Bloqueo en Ginebra
La exigencia de Estados Unidos de que se suspenda simult¨¢neamente la ayuda a Kabul y a la guerrilla dificulta las negociaciones para la retirada sovi¨¦tica de Afganist¨¢n
Estados Unidos, cuando las negociaciones indirectas de Ginebra entre Pakist¨¢n y Afganist¨¢n para la retirada sovi¨¦tica de este ¨²ltimo pa¨ªs entraban en la recta final, endureci¨® su posici¨®n y exigi¨® una "simetr¨ªa" en la suspensi¨®n de las entregas de armamento al Gobierno de Kabul, y a la resistencia afgana. La URSS lo rechaz¨® de plano. Los jefes de la diplomacia de la Casa Blanca y el Kremlin no se pusieron de acuerdo durante su encuentro de la semana pasada en Washington. En la ciudad suiza se espera romper el ¨²nico obst¨¢culo que impide la hist¨®rica firma.
Nueve a?os de guerra y casi un mill¨®n de muertos en una naci¨®n de 18 millones de habitantes, de los cuales cinco est¨¢n refugiados en Pakist¨¢n e Ir¨¢n, no han limado las profundas diferencias que dividen a los afganos. La radicalizaci¨®n de unos y la expansi¨®n del integrismo isl¨¢mico entre otros hace que las dos superpotencias coincidan en la necesidad de pacificar con urgencia la regi¨®n. Sin embargo, para los observadores, es la desconfianza existente entre Washington y Mosc¨² lo que frena la negociaci¨®n.En Ginebra se encuentran desde el 2 de marzo los jefes de la diplomacia de Afganist¨¢n y Pakist¨¢n, Abdul Wakil y Zain Noorani, respectivamente, quienes han solucionado problemas tan espinosos como la formaci¨®n de un Gobierno de reconciliaci¨®n nacional en Kabul. Diego Cordovez, el secretario general adjunto de las Naciones Unidas que ha hecho de mediador entre ambos pa¨ªses desde hace casi seis a?os, actuar¨¢ de mediador "a t¨ªtulo privado y personal" entre los diferentes grupos afganos.
En los ¨²ltimos d¨ªas, el presidente afgano, Mohamed Najibul¨¢, ofreci¨® a los ocho principales jefes rebeldes -cit¨¢ndolos por su nombre- que suspendieran hostilidades y acudieran a las elecciones del 5 al 14 de abril. Adem¨¢s, se declar¨® dispuesto a "examinar proposiones para la formaci¨®n de un Gobierno de coalici¨®n". El l¨ªder de la alianza de siete grupos rebeldes, Gulbudin Hekmatyar, rechaz¨® el mi¨¦rcoles pasado en Islamabad la propuesta, que algunos ven como un intento de fomentar las divisiones internas de los rebeldes, y dijo en un comunicado que "ninguna oferta ni ninguna provocaci¨®n nos har¨¢ suspender la guerra santa".
Cordovez se ha visto obligado a recurrir a los futuros garantes del acuerdo, EE UU y la URS S, para romper el bloqueo actual. Michael Armacost y Yuri Vorontsov, m¨¢ximos responsables de las relaciones de sus pa¨ªses con esa zona del mundo, son esperados en la ciudad suiza para dar el impulso definitivo al acuerdo. El enviado norteamericano Robert Peck dijo el mi¨¦rcoles, en el comienzo de la quinta semana de negociaciones indirectas en Ginebra, que a¨²n cre¨ªa posible un acuerdo de paz, pese al "aparentemene insoluble problema" de las entregas de armas. El embajador sovi¨¦tico, Nikolai Kosirev, por su parte, reiter¨® que no habr¨¢ suspensi¨®n de ayuda militar sovi¨¦tica a Kabul. "Eso es algo fuera de discusi¨®n. Es imposible", dijo poco antes de reunirse con Cordovez.
Washington se hab¨ªa comprometido a suspender la ayuda militar a la resistencia conforme fuesen abandonando Afganist¨¢n los 115.000 soldados sovi¨¦ticos que sustentan el r¨¦gimen de Kabul. Ya acordado que la retirada se realizar¨ªa en nueve meses y que en los tres primeros se ir¨ªan la mitad de los efectivos sovi¨¦ticos, EE UU ha solicitado de la URSS una moratoria en sus entregas de armamento a Kabul. Seg¨²n ¨¦sta, Mosc¨² no dar¨¢ ayuda ninguna a su vecino hasta pasados tres meses de la retirada total de las tropas sovi¨¦ticas.
En 1987, EE UU entreg¨® 710 millones de d¨®lares (m¨¢s de 78.000 millones de pesetas) en ayuda militar a la guerrilla afgana. Este monto incluye los avanzados misiles antia¨¦reos Stinger. The Washington Post informaba d¨ªas atr¨¢s que, en un gesto de buena voluntad, la Casa Blanca ha decidido que este a?o no suministrar¨¢ Stinger a los rebeldes afganos.
Morteros espa?oles
Sin embargo, EE UU est¨¢ acelerando la entrega de unos 300 millones de d¨®lares en armamento. El diario indicaba que el grueso de la entrega lo componen sistemas modernos de limpieza de minas y morteros de 120 mil¨ªmetros, de fabricaci¨®n espa?ola. Un portavoz de la empresa Esperanza y C¨ªa., la ¨²nica que fabrica estos morteros en Espa?a, neg¨®, por el contrario, haber vendido "un solo mortero en el ¨²ltimo a?o" ni a Estados Unidos ni a la resistencia afgana.
Washington, temeroso de que el fundamentalismo isl¨¢mico se adue?e de la resistencia, desea mantener buenas relaciones con la alianza que agrupa a las siete mayores guerrillas, y que tiene su base de operaciones pol¨ªticas en Peshawar, al norte de Pakist¨¢n. La alianza muyahidin nombr¨® recientemente a Ahmad Shah, un integrista, jefe del Gobierno que ha de instaurarse en Kabul para supervisar la retirada de las tropas sovi¨¦ticas.
Para Islamabad, la cuesti¨®n de formar un Gobierno de transici¨®n que evite el ba?o de sangre entre los afganos una vez se hayan marchado los soldados sovi¨¦ticos es elemental. Pakist¨¢n sostiene que s¨®lo una transici¨®n pac¨ªfica convencer¨¢ a los 3,2 millones de refugiados que actualmente ocupan su territorio de volver a su pa¨ªs.
Los muyahidin aseguran que dominan el 80% del territorio afgano. Para ellos, la traici¨®n que puede cometer ahora Pakist¨¢n es firmar un acuerdo del que los muyahidin se sienten excluidos sin que, al menos, ¨¦ste recoja su exigencia de que sea un Gobierno neutral el que supervise la retirada sovi¨¦tica.
Mientras el desmoronamiento del Gobierno de Najibul¨¢ es ya evidente -hasta los sovi¨¦ticos han dejado de apostar por ¨¦l-el ex rey afgano Zahir Shali, exiliado en Roma tras el golpe de Estado de 1978, se alza como ¨²nico nexo de uni¨®n de su pueblo. Zahir Shah estima -y con ¨¦l coinciden las tres guerrillas moderadas de la alianza- que debe de ser una jirga (consejo tribal) la que decida el futuro de su pa¨ªs.
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