Antoni Ballester
El catal¨¢n que 'conquist¨®' un trozo de la Ant¨¢rtida para el Rey
Lleg¨® de su cuarto viaje a la Ant¨¢rtida arropado con un chubasquero y una camisa blanca. All¨¢, junto a una bah¨ªa de la solitaria isla Livingston -"aquello parece la Costa Brava, pero hace un viento que te vuelve loco"-, perteneciente a las Shetland del Sur y habitada ¨²nicamente por especies animales (p¨¢jaros de tod tipo, focas y ping¨¹inos), este qu¨ªmico catal¨¢n de 67 a?os ha montado la primera estaci¨®n cient¨ªfica espa?ola en ese helado continente, la base Juan Carlos I, llamada as¨ª en honor del Rey.
El montaje de esta base no hubiera sido posible sin la ayuda de sus amigos de la Academia de Ciencias de Polonia, que pusieron el medio de transporte, el material necesario para descargar tan pesado equipaje y un combustible llamado vodka. El primer poblado de Livingston consta de varios m¨®dulos (talleres, almac¨¦n, biblioteca) y de un laboratorio. "No me considero un conquistador, sino un descubridor de conocimientos. Nosotros no hemos ido a la Ant¨¢rtida con ambiciones de conquistar espacio, porque este continente todav¨ªa es patrimonio de la humanidad".No obstante, Ballester cree que el campus donde se ha instalado esta base, as¨ª como unos 20 kil¨®metros cuadrados de isla, se puede considerar territorio espa?ol, aunque no exista soberan¨ªa alguna sobre ¨¦l. "Cualquier base ant¨¢rtica est¨¢ abierta a la inspecci¨®n de miembros de otros pa¨ªses, y sin previo aviso". A la topograf¨ªa que rodea la base le han puesto nombres espa?oles para hacer honor al Rey y a la Reina, a Josefina Castellv¨ª, Juan Comas y Joan Rovira, compa?eros de aventura de Ballester, y al propio qu¨ªmico catal¨¢n.
El nuevo virrey de Livingston, que tiene algo del car¨¢cter pay¨¦s y una buena dosis de la obstinaci¨®n aragonesa, considera una casualidad que todos los expedicionarios que le han acompa?ado en esta empresa sean catalanes. Ello no le impide contar, de forma anecd¨®tica, que los enviados del Ej¨¦rcito espa?ol, que se acercaron hasta Livingston para dar apoyo log¨ªstico a la base, les prohibieran colocar en la misma la se?era catalana.
Este ocean¨®grafo, casado, con dos hijos e igual n¨²mero de nietos, amigo del almirante franc¨¦s Cousteau, comenz¨® a interesarse por la Ant¨¢rtida hace ahora 23 a?os. Desde entonces ha luchado sin tregua hasta alcanzar su prop¨®sito. "Pero hay que consolidar la base y ampliarla, llevar la imaginaci¨®n espa?ola a la Ant¨¢rtida y levantar all¨ª una universidad que funcione todo el a?o. Y para lograr esto nada mejor que crear un comit¨¦ espa?ol ant¨¢rtico y polar, por si alguna vez se nos ocurre ir al Polo Norte".
Ballester recuerda los ¨¢nimos que en alguna ocasi¨®n le brind¨® Su Majestad el Rey. "Conoc¨ª a don Juan Carlos cuando era pr¨ªncipe, en una de las ediciones del sal¨®n n¨¢utico de Barcelona, y me pareci¨® que daba importancia al estamento cient¨ªfico".
Lo peor de su ¨²ltima acampada en el hielo ant¨¢rtico, dice Antoni Ballester, ha sido soportar el viento continuo y las bajas temperaturas, de hasta -35 grados, "pero todo se ha solucionado con una buena reserva de vodka polaco". La comida tambi¨¦n ha sido un problema. "S¨ª, muchas latas e incomibles salchichas de intendencia. Menos mal que nos comimos tres corderos chilenos regados con abundante vino".
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