El destituido Delvalle se esconde en la zona del canal
El ex presidente Eric Arturo Delvalle se encuentra refugiado en los cuarteles de las fuerzas norteamericanas en el canal de Panam¨¢, seg¨²n fuentes oficiales paname?as. Su esposa y sus hijos pasaron la noche del s¨¢bado en la residencia del embajador de Estados Unidos, Arthur Davis. Aunque fuentes norteamericanas no han reconocido que presten protecci¨®n a Delvalle, distintas versiones independientes coinciden en que el presidente destituido est¨¢ bajo resguardo de Estados Unidos, a la espera de viajar pr¨®ximamente a ese pa¨ªs. Testigos presenciales aseguran que Delvalle escap¨® de su casa ante la indiferencia de sus vigilantes.
El canal 2 de la televisi¨®n paname?a -controlado por las Fuerzas de Defensa- interrumpi¨® en la noche del s¨¢bado su programaci¨®n para informar que "un comando norteamericano" hab¨ªa "secuestrado" a Delvalle "a fin de llevarlo a Estados Unidos con prop¨®sitos inconfesables". El comunicado de un portavoz de la emisora militar a?ad¨ªa que, probablemente, el ex presidente se encontraba en la base a¨¦rea de Howard, una de las instalaciones norteamericanas en la zona del canal. Otras fuentes creen que Delvalle permanece desde la noche del viernes en alg¨²n punto de Quarry Heighs, sede del Comando Sur de Estados Unidos, en las afueras de la capital paname?a.Puestos en contacto con la residencia del embajador de Estados Unidos, los periodistas no recibieron informaci¨®n sobre el paradero de Delvalle, aunque s¨ª pudieron hablar con sus familiares all¨ª refugiados, que aseguran que el ex presidente est¨¢ en lugar seguro y bien protegido.
Clima de ficci¨®n
Las versiones sobre la forma en que Delvalle sali¨® de su casa en un barrio del centro de Panam¨¢ ilustran el clima de ficci¨®n que permanentemente rodea la crisis que vive este pa¨ªs. Las primeras noticias, procedentes de Washington, afirmaban que el ex presidente hab¨ªa conseguido burlar la guardia que rodeaba su residencia saltando una verja y huyendo a pie. La verdad, posteriormente conocida de boca de testigos presenciales, es que Delvalle sali¨® en un coche con cristales ahumados ante la indiferencia de sus vigilantes.Es cierto que Delvalle permanec¨ªa formalmente incomunicado desde la tarde del viernes, pero tambi¨¦n lo es que los mismos guardias que prohib¨ªan el paso en una esquina de la calle lo autorizaban en otra con cualquier excusa trivial. No pod¨ªan entrar a la residencia del. ex presidente los periodistas, pero s¨ª cualquier persona que, sin identificarse, confesara alg¨²n tipo de parentesco con Delvalle. Tambi¨¦n se permit¨ªa, sin ning¨²n tipo de control, la salida de coches de la zona supuestamente acordonada. En estas condiciones, la huida de Delvalle no tuvo por qu¨¦ ser un acto heroico.
Como tampoco lo es, a juzgar por la actitud de la poblaci¨®n paname?a, su comportamiento frente a los acontecimientos ocurridos en Panam¨¢ en los ¨²ltimos d¨ªas. Delvalle era un hombre desprestigiado desde que accedi¨® a la presidencia, prest¨¢ndose al mismo juego del que ha sido v¨ªctima -en 1985 sustituy¨® al derrocado Nicol¨¢s Ardito Barletta- Se hizo m¨¢s impopular durante su gesti¨®n, en la que, cuando fue necesario, acept¨® las presiones del general Noriega. Y no ha ganado m¨¢s cr¨¦dito con su destituci¨®n, fr¨ªamente acogida por los paname?os. Nadie ha movido un dedo en Panam¨¢ en defensa del presidente depuesto, pese a que el golpe de Estado constitucional que puso fin a su mandato no ha acarreado el despliegue de efectivos militares en las calles.
En Panam¨¢, Delvalle no es ning¨²n adalid en defensa de la democracia. Ni la situaci¨®n se plantea en esos t¨¦rminos. La poblaci¨®n paname?a es la primera sorprendida del cariz que los acontecimientos han tomado por estos sucesos.
El temido Noriega
El general Noriega no es un personaje querido por los paname?os; para muchos es, incluso, un dirigente temido por su pasado como jefe del servicio secreto y por las acusaciones en su contra, m¨¢s o menos admitidas aqu¨ª. Pero su mandato no se sufre en Panam¨¢ como la dictadura sanguinaria que parece verse desde otros pa¨ªses. Su relevo probablemente ser¨ªa bien recibido por una gran parte del pa¨ªs, pero, como los hechos han demostrado, muy poca gente est¨¢ dispuesta a jugarse algo para que eso ocurra. Por el contrario, Noriega ha ido ganando espacio y su figura pol¨ªtica se ha fortalecido.Seg¨²n informes de organizaciones internacionales, en Panam¨¢ no hay presos pol¨ªticos, no se tortura -al menos, de forma sistem¨¢tica-, existe libertad de manifestaci¨®n, de reuni¨®n, act¨²an partidos pol¨ªticos de todas las tendencias. Desde que el pasado verano se iniciaron las marchas de protesta, hasta la fecha s¨®lo ha habido dos muertos, y no por disparos de la polic¨ªa sino en enfrentamientos entre grupos rivales. La libertad de expresi¨®n es un hecho que se comprueba desde el momento de poner los pies en este pa¨ªs, y las mayores violaciones a la libertad de Prensa en los ¨²ltimos meses han sido el cierre, en dos ocasiones distintas, de tres peri¨®dicos y var¨ªas emisoras de la oposici¨®n.
La intromisi¨®n de los militares en la pol¨ªtica y su control sobre el poder civil es tambi¨¦n un hecho innegable, pero, al mismo tiempo, eso ha contribuido a un nivel de desarrollo y de justicia social muy superior a los de otros pa¨ªses de Centro y Suram¨¦rica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.