Elogio de un escritor de cine
No hace mucho tiempo, creo recordar que la ceremonia de los oscars del pasado a?o, Steven Spielberg, con el aspecto apesadumbrado de quienes se hablan a s¨ª mismos en voz alta, lament¨® p¨²blicamente la lenta extinci¨®n en el cine de su pa¨ªs de lo que anta?o fue su tesoro oculto, uno de los secretos, tal vez el m¨¢s decisivo, de lo que le condujo tantas veces, y ya no alcanza m¨¢s que a salto de mata, a los alrededores de la perfecci¨®n.Se quej¨® el cineasta norteamericano de la progresiva y mortal p¨¦rdida del genuino escritor de cine, ese que la jerga del oficio llama guionista y es mucho m¨¢s que lo que deja entender la estrechez de esta palabra: es -en las grandes pel¨ªculas- creador, a trav¨¦s de palabras, del primer y b¨¢sico estadio de la imagen.
Hechizo de luna (Moonstruck)
Direcci¨®n: Norman Jewison. Gui¨®n: John Patrick Shanley. Fotograf¨ªa: David Watkin. M¨²sica: Dick Hyman. Producci¨®n: Patrick Palmer para la Metro-Goldwin-Mayer. EstLados Unidos, 1987. Int¨¦rpretes: Cher, Nicholas Cage, Vincent Gardenia, Olympia Dudakis, Danny Aiello, Feodor Chaliapin. Estreno en Madrid: cines Roxy, La Vaguada, Carlos III y (en versi¨®n original subtitulada) Alexandra.
En el pasado festival de Berl¨ªn, Moonstruck, o Hechizo de luna, obtuvo uno de los m¨¢s importantes premios; y, esta decisi¨®n del jurado fue sancionada con una apreciaci¨®n a todas luces injusta de las verdaderas jerarqu¨ªas art¨ªsticas que contiene la pel¨ªcula: se premi¨® en ¨¦l la labor de direcci¨®n de Norman Jewison, que no pasa de correcta. Nunca este director ha sobrepasado los l¨ªmites de la buena ilustraci¨®n, pero al fin y al cabo s¨®lo ilustraci¨®n, de guiones que alcanzan posibilidades de expresi¨®n m¨¢s all¨¢ de sus capacidades: recu¨¦rdese El rey del juego, que sigue siendo el punto m¨¢s alto de su filmograf¨ªa y en la que la narraci¨®n est¨¢ muy por encima de su narrador.
L¨®gica deforme
?Qu¨¦ l¨®gica dedujo el origen de la bondad de este filme de las comunes estrecheces de la imaginaci¨®n de su director y no de la excepcional anchura del talento de su guionista, John Patrick Shanley, un genuino escritor de cine, cuya fertilidad, ingenio y elegancia, a tenor de la desarmante agilidad con que crea y entreteje personajes, situaciones e hilos de tiempo, est¨¢ a la altura de aquellos eminentes escritores de cine a?orados por Spielberg?Una l¨®gica deforme, sin duda, pues Hechizo de luna, segunda obra de John Patrick Shanley -la primera, Cinco esquinas, es aqu¨ª todav¨ªa in¨¦dita- le convierte en autor de uno de los guiones m¨¢s ingeniosos y mejor construidos que se han visto en una pantalla en los ¨²ltimos a?os.
La pel¨ªcula, amable, llena de encanto, divertida, sutil, a veces complicada, pero siempre f¨¢cil de seguir, es mejor por los trenzados l¨ªricos que cuenta -pues, aunque ¨¦stos rocen a veces el halago y el conservadurismo, lo hace de tal manera que nunca incurre en ellos- que por el pulso, a veces inseguro, de quien los materializa visualmente. Por ejemplo, Jewison no logra visualizar, m¨¢s que a ratos discontinuos, el sustrato oper¨ªstico que, como un r¨ªo subterr¨¢neo, discurre por el fondo de la comedia urdida por Shanley, y esto hace que el filme se extrav¨ªe a veces del cauce de su columna vertebral y discurra fuera del ritmo mel¨®dico adecuado, con desfallecimientos en su poder de fascinaci¨®n.
Y, nuevamente a modo de indicaci¨®n, pues si fu¨¦ramos exhaustivos ser¨ªa el cuento de nunca acabar, Jewison no logra visualizar rasgos distintivos de las situaciones y los personajes, como la creencia de Cher de que es gafe, que es mil veces dicha y nunca verificada por la imagen; o la fuerte interrelaci¨®n esc¨¦nica de los varios lugares donde transcurren los entresijos de la comedia; o el desvelamiento de que ¨¦sta se apoya en un n¨²cleo de tenso dramatismo, como es el sustrato de un odio entre hermanos, que es tratado por el director como una rama de la acci¨®n, cuando en realidad es su tronco.
Y el espectador no tiene otro acceso a estos y otros rasgos esenciales de la ficci¨®n que el que le proporcionan los di¨¢logos, que enuncian multitud de signos no hechos, o a medio hacer, materialmente en la pantalla. Est¨¢n en el filme, porque est¨¢n en su gui¨®n y porque los excelentes actores -es un filme coral homog¨¦neamente interpretado, lo que s¨ª es un acierto indiscutible de Jewison- lo transmiten.
Pero, pese a la irregular, a ratos inspirada y a ratos rutinaria, realizaci¨®n de Norman Jewison, la poderosa originalidad del gui¨®n de Shanley y la gracia de los int¨¦rpretes es tanta, que capturan -por encima de los vac¨ªos de inter¨¦s imputables a la arritmia de la direcci¨®n- al espectador y le reconcilian con algunas de las mejores tradiciones del cine considerado como juego, como noble arma de olvido, como reconfortante respuesta imaginaria a algunas s¨®rdidas agresiones de la realidad.
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