Rafael Lapesa busca tiempo para terminar su obra
El director de la Espa?ola recibe hoy un homenaje de sus compa?eros
A los tres d¨ªas de cumplir 80 a?os, Rafael Lapesa se siente "como el que va en un taxi con poco dinero y ve que va subiendo el contador". Abrumado por la marea de correspondencia que le ha ca¨ªdo encima tras su elecci¨®n como director interino de la Real Academia Espa?ola, acorralado por la intuici¨®n de que le queda poco tiempo para rematar investigaciones que ha preparado desde que era un chico solitario, educado por sus padres y hermanas, Rafael Lapesa recibe hoy en la Espa?ola un homenaje de sus compa?eros.
Lapesa era bachiller a los 15 a?os y licenciado a los 19, y aunque ya por entonces trabajaba en las obras que le han ocupado toda su vida, apenas ahora se dispone a terminarlas. Son tres: la primera, un glosario del espa?ol preliterario, es decir un vocabulario de palabras romances que aparecen en textos latinos de los siglos VIII al XII.La segunda es la edici¨®n conjunta de los estudios de sintaxis hist¨®rica que ha escrito durante toda su vida. Y la tercera es acabar de publicar los textos que Amado Alonso le confi¨®, poco antes de morir de forma prematura, y que terminar¨¢n de completar la ambiciosa obra De la pronunciaci¨®n medieval a la moderna en espa?ol. All¨ª se describe c¨®mo el espaflol abandon¨® la x de Xavier para adoptar la J, y c¨®mo durante el siglo XVI se pronunciaba la y de yo m¨¢s como lo hacen hoy los chilenos que como lo hacen los leoneses.
Rafael Lapesa vive, viudo, en uno de los silenciosos pisos de la Residencia de Profesores de la Universidad Complutense de Madrid, y cada una de las paredes, inclu¨ªdas las del largo corredor, est¨¢n edificadas con bibliotecas; los libros ya no caben y se bajan de all¨ª, en orden, y van ocupando lentamente los asientos, las mesas y hasta el sill¨®n donde a veces descabeza un sue?o por las tardes.
Rafael Lapesa sabe -pero lo sabe desde siempre- que no ver¨¢ el final de su otro gran proyecto, el que le ha exigido probablemente m¨¢s tiempo, paciencia, una visi¨®n de estadista. Aprovecha la primera ocasi¨®n para preguntar: "?Lo conoce usted?", y recoge de su biblioteca de diccionarios el que a todas luces ha de ser su preferido: el primer volumen del Diccionario Hist¨®rico de la Academia, el gran proyecto de ¨¦sta y para algunos la raz¨®n misma de su existencia, que la Espa?ola elabora desde 1930. En Alemania un trabajo equivalente est¨¢ encomendado a las universidades, a todas las universidades. Comenzaron con el siglo y van por la V. En. Espa?a, por la taca?er¨ªa y ceguera burocr¨¢ticas, media letra ha ocupado casi un siglo.
Ese primer volumen cubre de A a ALA. De cada una de las palabras se relatan las incidencias y mudas de significado. "Una labor de romanos", dice Lapesa, "de benedictinos, 'de chinos anteriores a Mao, cuando a¨²n ten¨ªan paciencia". ?l dedo blanco y nudoso de Lapesa recorre los m¨²ltiples espejos de la palabra acuartelado con amor de orfebre, y basta ese ejercicio para comprender que al mismo trabajo dedicar¨¢ su segunda vida.
Catedr¨¢tico de instituto desde muy joven, Lapesa sufri¨® tantos aplazamientos de las oposiciones universitarias que opt¨® por marcharse. En Harvard, Yale, Princeton supo lo que pueden ser condiciones acad¨¦micas y c¨®mo es posible escandalizarse si se sobrepasa la proporci¨®n de siete alumnos por profesor (en Espa?a puede superar los 200). Pero decidi¨® regresar. Ya hab¨ªa ense?ado lo suficiente para saber que hab¨ªa dejado tras de s¨ª a dos, tres, quiz¨¢ cuatro estudiantes tan enloquecidos como ¨¦l por el espa?ol. Hoy, con los departamentos de Espa?ol poblados de disc¨ªpulos, no le cuesta reconocer, y parece orgulloso de ello, que ante todo ha sido un profesor.
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