Guinea y Espa?a
A MEDIDA que pasa el tiempo se van haciendo m¨¢s complejos los problemas pol¨ªticos y econ¨®micos de Guinea Ecuatorial y m¨¢s dif¨ªcil la evoluci¨®n de sus relaciones con la antigua metr¨®poli, Espa?a. La construcci¨®n del Estado ecuatoguineano ha pasado por fases traum¨¢ticas. El pa¨ªs tuvo la mala fortuna de empezar su vida independiente con un presidente, Mac¨ªas, que a su locura y despotismo un¨ªa rencores tribales a¨²n m¨¢s llenos de demencia. A ello se sum¨® la incapacidad gen¨¦rica del entonces Gobierno espa?ol para guiar discreta y delicadamente, como deber¨ªa haber ocurrido en aquellos momentos de balbuceo pol¨ªtico, los pasos del nuevo pa¨ªs y facilitar su evoluci¨®n desde un sistema tribal a otro de una cierta organizaci¨®n pol¨ªtica. Mac¨ªas y Espa?a sumieron a Guinea en la esquizofrenia.El presidente Obiang, que derroc¨® a Mac¨ªas mediante un golpe de Estado, dentro de los l¨ªmites de una evoluci¨®n dificil¨ªsima, ha hecho una labor meritoria al frente de su naci¨®n. Ahora le toca dar un paso m¨¢s: convocar elecciones presidenciales el a?o que viene y permitir el libre juego de los partidos. En este sentido, es una buena noticia que el Partido del Progreso, de Severo Moto, firmemente apoyado en la Democracia Cristiana europea, haya anunciado el regreso a Malabo. En esta tarea de construcci¨®n y aggiornamento del Estado, Obiang est¨¢ ahora solo y no debe contar, en el futuro, con la ayuda de Espa?a. Ello es normal: si se quiere que un sistema pol¨ªtico sea libre, la experiencia ense?a que hay que construirlo sin intervenci¨®n exterior, lo que no quiere decir que no se deba o pueda contar con la solidaridad y el impulso, moral o econ¨®mico, de los amigos.
Mientras tanto, empeora la relaci¨®n de Guinea Ecuatorial con Espa?a a la hora de recibir asistencia al desarrollo econ¨®mico. La cooperaci¨®n espa?ola ha sido y sigue siendo sensiblera, dispendiosa para el bolsillo del contribuyente y absolutamente in¨²til para el enderezamiento de la econom¨ªa ecuatoguineana. Ser¨ªa necesario examinar en profundidad el esfuerzo cooperador de Espa?a, ejercido a trav¨¦s del Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana (ICI), para averiguar d¨®nde est¨¢n las ra¨ªces de tal fracaso, pero probablemente no le es ajeno un antiimperialismo distorsionado y una pol¨ªtica de ayuda a fondo perdido que excluye cualquier filosof¨ªa inversora seria.
Han sido cosas tan primitivas y elementales como prestar dos Aviocar que acabar¨¢n volviendo a Espa?a por falta de qui¨¦n los maneje, en lugar de formar tripulaciones nativas; permitir la quiebra del Guinextebank en vez de imponer disciplina econ¨®mica y financiera; prestar o¨ªdo indiscriminado a las quejas de incomprensi¨®n de negociantes, antes que comprender que detr¨¢s de ellas se escond¨ªan la mala administraci¨®n y la mendacidad sin freno; gastar dinero del contribuyente espa?ol a manos llenas sin atreverse a exigir rentabilidad a cada inversi¨®n, por el mal entendido pudor de que no puede pedirse una cuenta de resultados cuando se est¨¢ regalando algo. Simult¨¢neamente, la cooperaci¨®n ha carecido de la m¨¢s elemental serie dad y capacidad t¨¦cnica.
No sorprende que, sin poner en tela de juicio su acendrado espa?olismo, Guinea Ecuatorial, a tientas y no sin inocente torpeza, haya buscado disciplina en la ¨²nica otra oferta posible: la del ¨¢rea franc¨®fona del ?frica central. Dura medicina, porque, aparte de impon¨¦rsele los controles econ¨®micos y financieros que nunca le exigi¨® Espa?a, los ecuatoguineanos comprueban que se les niega el dinero sin restricciones a que estaban acostumbrados y que, adem¨¢s, empresas francesas acabar¨¢n consiguiendo quedarse con la explotaci¨®n comercial de servicios tan esenciales como los aeropuertos o la televisi¨®n.
Aunque la cuesti¨®n no puede retrotraerse a los a?os en que Espa?a hac¨ªa y deshac¨ªa a su antojo, una colaboraci¨®n realista con Francia podr¨ªa dar ahora resultados positivos para el desarrollo de nuestra antigua colonia. Reconocer errores y enmendar las v¨ªas es de sabio Gobierno. Acaso el nuestro deber¨ªa aprovechar el impulso que le imprima la reci¨¦n creada Comisi¨®n Interparlamentaria de Control de la Cooperaci¨®n.
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