?Qu¨¦ viene Jackson!
El fantasma de un candidato negro recorre el Partido Dem¨®crata de EE UU
Una oleada de p¨¢nico sopla sobre el Partido Dem¨®crata, conmocionado ante la posibilidad, real, de que tenga que designar finalmente a Jesse Jackson como candidato a la presidencia o a la vicepresidencia de EE UU. La hist¨®rica y aplastante victoria del reverendo Jackson en Michigan -por primera vez un pol¨ªtico negro triunfa en un Estado industrial del Norte, donde la poblaci¨®n de color es s¨®lo del 12%- ha puesto patas arriba la carrera de los dem¨®cratas a la presidencia.Estados Unidos lleva semanas pregunt¨¢ndose, con grandes dosis de mala conciencia: ?Qu¨¦ quiere Jesse?". A ninguno de los otros aspirantes se les pregunta qu¨¦ quieren, d¨¢ndose por supuesto que aspiran a ocupar el despacho Oval de la Casa Blanca. Jackson, un populista liberal de 46 a?os, partidario de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) y defensor de Fidel Castro, ha respondido claramente. "Si mantengo la ventaja en la carrera en julio" (actualmente tiene m¨¢s votos populares y los mismos delegados que Dukakis), "quiero la designaci¨®n y despu¨¦s de debatir con Bush tres veces, quiero tomar posesi¨®n de la presidencia".
Las peores pesadillas del establecimiento dem¨®crata se han cumplido. Al cabo de 33 elecciones primarias, ning¨²n candidato convencional -esto es, de raza blanca- ha podido arrastrar a los votantes y convertirse en el n¨²mero uno destacado a ungir en la convenci¨®n del 18 de julio en Atlanta. Se contaba con que Jackson iba a ser una fuerza a tener en cuenta, influyente en el programa del partido para la elecci¨®n de noviembre, pero nadie pensaba que este reverendo baptista, que ha hecho carrera como l¨ªder de los derechos civiles, fuera a determinar el futuro del Partido Dem¨®crata.
Complicado dilema
Los dem¨®cratas se encuentran ante un dilema sin f¨¢cil soluci¨®n. Nadie quiere iniciar un movimiento para detener a Jesse, aunque todos desean que finalmente, aunque sea sin brillantez y por puntos, sea Dukakis el encargado de hacerlo. Parar a Jackson, si llega con m¨¢s delegados que nadie a Atlanta, no s¨®lo ser¨ªa antidemocr¨¢tico y quebrar¨ªa todas las reglas de juego del partido, sino que pondr¨ªa en peligro la lealtad del importante voto negro. Pero, por otra parte, los dem¨®cratas caminan a un seguro desastre si designan a Jackson.Y esto por dos razones, que resume el congresista dem¨®crata Barney Frank: "Una es que, desgraciadamente, todav¨ªa hay racismo en EE UU. Y dos, que Jesse est¨¢ todav¨ªa a la izquierda del pa¨ªs, sobre todo en pol¨ªtica exterior". Esta situaci¨®n es una bendici¨®n para los republicanos, que cuentan ya con un candidato seguro, George Bush. Los sondeos se?alan, sin embargo, que Dukakis es todav¨ªa la mejor esperanza del partido para conseguir la presidencia el 8 de noviembre.
La proeza de Jackson, convert¨ªrse a pesar del color de su piel en un candidato nacional respetable, ha sido posible sin que su programa haya sido hasta el momento objeto del mismo an¨¢lisis intenso que el de suscompetidores. Hajugado a su favor su raza. A partir de ahora, su mensaje de poner fin a la "violencia econ¨®mica" del paro y de los empleos mal pagados, ataques a la codicia de las elites financieras y la lucha contra la droga como "m¨¢s importante que la lucha contra el comunismo", va ser sometido a un intenso escrutinio.
Jackson, que carece de experiencia administrativa como gestor y que nunca ha sido elegido para un cargo p¨²blico, ha apelado hasta ahora m¨¢s a las emociones que a la raz¨®n, y no ha cre¨ªdo necesario explicar c¨®rno lograr¨¢ sus objetivos y cu¨¢les son los n¨²meros detr¨¢s de su programa. Superado el primer importamte escollo -a pesar de su raza es cre¨ªble su aspiraci¨®n a la presidencia-, ahora tendr¨¢ que demostrar que est¨¢ preparado para serlo. Sin descontar el racismo a¨²n latente en la sociedad norteamericana, muchos que conocen a Jesse creen que su principal problema reside en que no tiene las cualificaciones necesarias para ser presidente.
La fuerza demostrada por Jackson, arrastrando votos blancos, aunque no m¨¢s de un 10%, ha destrozado la imagen de Dukakis, para quien los santones del partido preparaban una designaci¨®n inevitable. El gobernador de Massachusetts contin¨²a siendo, a pesar de su gran bolsa de dinero, los millones de d¨®lares invertidos en televisi¨®n y su gran organizaci¨®n, un desconocido a nivel nacional. Su mensaje de competencia tecnocr¨¢tica, "m¨¢s empleos y mejores salarios", y su promesa de repetir a nivel nacional el milagro econ¨®mico de Massachusetts, ha pinchado.
Liberalismo barato
Este hijo de inmigrantes griegos que vende un liberalismo cl¨¢sico pero barato -no defiende la masiva intervenci¨®n estatal cl¨¢sica del Partido Dem¨®cratamatizado por sus dotes de buen gerente, aparece como un enanito pol¨ªtico confrontado con Jackson. Ha sido incapaz en los Estados industriales del Norte, en ninguno de los cuales hab¨ªa podido ganar, de atraer el voto de obreros industriales y la clase media, sin los cuales ning¨²n dem¨®crata puede llegar a la presidencia.No ha sido capaz de explicar por qu¨¦ quiere ser presidente, y no transmite una visi¨®n propia y atractiva de ad¨®nde quiere llevar a EE UU en los pr¨®ximos cuatro a?os. Se presenta como heredero de John Kennedy, y dice a sus audiencias que, 28 a?os despu¨¦s, "otro hijo de Massachusetts" va a llegar a la Casa Blanca. "Es el candidato con m¨¢s dinero y con menos que decir", afirma William Carrick, el ex director de campa?a de Richard Gephardt.
El ¨¦xito de Jackson confirma que los dem¨®cratas tendr¨¢n una convenci¨®n abierta en Atlanta, donde el chalaneo de delegados (hay 600 superdelegados, luminarias del partido, que no son elegidos directamente) y el pacto debajo de la mesa quiz¨¢ tengan que resolver lo que no resuelvan 50 elecciones primarias. Y en una situaci¨®n as¨ª todo es posible.
Vuelve a hablarse de que la debilidad del preferido por la clase pol¨ªtica dem¨®crata, Dukakis, y la irrupci¨®n de Jackson hacen m¨¢s factible que el partido se vuelva hacia un salvador. Se considera que la designaci¨®n de Jackson, un personaje muy divisor y que tiene un alto grado de rechazo entre el electorado independiente y republicano, supondr¨ªa una catastr¨®fica derrota para los dem¨®cratas en las urnas en noviembre. Se recuerdan los desastres de McGovem, en 1972, y de Mondale, en 1984.
Todas las miradas se dirigen estos d¨ªas hacia el gobernador del Estado de Nueva York, Mario Cuorno, que contin¨²a diciendo que no es ni ser¨¢ candidato y que ser¨ªa antidemocr¨¢tico saltar a la palestra sin haber competido en la fase previa. Dukakis cuenta para salvar su candidatura con el apoyo expl¨ªcito de Cuorno antes de las primarias del 19 de abril en Nueva York. Cuomo considera d¨¦bil el mensaje de Dukakis, que est¨¢ siendo presionado para que abandone su actitud excesivamente cerebral e inyecte coraz¨®n y emoci¨®n en su campa?a.
Pero pase lo que pase en Nueva York -que elige 255 delegados, el segundo paquete en importancia despu¨¦s de California-, en Pensilvania y en California y -Nueva Jersey el 7 de junio, las ¨²ltimas primarias, ni Jackson ni Dukakis llegar¨¢n a Atlanta con los 2.082 delegados en el bolsillo necesarios para ser designados en primera votaci¨®n. El sistema proporcional de adjudicaci¨®n de delegados lo hace matem¨¢ticamente imposible. La m¨¢xima aspiraci¨®n es obtener un 40% y atraer a suficientes superdelegados para pasar la barrera.
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