Una cultura de la libertad
Pasolini fue un receptor extraordinario de todas las ideas redentoras de su tiempo, un revolucionario de todas las revoluciones humanistas. Calder¨®n -publicada en 1973, pero perge?ada, escrita, retocada desde antes- es corno una antolog¨ªa de todo lo que hab¨ªa absorbido y trataba de unificar, o por lo menos de compartir y hacer compartir: un cristianismo de base, el comunismo -del que fue militante-, el libertarismo, ciertas sombras de Wilhelm Reich -en cuanto a la libertad de amar- o de Marcuse -fiebre de aquel tiempo-; incluso de la ling¨¹¨ªstica general, en la que fue profesional y de la que cita especialmente a Jakobson en el sentido del lenguaje como arma de cuya propiedad por parte de la burgues¨ªa hay que liberarse. Y el surrealismo y el estructuralismo. Todo ello iba muy vivo en los finales de los a?os sesenta y en las revoluciones imaginarias en torno a 1968, que le impresionaron profundamente. Y algunas ideas sobre la locura y la antipsiquiatr¨ªa, en torno a Bachelard o a Foucault. Mezcla otros elementos en esta obra: sus propios fantasmas personales, como la homosexualidad , el valor de la mujer-madre-v¨ªctima, unas ra¨ªces profundas del complejo de Edipo... Y un cierto sue?o espa?ol que en la acci¨®n refiere a la vida es sue?o de la que esta obra no es siquiera una versi¨®n libre, sino que toma una especie de punto de partida para devanar el sue?o y la realidad y que prolonga sobre nuestra historia y nuestra cultura, y la continuidad de una opresi¨®n que se concreta en Franco. M¨¢s un deseo de renovar el teatro, de cambiar su orden burgu¨¦s, y que est¨¢ patente en esta misma obra. Es in¨²til insistir m¨¢s en que Pasolini era un intelectual so?ador y conflictivo consigo mismo y con su sociedad, y que la obra es, sobre todo, culturalista. Llega hoy como una reliquia del pasado; pero de un pasado activo, lleno de ideas, en busca de salidas: una lecci¨®n para la cobard¨ªa contempor¨¢nea.Desde la cual no dejamos de ver todo este repertorio de ideas y de apuntes como una cierta ingenuidad. La aumenta el hecho de que las referencias espa?olas, que tejen toda la trama, no se usan de la manera en que nosotros estamos acostumbrados a tratarlas, sino como un esfuerzo de aproximaci¨®n. No quiero decir que nuestra manera sea la justa ni la inteligente, sino que hay como una distancia de afinaci¨®n que nos lo hace todo un poco raro. En todo caso, es un homenaje a la cultura espa?ola de la libertad en todos sus aspectos y todos sus extremos, en todos sus sumandos -de Unamuno a Bu?uel, o de Vel¨¢zquez y Calder¨®n a Lorca-, que para cada uno de nosotros no son asimilables desde un punto de vista pol¨ªtico y social, pero que aqu¨ª tienen ese gran valor de lo abstracto y es una revelaci¨®n m¨¢s de la capacidad de Pasolini para dar por bueno y v¨¢lido todo en tanto que suponga un atisbo de libertad.El relato esc¨¦nico pudo ser sorprendente en su tiempo y no lo es hoy. Sobre todo en el culturalismo y la indecisi¨®n hay una coherencia, una secuencia de escenas propia de una mentalidad de autor de cine que no quiere subordinar el teatro a ¨¦l, sino desbordar sobre la escena todo lo que sabe y es ¨²til. La historia de Rosaura como Segismundo es coherente, la del propio Segismundo est¨¢ bien adherida a su simbolog¨ªa, y las circunstancias de la opresi¨®n general, bien enlazadas. La parte discursiva domina, naturalmente: es as¨ª el autor y construye con ella su teatro. Carla Matteini acierta con su castellano libre, limpio y claro.Con esa misma libertad Guillermo Heras la ha dirigido a partir de un espacio enorme que luego ha de llenar con un coro en el que se acent¨²a la sensaci¨®n de locura-opresi¨®n o que baila de sal¨®n piezas ins¨®litas, como el Cara al sol o La Internacional. El mobiliario o los elementos de decoradoson sobrios.ResultadoNo se descarta la posibilidad de que esta obra, reducida a sus figuras esenciales, d¨¦ un buen resultado en un escenario peque?o y un espacio ¨ªntimo; pero tal como lo ha hecho Guillermo Heras es muy v¨¢lido. Sobre todo se le agradece su direcci¨®n de actores, incluso m¨¢s que la de los movimientos colectivos.
Calder¨®n
De Pier Paolo Pasolini (1973). Versi¨®n y dramaturgia de Carla Matteini. Int¨¦rpretes: Juan Carlos Alonso, M¨ªriam Arcaya, Enrique Bazt¨¢n. Dise?o de vestuario: Juan Antonio Cidr¨®n. Dise?o de luz, espacio esc¨¦nico y direcci¨®n: Guillermo Heras. Estreno, Sala Olimpia (Centro Nacional de Nuevas Tendencias Esc¨¦nicas), 14 de abril.
No se puede ocultar que es una obra dif¨ªcil y larga -algo m¨¢s de dos horas sin interrupci¨®n- y que el entusiasmo de la tarde del estreno, con un p¨²blico muy dentro de la situaci¨®n y de la idea de montaje y de interpretaci¨®n, puede no reproducirse c¨®modamente en el futuro.
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