El Real Madrid logr¨® derrotar a Petrovic
?Rompi¨® el Madrid el maleficio Petrovic? Casi. Pero es que si ayer llegan a ganar los yugoslavos habr¨ªan socavado, cual tremenda herej¨ªa, uno de los santos mandamientos del baloncesto. Un equipo sin altura, un equipo que desprecia el rebote, un equipo que le da la espalda al juego de los pivots, no debe ganar un partido. As¨ª lo dice la Biblia de este deporte. Y es justo lo que sucedi¨® ayer: Romay cumpli¨® con su partido del a?o, el Madrid hizo un 62% de acierto porque pudo forzar hasta la extenuaci¨®n su juego bajo el tablero y Petrovic qued¨®, frenado con s¨®lo 21 tantos en su haber, dos de ellos en toda la segunda parte. Ayer, por tanto, no pas¨® nada especial... Bueno, s¨ª, es cierto, Petrovic cay¨® ante el Real Madrid. Ya era hora.Su fracaso no hay que apunt¨¢rselo a nadie por muchas razones. La principal Fue que Lolo Sainz, sabedor de que la Cibona se ve obligada, m¨¢s que nunca, a jugar por el exterior de la zona, orden¨® cambios autom¨¢ticos de marcaje en cuanto la estrella yugoslava trataba de aprovecharse de un bloqueo para dejar a su defensor enganchado en un compa?ero. As¨ª, pues, Llorente, Biriukcov, Alexis, Corbal¨¢n e Iturriaga se alternaron en su marcaje seg¨²n las evoluciones del yugoslavo. Adem¨¢s de este detalle, el Madrid altern¨® la zona en los saques de banda. Con ello consigui¨® m¨¢s que impedir un. c¨®modo uno contra uno de Petrovic, desconectarle de sus compa?eros, tanto para cuestiones de auxilio como para buscar alternativas. El juego termin¨® desvi¨¢ndose hacia su lugarteniente, Cvjeticanin, que tuvo que verse obligado a desempe?ar el papel de Petrovic en casi toda su extensi¨®n. Y lo cierto es que no lo hizo nada mal.
Pero la cruda realidad era otra. Un equipo, la Cibona, jugaba con un solo pivot, Arapovic, incapaz adem¨¢s de intimidar en los tableros. A su lado, Romay se convirti¨® en un jugador imparable, que recib¨ªa asistencias clar¨ªsimas en muchas ocasiones, bien acompa?ado adem¨¢s por Branson. El Madrid opt¨® descaradamente por jugar con sus pivots; apost¨® todo, el piso, el coche, los ahorros, el rosario de Lolo Sainz... hasta el punto de que, en la primera parte, solamente consigui¨® dos canastas de media distancia. Dos.
La Cibona hizo, para remate, agua en su sistema defensivo, la famosa zona de acoplamiento, que dejaba siempre descaradamente solo a Romay Cuando pudo cerrarse un poco mejor, se encontr¨® con que el Real Madrid, algo menos neur¨®tico ante lo que estaba pasando hac¨ªa circular con mucha soltura la pelota.
Todo parec¨ªa sentenciado. Exist¨ªa un miedo latente a Petrovic, que se iba difliminando con cierta espectacularidad por su oscur¨ªsimo segundo tiempo, en el que consigui¨® una canasta de siete intentos. Un porcentaje as¨ª constitu¨ªa toda una anormalidad, -ni tanto ni tan calvo podr¨ªa decirse-, pero, en el minuto 10 de la segunda parte, en poco m¨¢s de 90 segundos, una ventaja de 11 tantos (70-59) se quedaba en nada (76-76). ?Era posible que al final del camino, tras datos estad¨ªsticos tan elocuentes, el marcador se?alase un empate? ?Era real? ?Estaba justificado? Ah¨ª, precisamente ah¨ª, es donde puede encontrarse la raz¨®n verdadera que explique porqu¨¦ un equipo como la Cibona ha hecho lo que ha hecho en todo este tiempo. Lolo Sainz, acertadamente esta vez, sac¨® a Llorente y el tr¨ªo Llorente-Biriukov-lturriaga oper¨® con urgencia esa situaci¨®n tan delicada, tan emotiva.
Sin embargo, la conclusi¨®n final es que nadie vio a la Cibona perder los papeles. ?Lo vio alguien de veras? El segundo tiempo que hizo Petrovic deber¨ªa entenderse como una gran hecatombe para este equipo, pero la Cibona perdi¨® por 13 tantos, que no es ni mucho ni poco, y tiene la oportunidad de rectificar en Zagreb el pr¨®ximo mi¨¦rcoles. Algunos de sus jugadores, tienen una cualidad fuera de lo com¨²n: saben leer el partido, saben entender lo que est¨¢ pasando. Toda la leyenda negra que arrastra este equipo es mera an¨¦cdota al lado de esta cualidad que significa buena t¨¦cnica, buenos fundamentos, e inteligencia. Y lo mejor que hizo el Madrid fue, precisamente, imitarles en eso: no perder los papeles con el empate a 76; no echarle narices, sino un poco de lectura.
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