?Un conflicto sin salida?
LA HUELGA del profesorado estatal de ense?anzas media y b¨¢sica ha vuelto a dejar en casa a cinco millones de escolares espa?oles. El hecho ya ha sucedido en otras cuatro ocasiones en los ¨²ltimos meses y tiene todas las probabilidades de repetirse algunas m¨¢s de aqu¨ª a fin de curso. Nadie discute a estas alturas que la huelga es un derecho consustancial a todas las sociedades avanzadas y una conquista hist¨®rica, a veces heroica, de los trabajadores, pero tampoco que la huelga debe ser siempre un recurso extremo. Todas las huelgas producen da?os a terceros, y ¨¦stos son especialmente graves en servicios p¨²blicos esenciales como la sanidad, la educaci¨®n o el transporte. En este sentido, cabe subrayar, una vez m¨¢s, la extrema facilidad con que los sindicatos espa?oles recurren a la huelga en los servicios p¨²blicos. En la ense?anza, rep¨¢sese la historia de los ¨²ltimos a?os y se advertir¨¢ el saldo desastroso que en esta materia registra el sector p¨²blico frente al privado.Estremece pensar qu¨¦ grado de formaci¨®n pueda tener un buen n¨²mero de titulados universitarios que se graduaron en los conflictivos a?os setenta, durante los cuales hubo varios cursos acad¨¦micos sucesivos en los que no se imparti¨® ni la mitad de las horas lectivas. Si se cumple la amenaza de mantener una huelga indefinida a partir del mes de mayo ser¨¢ irreparable el da?o para los alumnos de COU de los centros p¨²blicos, enfrentados inminentemente a una doble y decisiva prueba para su futuro: el examen final del curso y el del acceso a la Universidad.
Las confusas y contradictorias afirmaciones de la Administraci¨®n y los sindicatos en relaci¨®n a la existencia o no de unas verdaderas negociaciones previas a la primera convocatoria de huelga recuerda a la discusi¨®n sobre si eran galgos o podencos los causantes de la alarma. Lo cierto es que los alumnos y sus familias se encontraron con la primera huelga sorpresivamente. Lo que ha sucedido con posterioridad a las jornadas de paro del mes de marzo es ya harina de otro costal. Ministerio y sindicatos se han empe?ado en un peligroso pulso sobre las espaldas de los alumnos y sus familias. La intervenci¨®n de las asociaciones de padres parece haber detenido de momento esa din¨¢mica, y el ministerio ya ha anunciado su intenci¨®n de reanudar las negociaciones. Ello supone una rectificaci¨®n necesaria de la Administraci¨®n, que ha dejado transcurrir semanas en las que la normalidad acad¨¦mica era total mientras se empe?aba en una absurda discusi¨®n sobre si la convocatoria de paro pendiente constitu¨ªa o no una intolerable presi¨®n.
El ministro de Educaci¨®n ha dicho en el Parlamento que, en lugar de su homologaci¨®n retributiva con el resto de los funcionarios, lo que los profesores pretenden es ganar m¨¢s que ninguno. Esta afirmaci¨®n requiere algunas matizaciones. El pasado d¨ªa 6, en la primera reuni¨®n de unas negociaciones sobre las que exista constancia, el ministerio expuso a los sindicatos cu¨¢les eran sus c¨¢lculos en esta materia. Los representantes de los profesores dijeron que no coincid¨ªan con los suyos, y a?adieron que si tales c¨¢lculos representaban una "oferta ¨²ltima" de la Administraci¨®n, ¨¦sta les parec¨ªa inaceptable. La Administraci¨®n suspendi¨® una segunda reuni¨®n prevista, en la que los sindicatos pretend¨ªan precisamente contrastar sus propios c¨¢lculos con los del ministerio, sobre la base de que lo que ellos pretenden realmente es cobrar lo mismo que los funcionarios de su categor¨ªa y no m¨¢s.
Pero los profesores deben aprender tambi¨¦n ellos a combinar la energ¨ªa en su reivindicaci¨®n con la mesura en su actitud. La imagen de unos educadores quemando los diarios con opiniones que no les satisfacen es algo bochornoso. Y es imposible desconocer el servicio de custodia que la escuela realiza desde que la propia instituci¨®n escolar existe. Y ello para nada tiene que ver con la desafortunada teor¨ªa del aparcamiento de ni?os, aunque son bastantes, quiz¨¢ demasiados, los que anteponen esa funci¨®n subsidiaria de la escuela a la educadora, tanto del lado de las familias como del de los propios profesores.
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