El milagro del enano
EL MILAGRO del enano consiste en haber convertido a la adoraci¨®n por Javier Gurruchaga a la misma derecha cavernaria que el d¨ªa antes le odiaba por blasfemo. Esta conversi¨®n es la que proclaman sus ap¨®stoles, retorcidos ya de risa ante una cosa que vieron y que era gracios¨ªsima: el enano.Gurruchaga recibi¨® de Canad¨¢ un sosias de Felipe Gonz¨¢lez, pero enano: acondropl¨¢sico, por aclarar. El c¨¦lebre cantante y humorista da en su programa de televisi¨®n Viaje con nosotros algunos dobles de personajes conocidos, y en anuncios del mismo medio suelen.aparecer uno de Gorbachov y otros dos que representan a los pr¨ªncipes de Gales. Los que arrojaron a las tinieblas exteriores al c¨®mico se hab¨ªan rasgado las vestiduras antes, cuando parodi¨® a Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, y algunos otros s¨ªmbolos catalanes. Pero la aparici¨®n de un doble de Felipe Gonz¨¢lez en una peque?a entrevista cuidadosa, que s¨®lo ten¨ªa por objeto mostrar el fen¨®meno y, en todo caso, que el propio Gurruchaga hiciera una imitaci¨®n de Victoria Prego en aquellas inauditas sesiones de la Moncloa, se ha convertido por gracia del milagro en algo que ha permitido hilar met¨¢foras, propiciar literatura de cabar¨¦ en algunas publicaciones y en tertulias de gente bien. La met¨¢fora de la mengua, o el desgaste, de Felipe Gonz¨¢lez, por ejemplo; o que el diminuto hablara en franc¨¦s porque Gonz¨¢lez es muy amigo de Francia y de esa diplomacia -en realidad, el enano canadiense no ten¨ªa el don de lenguas y hablaba en la suya propia-, y por encontrar que hab¨ªa pasado lo que en su lenguaje cotidiano se llama meter un gol: Gurruchaga lo hab¨ªa hecho nada menos que con el presidente del Gobierno, y en plena televisi¨®n.
Todo esto no pasaria si la televisi¨®n no se hubiera atufado de gubernamentalismo. Es decir, si fuera normal que en sus secciones de humor los chistes alcanzaran a personajes del Gobierno y de la oposici¨®n -que tiene sus enanos propios-, y si cada presentador de programa o de informativo no estuviera dando siempre siete vueltas a su lengua antes de decir algo que sea peligroso, o si no enrojecieran como tomates cuando sus invitados comienzan alg¨²n p¨¢rrafo que les parece que va a terminar mal (con su carrera). Y les cortan como pueden, haciendo que ya termine mal. Todo esto no pasar¨ªa si estuvi¨¦semos acostumbrados a la libertad con que la Prensa y los programas sat¨ªricos de la Europa de nuestros tratados hablan de sus personajes pol¨ªticos y hasta emblem¨¢ticos, con la frescura y la gracia con que lo hace Spitting image en el Reino Unido. No habr¨ªa habido ayer sofocamientos en Espa?a porque se programase El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, porque dar¨ªa con la frecuencia necesaria pel¨ªculas que molestan a los bienpensantes (la proyecci¨®n de alguna ya fue atajada por la censura del esc¨¢ndalo) que en realidad apenas piensan nada a derechas.
Desde cualquier punto de vista, los minutos del enano en televisi¨®n eran una divertida broma, una curiosidad graciosa, pero en ning¨²n caso una cr¨ªtica pol¨ªtica, ni tampoco un motivo de esc¨¢ndalo. No m¨¢s que las parodias de Pujol, de la Moreneta o del Bar?a. Habr¨ªa que ver, por lo dem¨¢s, lo que hubiesen dicho los mismos aguerridos comentaristas si el enano en cuesti¨®n se pareciese a Franco -en todo, naturalmente- o a Fraga, personaje que apareci¨® en el mismo programa, aunque con su propia cara y con su natural tama?o.
En cualquier caso, hay que felicitar de nuevo a Gurruchaga. Hace un verdadero programa de televisi¨®n, capaz de llenar de art¨ªculos las p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Es un oasis de calidad entre tanto mediocre como abunda en la pantalla y tanto concursillo hortera. Y en toda esta historia sigue siendo tambi¨¦n el ¨²nico que parece capaz de discernir entre los enanos propiamente dichos y los que son verdaderos enanos mentales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.