Almod¨®var
A las ciudades las hacen los escritores o los reyes. Madrid lo hicieron entre Carlos III y un alba?il de Vallecas. M¨¢s los prosistas del XVII y del 98. El cine, que no es sino otra escritura, est¨¢ rehaciendo Madrid, el Madrid de hoy. Primero fue Berlanga y ahora es Almod¨®var.El Madrid de las pel¨ªculas de Almod¨®var es un Madrid actual, urgente, hecho de flashes, cogido al vuelo, hilvanado, con un pespunteado na?f un acabado jam¨¢s pret¨¦rito, pero siempre imperfecto. Hay tres efectos que funcionan en el cine de Almod¨¢var -hoy el m¨¢s popular de Espa?a, en todos los sentidos de la palabra-, a saber: "palpitaci¨®n de los tiempos", que dir¨ªa el fil¨®sofo, o sea inmediatez. Repesca ir¨®nica de un costumbrismo tradicional y provinciano (Chus Lampreave). Contraste reiterado entre estos dos mundos, con interinfluencias del uno en el otro. Carmen Maura contra la citada Chus, Ver¨®nica Forqu¨¦ contra Olvido Alaska. La meretriz tradicional con piso en el barrio de la Concepci¨®n frente a la rockera del Diez Minutos. De aqu¨ª, de este contraste, nacen los m¨¢ximos efectos y efectismos de Almod¨®var. M¨¢s la ingenuidad malvada de su manera de hacer cine (ingenuidad deliberada en los guiones y quiz¨¢ no tan deliberada en el montaje). Mas hay que decir que esta manera descosida y con prisas de filmar Madrid se corresponde muy naturalmente con un Madrid que se est¨¢ inventando a s¨ª mismo cada d¨ªa, que se est¨¢ haciendo deshaciendo con gran plasticidad.
Almod¨®var ha encontrado precisamente eso (buen cronista cinematogr¨¢fico de la movida), y eso es el taxista que estuvo de obrero en Alemania y dej¨® all¨ª una amante de la nobleza, o sea, el ¨¢grafo que sabe alem¨¢n. El ama de casa que se droga y la abuela de pueblo que juega (y gana) a las m¨¢quinas tragaperras, o dice, por interinfluencia generacional del nieto, "paso de vosotras, paso de todo". Dijo alguien que la realidad del mundo reside en sus met¨¢foras. Almod¨¦var ha recogido la met¨¢fora total de Madrid, al estarse transformando una cosa en otra continuamente, ha captado lo que uno llamar¨ªa el momento metaf¨®rico de las cosas, cuando unas tienden a ser otras. Y ¨¦sta es la magia de su cine mal hecho. Almod¨®var me lo dijo una vez:
-No me siento deseado, y eso es terrible.
Pero aquello ya pas¨®, supongo. Almod¨®var ha acertado con un cine secretamente tercermundista, que sublimiza su tercermundismo retratando mucho el Bronx de la Concepci¨®n y la avenida Donostiarra. Todos los cronistas por libre de Madrid nos sentimos sumidos, resumidos y asumidos felizmente por Almod¨®var.
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