Mujeres maltratadas
EL TESTIMONIO aportado al Senado por la directora del Instituto de la Mujer, Carlota Bustelo, sobre los malos tratos a mujeres arroja una luz t¨¦trica sobre la violencia oculta que germina en la intimidad de muchas parejas espa?olas y en el seno del mundo familiar. Las denuncias por malos tratos a mujeres en 1987 fueron 16.500, pero la cifra, con ser voluminosa, s¨®lo representa el 5% de los casos ocurridos en la realidad. En 89 casos la agresi¨®n concluy¨® con la muerte de la mujer, y en otros 1.200, las lesiones ocasionadas fueron lo suficientemente graves como para ser constitutivas de delito.Pero el informe de la directora del Instituto de la Mujer no s¨®lo tiene la virtud de poner a la vista de todos el trasfondo vergonzante de una sociedad que a¨²na la vanagloria de mantenerse fiel a los valores tradicionales de la familia con la insensibilidad ante la agresi¨®n, la prepotencia o el ejercicio del m¨¢s rancio autoritarismo contra los miembros m¨¢s d¨¦biles del grupo familiar. La conquista de la igualdad a todos los efectos en el seno de la pareja o la consolidaci¨®n de unas relaciones respetuosas de unos para con otros en el ¨¢mbito familiar tiene mucho que ver con el nivel de formaci¨®n cultural de sus miembros y, desde luego, con la evoluci¨®n de usos y costumbres en el m¨¢s amplio marco de la sociedad. La importancia del factor econ¨®mico en la g¨¦nesis de esta situaci¨®n es evidente. La relaci¨®n que existe entre la desigual situaci¨®n econ¨®mica de la mujer respecto del hombre y los actos de violencia, incluidas las agresiones sexuales, que se ejercen contra ella, ha sido claramente establecida por los expertos. Desde esta perspectiva, los comportamientos violentos contra las mujeres no son tanto accidentes en las relaciones entre individuos cuanto expresi¨®n del desigual poder del hombre y la mujer en la sociedad.
Est¨¢ claro que superar esta situaci¨®n depende en gran medida de la efectiva integraci¨®n de la mujer en todos los engranajes de la actividad econ¨®mica. Sin embargo, existe un aspecto m¨¢s inmediato, por tener que ver sobre todo con decisiones de car¨¢cter pol¨ªtico, que contribuye a que persista el maltrato a las mujeres en el seno de la pareja, y que tambi¨¦n ha sido denunciado por la directora del Instituto de la Mujer en su comparecencia ante el Senado. Se trata del escaso inter¨¦s de los poderes p¨²blicos en la erradicaci¨®n de este problema social y de la pasividad o inhibici¨®n de las autoridades p¨²blicas y de sus agentes en la persecuci¨®n de los casos de malos tratos denunciados. Es evidente que a esta actitud no es ajena la influencia que todav¨ªa tienen en los comportamientos de autoridades o de sus agentes sus prejuicios o man¨ªas personales respecto de la mujer. Hasta el punto de que, llegado el caso, no dudan en sacrificar a estos prejuicios o man¨ªas sus propios deberes de funcionarios p¨²blicos. No hay por qu¨¦ dejar de reconocer, como lo ha hecho Carlota Bustelo, una mejora sensible en la actuaci¨®n de la polic¨ªa en su atenci¨®n a las mujeres maltratadas. Pero todav¨ªa son muchas las comisar¨ªas o los cuartelilos donde la denuncia por malos tratos a mujeres no se tramita, o donde el funcionario de turno se permite dar consejos a la denunciante m¨¢s de acuerdo a sus propios criterios que a los de la ley.
Para acabar con los malos tratos en el seno de la pareja es necesario, antes que nada, que el agresor no sea alentado por la creencia de que su acci¨®n va a quedar impune al amparo de unas relaciones de naturaleza personal. El papel de los jueces para que ello no sea as¨ª es fundamental. De ellos depende que el delito de lesiones no deje de serlo cuando el maltrato o el da?o f¨ªsico se produce en el marco familiar, o que la violaci¨®n o la agresi¨®n sexual no sean tales cuando tienen lugar en el seno de la pareja.
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