦ no hacer algo parecido aqu¨ª? Los sovi¨¦ticos no se negar¨ªan a echarnos una mano, creo".
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