La peseta y el SME
CON EL paso de los meses, la convergencia de la adhesi¨®n de Espa?a al Sistema Monetario Europeo (SME) ha dejado de ser una cuesti¨®n acad¨¦mica para convertirse en un problema pr¨¢ctico cuyo componente esencial no es tanto el principio de la adhesi¨®n, que parece decidido, sino el momento y las modalidades de la misma.El fondo del problema es relativamente simple: la unidad europea requiere a largo plazo la unificaci¨®n monetaria, y el Sistema Monetario Europeo es el primer paso hacia la adopci¨®n de una moneda ¨²nica en los pa¨ªses de la Comunidad. Contrariamente a los presagios que se emitieron en el momento de su puesta en marcha, el SME ha funcionado correctamente en estos primeros a?os, amortiguando las fluctuaciones de las monedas y limitando las consecuencias econ¨®micas de las fuertes oscilaciones del d¨®lar. En la actualidad, todos los pa¨ªses que forman parte del SME, salvo Italia, han aceptado una banda de fluctuaci¨®n entre sus monedas del 2,25%. Italia obtuvo en su d¨ªa una banda m¨¢s amplia -el 6%- y el Reino Unido no participa en el sistema, aunque la cuesti¨®n se discute peri¨®dicamente en este pa¨ªs.
En cuanto a Espa?a, nadie discute el principio de la adhesi¨®n; lo que est¨¢ en tela de juicio es el momento y las modalidades de la misma. Quienes tienen por misi¨®n velar por la estabilidad de la, moneda urgen la entrada en el sistema, mientras que quienes miran m¨¢s por el equilibrio exterior de nuestra econom¨ªa y la buena marcha de las exportaciones no tienen prisa en adherirse a un mecanismo que implica aceptar una disciplina r¨ªgida en cuanto al tipo de cambio. Puestas as¨ª las cosas, conviene tener presente que el SME funciona de hecho en tomo al marco alem¨¢n y que la estabilidad monetaria de este pa¨ªs ha tenido y tiene como precio aceptar un ritmo de crecimiento de la econom¨ªa notablemente inferior al deseable, al menos desde la perspectiva de la creaci¨®n de empleo. Mientras la Rep¨²blica Federal de Alemania no se decida a practicar una pol¨ªtica econ¨®mica m¨¢s expansiva, entrar en el SME significa aceptar un riesgo elevado de reducci¨®n de la tasa de crecimiento de nuestra econom¨ªa. Los pa¨ªses que han sido capaces de alcanzar fuertes tasas de crecimiento lo han hecho, en general, con tipos de cambio que han favorecido el desarrollo de sus exportaciones: Jap¨®n y los pa¨ªses del sureste asi¨¢tico son una buena prueba de ello.
Es posible, sin embargo, que los imperativos pol¨ªticos de la construcci¨®n europea aceleren la adhesi¨®n al sistema, en cuyo caso lo que importa son las modalidades de la misma. Desde esta perspectiva, lo que importa es la banda de fluctuaci¨®n que se permitir¨ªa a la peseta y la paridad de partida. En cuanto al primer aspecto, se ha hablado ¨²ltimamente de la posibilidad de establecer de manera transitoria una banda de fluctuaci¨®n como la italiana: de ser as¨ª, los inconvenientes de la adhesi¨®n se ver¨ªan reducidos en el corto plazo, a la espera de que la tasa de inflaci¨®n espa?ola se redujese hasta acercarse lo suficiente a la alemana. En cuanto a la paridad de partida, ser¨ªa necesario definir la que mejor corresponda a las circunstancias de fondo de nuestra econom¨ªa. Actualmente cabe sostener la tesis de que la elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s internos ha llevado a la peseta a una cotizaci¨®n excesivamente elevada en relaci¨®n con las monedas fuertes de la Comunidad y que ¨¦sta no refleja la competitividad de nuestra econom¨ªa. La entrada en el SME es inevitable a medio plazo, ya que constituye un elemento esencial de la construcci¨®n europea: el problema radica en la elecci¨®n del momento y de las modalidades de la adhesi¨®n, que deber¨ªan estar dictadas m¨¢s por consideraciones econ¨®micas que por necesidades pol¨ªticas, por muy importantes que ¨¦stas puedan ser.
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