Tajadas
Los socialistas llevan instalada en el rostro una sonrisa de piedra, y bajo su reinado ha nacido en este pa¨ªs una nueva religi¨®n que consiste en engullir como una oca cualquier clase de placer ahora mismo, con suma rapidez, sin esperar nada.Las reglas de esta religi¨®n son duras. Para alcanzar la perfecci¨®n hay que callar mucho, tragar a¨²n m¨¢s y, no obstante, simular una felicidad cong¨¦nita. Existe un cielo inmediato: ser guapo, beber licor de pera, adornar el jard¨ªn con un par de mastines sangrientos, tener pistoleros entorchados en la puerta del despacho, viajar a pa¨ªses que broncean en invierno, atravesar el local de moda llevando una pantera ata da por el tobillo, habitar un d¨²plex en la ciudad, poseer dos fincas r¨²sticas, conducir un Porsche, ejercer la fascinaci¨®n del poder mediante un perfume exquisito, tomar coca¨ªna con cuchara y no dar golpe. En este para¨ªso, ser rico equivale a ser guapo. En efecto, ?a qui¨¦n hay que matar?
Nunca como ahora en nuestro pa¨ªs se ha hablado tanto de dinero. En cualquier sobremesa de poetas, en el entreacto de un concierto de viol¨ªn, al final de una conferencia sobre metafisica, los asistentes m¨¢s finos siempre acaban tratando de ese negocio que hay que hacer para forrarse. Los profesores de rom¨¢nicas, de aspecto celeste, levantan una oreja de liebre cuando suena un rumor de bolsa. Los bingos est¨¢n llenos de te¨®logos, los estetas compran cupones de ciego, los can¨®nigos apuestan a los caballos, los m¨²sicos juegan a la loter¨ªa, las marquesas rellenan quinielas, los intelectuales especulan con solares o se dejan las cejas en el cero de la ruleta, y tal vez los economistas se sue?an a s¨ª mismos investidos con una escopeta de ca?ones recortados saliendo gloriosamente de un banco con la saca a cuestas. Todo el mundo habla de inversiones, dentelladas, plusval¨ªas y tajadas. Pero bajo la sonrisa de piedra que exhiben los socialistas tambi¨¦n existe un infierno muy pr¨®ximo: ser pobre, contemplar desde la acera el lujo que pasa y carecer de valor para tirar de navaja.
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