Los curas del siglo XXI
Es un espejismo. Temible para unos, deseable para otros, pero es un espejismo querer mantener y/o resucitar el cura de otros tiempos. Y ello aun reconociendo que hubo entre ellos muchos hombres benem¨¦ritos, generosos, sencillos, serviciales, cercanos al pueblo a su manera, que era la de la eclesiolog¨ªa y la pedagog¨ªa de otros tiempos, paternalista casi siempre y autoritaria a veces.Ni el mundo ni la Iglesia viven hoy en las mismas circunstancias. Dejando aparte los nost¨¢lgicos, que nunca faltan en todo colectivo con historia, la Iglesia posconciliar ha renunciado sinceramente al modelo de cristiandad y ha asumido l¨²cidamente el pluralismo de la sociedad, las reglas del juego democr¨¢ticas, la libertad religiosa y la secularidad, mientras que en el interior ha renacido el esp¨ªritu fundacional de la comunidad cristiana, fraternal, corresponsable, comprometida con el hombre y con la historia.
Dentro de esta fraternidad de servicios y carismas complementarios entre s¨ª, desde los tiempos apost¨®licos aparece la figura del obispo presb¨ªtero, animador y coordinador de todos los carismas, presidente de la celebraci¨®n de la eucarist¨ªa, sacerdote ministerial al servicio del sacerdocio bautismal de todos los miembros de la comunidad.
La forma de ejercicio de este papel ha ido cambiando con los tiempos, seg¨²n los cambios que sufr¨ªa, a su vez, la relaci¨®n del mundo con la Iglesia. L¨®gicamente, no puedo desarrollar aqu¨ª este aspecto. S¨ª conviene destacar al menos que algunos sufren una especie de paralaje hist¨®rico al defender como lo aut¨¦ntico, lo permanente y lo fundamental aspectos que en realidad han sido pasajeros y relativamente tard¨ªos en la figura sociol¨®gica del ministerio sacerdotal.
Aunque yo me orden¨¦ de presb¨ªtero hace tan s¨®lo 30 a?os, a¨²n pude conocer, admirar y pretender realizar, el tipo de cura que reflejan obras tan populares en su tiempo como el libro de Beguirist¨¢in Por esos pueblos de Dios o el filme de Escriv¨¢ La mies es mucha. Y, sin embargo, ni los cristianos ni los mismos pastores podemos aferrarnos a esas o a otras formas accidentales y pasajeras, por hist¨®ricas y coyunturales. Hay que distinguir entre la motivaci¨®n fundamental de la vocaci¨®n al ministerio pastoral y sus expresiones variadas y variables.
No creo que entre los 2.115 j¨®venes que se est¨¢n preparando actualmente para el sacerdocio ministerial en los seminarios mayores de Espa?a, y que hoy celebran el D¨ªa del Seminario, haya nadie que sue?e todav¨ªa con el huerto del cura, la tertulia en la rebotica, que le besen la mano por las calles o que le dejen el asiento en el autob¨²s. Saben muy bien que les espera una Iglesia en trance de una intensa re-conversi¨®n y catequizaci¨®n y enfrentada a una segunda evangelizaci¨®n; unas comunidades cristianas formadas por un laicado adulto que ya no acepta el paternalismo del clero, sino una colaboraci¨®n y una corresponsabilidad fraternales; una sociedad espa?ola plural y secularizada, en gran parte distante del mundo religioso, desconfiada de la Iglesia y a veces rencorosa y agresiva; donde habr¨¢ que ganarse a pulso la credibilidad, la confianza y la amistad para poder compartir nuestra esperanza cristiana y colaborar juntos en el servicio al hombre y a la sociedad.
Es interesante destacar aqu¨ª, aunque sea brevemente, algunos rasgos del perfil sociol¨®gico del seminarista espa?ol en la actualidad, seg¨²n un estudio sociol¨®gico reciente, con una fiabilidad cient¨ªfica del 98%. En contra de la opini¨®n de que el sacerdocio podr¨ªa representar para la mayor¨ªa una promoci¨®n en el orden cultural, hoy todos necesitan haber cursado el COU para poder hacer el ingreso en el seminario mayor, y un 13,4% lo hizo con estudios universitarios, mientras que la media espa?ola es tan s¨®lo del 7,2%.
Si en 1969. el 60% de los seminaristas hab¨ªa nacido en poblaciones de menos de 5.000 habitantes, hoy ha descendido al 37%, habi¨¦ndose duplicado el n¨²mero de los nacidos en poblaciones de m¨¢s de 100.000 habitantes, pasando en 20 a?os del 14% al 26%. Tambi¨¦n se ha duplicado el n¨²mero de seminaristas procedentes de la clase obrera, aumentando en dicho per¨ªodo del 20% al 40%, y ha crecido la edad media de los seminaristas y se ha, triplicado el n¨²mero de las vocaciones adultas. Digamos, finalmente, que, mientras hace 20 a?os el porcentaje de seminaristas mayores que se encontraban indecisos ante su vocaci¨®n era del 24,39%, en la actualidad ha descendido esta inseguridad al 4,4%.
Sin negar que puedan darse excepciones aisladas, parece en general que la orientaci¨®n de los seminarios en Espa?a es fiel al esp¨ªritu del Concilio Vaticano II, buscando armonizar la continuidad entre los grandes principios de la tradici¨®n de la Iglesia cat¨®lica occidental con la adaptaci¨®n a los hombres y al mundo de nuestro tiempo. Me parece simplista y hasta un tanto maniqueo contraponer de manera absoluta el cura de ayer y el cura de ma?ana, como si fueran o pudieran ser dos especies completamente diferentes. Parece como si hubiera que elegir necesariamente entre el tipo de cura reaccionario y ultraconservador o no s¨¦ qu¨¦ clase de cura entre explorador o aventurero de la pastoral, que empezase de cero, sin continuidad con la experiencia de la tradici¨®n eclesial.
En la vocaci¨®n cristiana al ministerio pastoral se dan siempre unas coordenadas fundamentales en las que pueden apoyarse esos 57.000 seminaristas del clero diocesano que actualmente hay en todo el mundo (85.000, contando tambi¨¦n los religiosos). En definitiva, se trata de la llamada de Jesucristo por medio de su esp¨ªritu para colaborar en su misi¨®n de anunciar el evangelio al mundo, de hacer presente entre los hombres el amor de Dios Padre, de convocar a la comunidad cristiana por la palabra y por los sacramentos y de dar ante los hombres signos de caridad, servicio y solidaridad.
Aunque entre tanto cambien muchas cosas en el mundo y en la Iglesia, el seminarista de finales del siglo XX, que ser¨¢ cura en pleno siglo XXI, puede tener la confianza de que no cambiar¨¢ ese fundamento y de que su misi¨®n merece consagrarle toda una vida totalmente.
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