Una eternidad

No han pasado muchos a?os desde el naranjilo provinciano y ca?¨ª hasta el perro burl¨®n y posmoderno que ha dise?ado Mariscal, pero parece una eternidad. Es el tiempo que media entre una Espa?a insegura, con la democracia atragantada por la nostalgia de Tejero, la complacencia de algunos y el rubor de muchos, y la Espa?a que quiere ser en 1992 un pa¨ªs definitivamente en paz consigo mismo, europeo, pero a la vez solidario con ese mundo desgarrado que es Latinoam¨¦rica, donde todav¨ªa es posible que jefecillos militones chuleen el sentir de la mayor¨ªa.Ha sido una buena elecci¨®n porque siempre lo son aquellas que suscitan pasiones. El perro de Mariscal es un tajo en nuestra historia. Tiene el encanto de lo nuevo, la escondida picard¨ªa de los dibujos infantiles, que siempre dicen m¨¢s de lo que creemos. Acabar¨¢ gustando simplemente porque cuesta acostumbrarse a ¨¦l, y Espa?a lo est¨¢ haciendo, se hace adulta. Los Juegos Ol¨ªmpicos y el V Centenario son un reto para todos. No ser¨¢ tan f¨¢cil como organizar un mundial de f¨²tbol ni tan poco importante hacer el rid¨ªculo. El perro de Mariscal es el primer paso. Tiene cara de p¨®quer, los tres pelos que le quedar¨¢n a Woody Allen para entonces y es m¨¢s listo que el naranjito y al menos no nos matar¨¢ de aburrimiento.-