Reagan promete no sacrificar a Europa en el altar de la nueva distensi¨®n
Ronald Reagan, ya con un pie en la historia, se presentar¨¢ hoy ante los aliados de la OTAN en Bruselas con la ret¨®rica de que "un ataque de la URSS contra M¨²nich es lo mismo que un ataque contra Chicago", y con la promesa de que su boa de miel con Mijail Gorbachov no significa que Estados Unidos vaya a entregar a Europa en el altar de la nueva distensi¨®n con Mosc¨². El presidente, tras la firma del tratado sobre los misiles de alcance intermedio (INF), reforzar¨¢ la imagen del frente aliado s¨®lo tres meses antes de su nueva cumbre con Gorbachov.
Pero la realidad presupuestaria norteamericana y la creciente desilusi¨®n de la opini¨®n p¨²blica con unos aliados a los que se considera reacios a pagar la cuenta de la defensa com¨²n hacen muy probable que el pr¨®ximo presidente de EE UU, sea del color que sea, reconsidere el compromiso americano con el Viejo Continente, iniciando un progresivo desenganche. Reagan intentar¨¢ disipar estos temores en la capital belga y, al mismo tiempo, elogiar¨¢ los esfuerzos por reforzar el pilar europeo de la Alianza, ya sea a trav¨¦s de la cooperaci¨®n de Francia y la RFA o de la Uni¨®n Europea Occidental (UEO).Reagan, que se llev¨® a Bruselas entre su s¨¦quito a un int¨¦rprete de espa?ol presumiblemente para dialogar con Felipe Gonz¨¢lez, dijo ayer a la salida de Washington que las tropas norteamericanas permanecer¨¢n en Europa "bajo cualquier Administraci¨®n, mientras los europeos lo deseen".
El presidente quisiera regresar a Washington el jueves con un cierto compromiso aliado de modernizar sus ej¨¦rcitos y soportar una mayor parte de la responsabilidad defensiva, que aguanta sobre todo EE UU. La idea de compartir la carga se ha convertido casi en una obsesi¨®n en Washington. El 53% de los americanos cree que la contribuci¨®n europea a la defensa com¨²n es "demasiado peque?a".
El 'siglo del Pac¨ªfico'
Estados Unidos ya no vive mirando a Europa. La clase pol¨ªtica de la posguerra que edific¨® la Alianza Atl¨¢ntica est¨¢ a punto de desaparecer; las nuevas doctrinas estrat¨¦gicas surgidas en Washington descartan el peligro del choque Este-Oeste en Centroeuropa y ponen el ¨¦nfasis en la periferia del Tercer Mundo. Las noticias de estos d¨ªas ponen de manifiesto la dificultad de EE UU para atender varios frentes de conflicto a la vez: Shultz, impotente para reavivar el proceso de paz en Oriente Pr¨®ximo, la crisis de Panam¨¢ y de toda Centroam¨¦rica y el desarme estrat¨¦gico.
Est¨¢ de moda aqu¨ª este invierno hablar del declive del imperio norteamericano y del final, aunque lento, del siglo americano y la emergencia del siglo del Pac¨ªfico. Seg¨²n Paul Kennedy, un historiador de Yale que ha escrito el ensayo de lectura obligada para las elites norteamericanas, The rise and Jall of the great powers, el ocaso de la superpotencia norteamericana tendr¨¢ lugar por su incapacidad, como ya anta?o les ocurriera a los imperios espa?ol, franc¨¦s y brit¨¢nico, para pagar sus compromisos mundiales.
Ronald Reagan, en su ¨²ltimo viaje a Europa occidental antes de abandonar la presidencia, tratar¨¢ de cerrar filas y reafirmar la cohesi¨®n de una alianza cada vez menos americana pero muy lejos a¨²n de hallar una estrategia capaz de sustituir al paraguas nuclear estadounidense. El presidente, temido por los europeos hace siete a?os como un pol¨ªtico peligroso al que su ideolog¨ªa extrema le llevar¨ªa a un gran choque con la URSS, se presenta en Bruselas como el palad¨ªn de la distensi¨®n.
Los europeos -aterradoshace a?o y medio, cuando Reagan, en la cumbre de Reikiavik, ofreci¨® sin consulta alguna a los aliados un desarme nuclear total a Gorbachov- necesitan seguridades de que el proceso de desarme no ir¨¢ demasiado lejos. Y Reagan est¨¢ dispuesto a darlas. El tratado INF, que inicia en la pr¨¢ctica la desnuclearizaci¨®n de Europa, no supone que el continente se quede sin protecci¨®n at¨®mica. Hay todav¨ªa 4.000 cabezas nucleares y 325.000 soldados norteamericanos en el Viejo continente. Y la doctrina de la respuesta flexible sigue vigente.
Este mensaje b¨¢sico ser¨¢ reiterado por Reagan, que calmar¨¢ a los aliados, a los que explicar¨¢ que es pr¨¢cticamente imposible -por lo dif¨ªcil de los problemas en juego (verificaci¨®n y sistema de defensa espacial)- que pueda firmar un tratado formal con Gorbachov en el Kremlin en la ¨²ltima semana de mayo. Antes de abandonar Washington, el presidente ha prometido que seguir¨¢ intentando el acuerdo de reducci¨®n a la mitad de los arsenales estrat¨¦gicos de las dos superpotencias hasta el d¨ªa en que deje la Casa Blanca.
Realismo de la Administraci¨®n
Aunque el secretario de Estado, George Shultz, a¨²n acaricia la idea de que este paso hist¨®rico es a¨²n posible en 1988, el realismo y el, funcionamiento interno de esta Administraci¨®n y del Congreso hacen m¨¢s plausible la conclusi¨®n de un acuerdo marco sobre armas estrat¨¦gicas, que deber¨ªa desarrollar el pr¨®ximo presidente y ratificar el siguiente Congreso. La aceleraci¨®n en pol¨ªtica exterior que vive la Casa Blanca en los ¨²ltimos meses de la era de Reagan no implica que el presidente, por pasar a la historia, est¨¦ dispuesto a firmar cualquier cosa en su cumbre de Mosc¨².
Reagan no desembarca. en Bruselas con una nueva estrategia para la nueva era de la defensa europea que se abrir¨¢ tras la eliminaci¨®n de los misiles INF. Este nuevo pensamiento a largo plazo tardar¨¢ en llegar y no existe a¨²n entre los aliados el consenso necesario. Un ejemplo es la decisi¨®n de postergar el vidrioso debate sobre la modernizaci¨®n de las armas at¨®micas de corto alcance. La Administraci¨®n norteamericana se conforma con que el encuentro de 48 horas en Bruselas sirva para dar la impresi¨®n de cohesi¨®n y unidad, despejando las dudas surgidas tras el acuerdo sobre los euromisiles.
?ste, asegurar¨¢ Reagan, es un ¨¦xito de la unidad y la determinaci¨®n mostradas por la OTAN y de la pol¨ªtica de negociar desde la firmeza seguida por Washington. La Administraci¨®n desea que la cumbre sirva para definir los objetivos de la Afianza y el calendario en los pr¨®ximos meses, acordando una posici¨®n de partida que sirva para iniciar la negociaci¨®n para reducir el desequilibrio de fuerzas convencionales entre el Este y el Oeste. Y conf¨ªa en que sirva tambi¨¦n para que la Alianza retome la iniciativa perdida ante la habilidad mostrada por Mijail Gorbachov para lograr la confianza de los aliados, adelant¨¢ndose a nuevos y seguros golpes de efecto del l¨ªder sovi¨¦tico.
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