La consolidaci¨®n de la democracia
La historia de Am¨¦rica Latina es una larga marcha hacia la conquista plena de la democracia, de una democracia presidida de una idea social de la libertad que libere de verdad a sus hombres y pueblos, sin hacerlos dependientes de poderes for¨¢neos, de los grandes intereses de los dos grandes sistemas econ¨®micos y pol¨ªticos en pugna, y si anta?o asumi¨® su independencia de Espa?a, con la que sigue ligada por lazos imperecederos de idioma y de una misma visi¨®n del mundo en tomo, que ha sido, a no dudarlo, el m¨¢s grande legado de ¨¦sta para con Am¨¦rica Latina, hoy quiere resolver sus problemas dentro de los bastiones de su propia autonom¨ªa, superando los errores y las vacilaciones de otrora, cuando el colonialismo y la expansi¨®n del capitalismo metropolitano, sea ingl¨¦s o norteamericano, trababan este proceso de institucionalizar la democracia pol¨ªtica, derrotando la dictadura, el militarismo, la anarqu¨ªa y la opresi¨®n ejercida por los grupos olig¨¢rquicos. Todo el siglo XIX y buena parte del presente han sido testigos de una lucha incansable que pareciera al fin dar hoy sus primeros frutos. Ya Bol¨ªvar comprendi¨® que para lograr la soluci¨®n de los problemas que la aquejaban cuando se separaba de Espa?a era necesario constituirse en un solo pueblo o supranaci¨®n. Vale decir hacer realidad el prop¨®sito que animaba a los pr¨®ceres de la emancipaci¨®n que valoraban el esfuerzo trascendente del Congreso Anficti¨®nico de Panam¨¢, la integraci¨®n de las nuevas rep¨²blicas en los Estados Unidos de la Am¨¦rica del Sur. Hoy nadie podr¨ªa decir que esta tarea es m¨¢s urgente que nunca en esta Am¨¦rica ib¨¦rica, en esta Am¨¦rica Latina, para oponerse con ¨¦xito a esa realidad bipolar a escala mundial, nacida hace cerca de medio siglo, en Yalta, al finalizar la II Guerra Mundial, cuando Roosevelt y Stalin pretendieron repartirse el mundo. Por eso, la cuesti¨®n de Nicaragua, su guerra interna y la amenaza de su propagaci¨®n a trav¨¦s de un conflicto con otro pa¨ªs hermano, Honduras, representaba en cierta medida la pervivencia inusitada de las viejas fuerzas que alientan la separaci¨®n entre nuestros pueblos hermanos, en funci¨®n de los dos grandes bloques de poder.Sin embargo, a Dios gracias, Am¨¦rica Latina ha sabido reaccionar a tiempo, antes de precipitarse a lo hondo del abismo. Ha recobrado la lucidez, esa lucidez que en Jos¨¦ Mart¨ª resplandec¨ªa como una luz que avizoraba el futuro como si estuviera viendo el presente o que en Jos¨¦ Ingenieros era una alucinaci¨®n enteramente racional. Esta lucidez le ha permitido comprender que para salir de la honda crisis econ¨®mica en que se debate, del hambre y la miseria que la aherrojan, por obra del trato injusto al que la somete el orden econ¨®mico internacional, el capitalismo en expansi¨®n de los pa¨ªses desarrollados del Norte, del agobio de la cada vez mayor deuda externa, debe luchar por consolidar su propia identidad, identidad que supone la uni¨®n y la paz entre los bandos en lucha, entre las ideolog¨ªas que en lo interno, y cediendo a las presiones de las dos grandes potencias actuales, pretenden dominar totalitariamente al adversario. Por eso, y felizmente, en Am¨¦rica Central, en el caso concreto de Nicaragua, ha prevalecido la necesidad de acordar el cese el fuego entre sandinistas y antisandinistas, de entablar el di¨¢logo, descart¨¢ndose la posibilidad de un conflicto armado y desbaratando esa presencia armada de EE UU en el ¨¢rea fisica del subcontinente, que el Gobierno de Reagan, no el pueblo de Estados Unidos, hab¨ªa enviado a territorio hondure?o, como el brazo visible de ese imperialismo que el actual proceso de la historia del mundo ha convertido ya en obsoleto.
Una vez m¨¢s, en la patria de Dar¨ªo, el pensamiento libertador que difundieron con su vida y obra el propio Dar¨ªo, Vasconcelos, Mari¨¢tegui, Sandino, Haya de la Torre, Ingenieros, ha tenido su m¨¢s cabal expresi¨®n en esa b¨²squeda de la paz que es no s¨®lo el triunfo de la democracia, sino la consolidaci¨®n de la democracia en Am¨¦rica Latina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.