Robo en la fundaci¨®n Mir¨®
EL ROBO de seis importantes cuadros de Joan Mir¨® en el edificio de la fundaci¨®n que lleva el nombre del artista suscita una severa cr¨ªtica sobre el funcionamiento de los sistemas de seguridad del museo.La fundaci¨®n es un ejemplo de c¨®mo la iniciativa privada, en este caso fundamentalmente de un catal¨¢n universal, con apoyo no intervencionista de las administraciones p¨²blicas, puede levantar el list¨®n de las miserables infraestructuras culturales existentes en nuestro pa¨ªs. La reciente ampliaci¨®n de su recinto y la atracci¨®n de obras de otros artistas de renombre mundial en homenaje a Joan Mir¨® son activos recientes que ha incorporado esa iniciativa nacida de la sociedad civil
El reconocimiento de esos m¨¦ritos no es ¨®bice para que la opini¨®n p¨²blica ahorre ahora cr¨ªticas a los responsables de una fundaci¨®n, por tantos motivos ejemplar, que seg¨²n indica la cr¨®nica de los hechos han evidenciado una negligencia total a la hora de resolver un problema b¨¢sico de intendencia en un museo tan singular: el de ser efectivos guardianes y custodios del patrimonio administrado. En teor¨ªa, los sistemas de seguridad existentes en el recinto eran suficientes, pese a la debilidad que para la adecuada protecci¨®n de las obras ofrece una superficie acristalada -sencillamente acristalada, sin refuerzos ni protecci¨®n antibalas- de una extensi¨®n absolutamente sin par en la muse¨ªstica actual Exist¨ªan los dispositivos de alarma, exist¨ªan las sirenas, y la conexi¨®n con las centrales policiales era te¨®ricamente autom¨¢tica.
Sin embargo, tan sofisticados dispositivos han fallado estrepitosamente. Todo indica que las obras que se est¨¢n realizando sirvieron de excusa para aflojar la guardia, en lugar de lo contrario. Adem¨¢s, el cambio de guardianes se realizaba en realidad antes de la hora fijada, con el consiguiente caos del sistema protector.
Este sencillo y espectacular robo enciende una nueva se?al de alarma sobre la protecci¨®n general de las obras que contienen los museos espa?oles, sean p¨²blicos o privados. El suceso pone de relieve nuevamente la inexistencia de p¨®lizas de seguro como en Estados Unidos, o su escas¨ªsima generalizaci¨®n; y aunque la compensaci¨®n en met¨¢lico no retribuye enteramente la p¨¦rdida de patrimonio, constituye al menos un instrumento para recuperarlo en parte por otras v¨ªas.
Eficacia en la seguridad y aseguramiento de las obras son, pues, dos recetas b¨¢sicas que con car¨¢cter de m¨ªnimos deben implantarse de forma general. No es el primer caso que sucede en Espa?a -hace poco m¨¢s de un a?o sucedi¨® con cinco grabados de Picasso en el Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo, finalmente feliz y rocambolescamente recuperados- ni en otros lugares -otro Picasso en una galer¨ªa de Z¨²rich, el mes pasado, sin ir m¨¢s lejos-, pero seguramente no ser¨¢ el ¨²ltimo. Al menos si los responsables de nuestro patrimonio contin¨²an en la actual indigencia protectora ante el canibalismo cultural que parece subyacer en este tipo de sustracciones.
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