La 'grandeur' de Mitterrand
El jefe del Estado franc¨¦s se identifica por momentos con la figura de De Gaulle
"Llamo al r¨¦gimen gaullista dictadura porque, a fin de cuentas, es a lo que m¨¢s se parece, pues tiende ineluctablemente a un reforzamiento del poder personal". Esta frase pronunciada por el presidente de la Rep¨²blica, Fran?ois Mitterrand, en1965 es recordada ahora con malicia en uno de los libros m¨¢s vendidos en Francia en estos d¨ªas de preparativos electorales, Los siete Mitterrand, de Catherine Nay, una periodista pr¨®xima a la Asamblea de la Rep¨²blica (RPR). Mitterrand es ahora el candidato que m¨¢s se identifica con la figura del general De Gaulle.
Aunque la explotaci¨®n de las contradicciones en la peripecia vital de los dirigentes pol¨ªtico es muy propia de campa?as electorales, este libro, que quiere resaltar "las metamorfosis de un septenato", tiene la virtud de subrayar, en el cap¨ªtulo titulado Fran?ois- Charles de Gaulle, el peso de la historia francesa.Mitterrand, el pol¨ªtico que combati¨® m¨¢s encarnizadamente los conceptos b¨¢sicos de la V Rep¨²blica y a su propio fundador, principalmente en un libro legendario titulado El golpe de Estado permanente, se halla ahora identificado, m¨¢s que ning¨²n otro pol¨ªtico, con la figura del general De Gaulle, el presidente por encima del bien y del mal, el hombre que se en frenta a la historia, el pol¨ªtico que se concibe como figura m¨ªtica de un combate literario.
Catherine Nay y muchos otros comentaristas consideran que la figura de De Gaulle act¨²a como un antagonista heroico con el que combate Mitterrand, en su representaci¨®n de la historia de Francia. El septenato que Mitterrand ahora ternuna ha permitido que, al fin, el veterano socialista se situara en el mismo escenario que el general. El septenato que empieza, con la perspectiva de la construcci¨®n de Europa, puede ser para Mitterrand, en esta tragedia de su imaginaci¨®n pol¨ªtica, el de la superaci¨®n de la grandiosidad del antagonista.
Pero lejos de la imaginaci¨®n, la herencia del general De Gaulle, plasmada en los textos constitucionales y en los h¨¢bitos pol¨ªticos, se traduce,en la existencia de un sorprendente consenso entre las principales fuerzas pol¨ªticas sobre dos cuestiones centrales: la pol¨ªtica exterior y la defensa.
Los tres principales candidatos a la elecci¨®n presidencial que se celebrar¨¢ entre el 24 de abril y el 8 de mayo de este a?o est¨¢n de acuerdo en algunas cosas fundamentales legadas pr¨¢cticamente intactas de las ideas de De Gaulle. Las relaciones de Francia con ¨¦l mundo ¨¢rabe, su no integraci¨®n en la Alianza Atl¨¢ntica, el papel del arma at¨®mica, son cuestiones que defienden por igual los so cialistas y su candidato impl¨ªcito -Fran?ois Mitterrand- que los neogaullistas de Chirac o los centristas de Raymond Barre.
Los gaullistas
Adem¨¢s, la figura concreta del general no estar¨¢ ausente de la campa?a electoral. Para el RPR, que pretende ser la formaci¨®n estrictamente heredera de la saga de partidos gaullistas, principalmente el Rassembiemente du Peuple Fran?ais, o Asamblea para la Rep¨²blica (RPF), la Uni¨®n para la Nueva Rep¨²blica y la Uni¨®n de Dem¨®cratas para la Rep¨²blica, las citas a la grandeur, a "una cierta idea de Francia" (frase que sir ve para definir el propio gaullismo) o "la masa que nos apoya" son obligadas referencias a la autoridad hist¨®rica y casi sagrada de la figura fundacional de la Rep¨²blica.La cita m¨¢s espectacular de los chiraquianos es el propio hijo del general, el almirante retirado Philippe de Gaulle, cuyo enorme parecido con el general permite iniciar los m¨ªtines con el espect¨¢culo de una resurrecci¨®n.
Philippe de Gaulle, sin embargo, es una caricatura de su padre. Todo en ¨¦l es desgarbado y desproporcionado, como en su progenitor, pero ligeramente disminuido, jibarizado. Tambi¨¦n sus ideas pol¨ªticas, centradas en dos argumentos: la apolog¨¦tica del general y los lugares comunes m¨¢s conservadores de la derecha francesa. Como "gaullista biol¨®gico" seg¨²n su propia definici¨®n, Philippe vela por el uso del nombre de su padre y desautoriza con vehemencia la difusi¨®n incontrolada de la herencia gaullista entre los distintos partidos.
Pero sus celos filiales se desatan especialmente ante Mitterrand, a quien no perdona su oposici¨®n feroz al general y menos a¨²n la actual metamorfosis gaullista de su figura presidencial.
Sus estrictas ideas pol¨ªticas han sido explicadas por el director del Nouvel Observateur, Jean Daniel, en Las religiones de un presidente, un libro que se ha convertido en una lectura obligada para la campa?a electoral. A trav¨¦s de una conversaci¨®n entre el almirante y el periodista se percibe c¨®mo las ideas de la extrema derecha que encarna Jean-Marie Le Pen hacen mella en uno de los emblemas utilizados por Chirac en su campa?a.
Pero, disciplina obliga, el almirante, en honor de la prudencia de Chirac, no hace gala en p¨²blico de sus ideas profundas. Este no es el caso de su hijo, de nombre todav¨ªa m¨¢s glorioso, Charles de Gaulle, consejero regional de Nord-Pas de Calais por el otro partido de derechas, la Uni¨®n para la Democracia Francesa (UDF), que apoya a Barre para la presidencia.
Alianzas con Le Pen
Lejos de las analog¨ªas f¨ªsicas, Charles de Gaulle se ha permitido defender la idea de hacer entrar a Le Pen o a otros amigos suyos en un Gobierno de derechas. Chirac descarta sin tapujos la alianza con la extrema derecha, pero, de forma curiosa, el candidato centrista Barre es menos expl¨ªcito respecto a la alianza maldita con el ultraderechista Frente Nacional.La formaci¨®n que apoya a Barre ostenta el poder en buen n¨²mero de alcald¨ªas y consejos regionales gracias a los votos de Le Pen, cosa que sucede con menos frecuencia en el RPR de Chirac.
Barre, en cualquier caso, es el candidato qu¨ªmicamente m¨¢s gaullista. Aunque s¨®lo fue comisario europeo en Bruselas, nombrado por De Gaulle, es su actitud de ligera altaner¨ªa ante los partidos y los pol¨ªticos y su concepci¨®n de la presidencia de la Rep¨²blica lo que le sit¨²a en mayor proximidad al esp¨ªritu del general. No tiene un partido de gaullistas detr¨¢s ni cuenta con las reliquias de familia, pero supo empezar su campa?a electoral, hace unos diez d¨ªas, con una simb¨®lica visita a Colombey-les Deux-Eglises, el famoso pueblecito donde est¨¢ enterrado De Gaulle.
Barre y su gaullismo son un excelente revelador de las m¨²ltiples contradicciones de la escena pol¨ªtica francesa, en la que los gaullistas son liberales y los liberales son gaullistas, mientras los socialistas, en sus a?oranzas de la econom¨ªa p¨²blica y de la intervenci¨®n del Estado, y gracias a Mitterrand, se suman discretamente a las filas de los herederos del general.
El caso es claro en Jean-Pierre Chevenement y sus amigos de la tendencia dentro del PS Socialismo y Rep¨²blica, calificada normalmente de gaullista de izquierdas; pero era menos claro en las otras corrientes del Partido Socialista, e incluso de otras formaciones a su izquierda. Para combatir las privatizaciones de las empresas p¨²blicas, por ejemplo, han recurrido a la referencia mitol¨®gica, en este caso el recuerdo de que buena parte de dichas empresas hab¨ªan sido nacionalizadas en la liberaci¨®n por Charles de Gaulle.
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