Dos semanas con las manos atadas
La liberaci¨®n de los 31 rehenes se produjo en dos fases. En un primer momento dejaron el aparato los tres familiares del emir de Kuwait, el hombre y las dos mujeres de apellido Al Sab¨¢, que hab¨ªan constituido el tesoro m¨¢s preciado de los piratas durante dos semanas. Una ambulancia, escoltada por motoristas argelinos, llev¨® a esas tres personas a alguna parte, fuera de la curiosidad de los inf¨®rmadores. Luego salieron los restantes. Eran 28 personas, varones todos, miembros de la tripulaci¨®n y el resto del pasaje.Salieron del avi¨®n y en la escalerilla comenzaron a agitar los brazos, en lo que era un saludo y un gesto de agradecimiento. Un autob¨²s los transport¨® a la sala de honor del aeropuerto, donde empez¨® una agitada conferencia de prensa.
Los rehenes ten¨ªan aspecto fatigado, y sobre todo se les ve¨ªa at¨®nitos de estar de nuevo en el mundo de los libres. Contaron que hab¨ªan pasado casi todo el tiempo maniatados por cintas de pl¨¢stico. Si ten¨ªan que ir a los servicios, ped¨ªan permiso respetuosamente a los encapuchados, como en un aula escolar.
Cuando terminaron sus declaraciones, en media hora de tiempo, los argelinos les llevaron a un hospital para una completa revisi¨®n m¨¦dica. Un facultativo que les hab¨ªa examinado someramente declar¨® que su estado era en general bueno.
Los piratas, relataron los reci¨¦n liberados, eran siete encapuchados, pero durante todo el tiempo tuvieron la impresi¨®n de la existencia de una octava persona, que no se dejaba ver nunca. Posteriormente se revel¨® que eran nueve.
Hablar con gestos y se?as
"Nunca nos dijeron d¨®nde est¨¢bamos", cont¨® Mubarak Jaled, un meteor¨®logo de 33 a?os que, como sus compa?eros de infortunio, repet¨ªa la palabra "feliz" cada 30 segundos. El meteor¨®logo explic¨® que intu¨ªan su situaci¨®n por el tipo de comida que recib¨ªan. "Esto debe ser Ir¨¢n", se dec¨ªan; o "creo que estamos en una ciudad griega"; o, finalmente, "esta comida es t¨ªpica argelina". Los piratas no les dejaban hablar entre s¨ª.
Se estableci¨® durante dos semanas un c¨®digo de comunicaci¨®n no verbal, a base de miradas, alzamientos de cejas, gui?os, sonrisas y palabras murmuradas. Esa radio torturada de los rehenes no lleg¨® nunca a tener la informaci¨®n de que dos de sus compa?eros hab¨ªan sido asesinados en Larnaca. Con frecuencia, los encapuchados se llevaban a uno de ellos y disparaban uno o dos tiros. A veces los rehenes volv¨ªan, a veces no. Nadie sab¨ªa exactamente qu¨¦ pasaba.
Subbi Haim Yusef, el piloto iraqu¨ª de confesi¨®n cristiana, fue el liberado que atrajo a m¨¢s informadores. El hombre sol¨ªa decir a su familia y amigos que se sent¨ªa m¨¢s seguro viajando en avi¨®n que en autom¨®vil, un juicio que, dijo, no pensaba revisar. Yusef, que cuenta con 20.000 horas de vuelo, cont¨® c¨®mo se hab¨ªa sentido todo el tiempo responsable de la suerte de su tripulaci¨®n y su pasaje. "Culpable, incluso", dijo.
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