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En un reciente art¨ªculo publicado en estas p¨¢ginas, el hispanista norteamericano Philip W. Silver planteaba "una modesta proposici¨®n para la paz" en Euskadi. En su opini¨®n, un "partido que promoviese un programa parecido en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas barrer¨ªa en la comunidad aut¨®noma vasca". Se trata de una predicci¨®n bastante arriesgada. Lo que Silver propone es lo mismo que viene planteando desde hace a?os Herri Batasuna, partido que en las sucesivas elecciones auton¨®micas celebradas en el Pa¨ªs Vasco ha obtenido, respectivamente, el 16,5%, el 14,6% y el 17,4% de los votos v¨¢lidos, es decir, entre el 9,9% y el 11,9% del censo. Eso no es barrer.La "modesta proposici¨®n" de Silver consiste en lo siguiente: "Negociar conjuntamente el cese de la violencia de ETA, la retirada de las Fuerzas de Seguridad del Estado de Euskadi y mecanismos para abordar una futura unificaci¨®n de la comunidad aut¨®noma vasca y Navarra y un refer¨¦ndum sobre la auto determinaci¨®n ahora". Es decir, lo mismo que propone Herri Batasuna (HB): el cese de la violencia de ETA a cambio de la aceptaci¨®n de su programa pol¨ªtico, la altemativa KAS.
El propio Silver es consciente de que la dificultad de su planteamiento reside en la problem¨¢tica legitimidad de ETA para negociar asuntos que afecten al conjunto de los ciudadanos. Pero disuelve toda posible duda mediante dos argumentos. Primero: que "ETA significa, luego representa, en el sentido de simboliza, mucho". Y ello porque "ETA asumi¨® actuar de parte de una etnia que se sent¨ªa y se siente amenazada por un lento genocidio". Segundo: que "los cuatro puntos arriba mencionados se desean mayoritariamente en la comunidad aut¨®noma vasca".
Genocidio significa, seg¨²n el diccionario, el "exterminio o eliminaci¨®n sistem¨¢tica de un grupo social por motivo de raza, de religi¨®n o de pol¨ªtica". Pues bien, ni siquiera forzando la definici¨®n al l¨ªmite puede hablarse de la existencia actual de un genocidio en Euskadi. Nadie se dedica a exterminar a los vascos o a perseguir el euskera o cualesquiera otros signos de identidad ¨¦tnica. Naturalmente, en la sociedad vasca, como en cualquier otra, existe toda suerte de problemas y contradicciones, incluyendo los derivados de la existencia de aspiraciones no satisfechas (de diversa ¨ªndole) de sectores de la poblaci¨®n. Pero de ello no puede razonablemente deducirse la existencia de un genocidio; ni siquiera puede hablarse de persistencia de la opresi¨®n nacional. Aquellos factores que determinaban su existencia durante la dictadura franquista (negativa al autogobierno, persecuci¨®n del euskera, prohibici¨®n de los s¨ªmbolos, etc¨¦tera) han desaparecido.
Es cierto que ello se ha producido de manera diferente a como fue previsto por las fuerzas opositoras al franquismo (restituci¨®n del estatuto de autonom¨ªa de 1936 o ejercicio del derecho a la autodeterminaci¨®n, fundamentalmente). Pero tal. constataci¨®n no contradice el hecho de que hoy no existe opresi¨®n nacional en Euskadi. La autodeterminaci¨®n es una forma, entre otras, de acabar con la opresi¨®n nacional Las fuerzas representativas de la poblaci¨®n (tanto vasca como espa?ola) optaron por una v¨ªa diferente, no menos democr¨¢tica. Con el resultado de suprimir los factores que determinaban esa forma espec¨ªfica de opresi¨®n. Afirmar que tal opresi¨®n se mantiene porque no se aplic¨® el remedio de la autodeterminaci¨®n ser¨ªa como deducir que un individuo sano est¨¢ enfermo porque no se le han administrado antibi¨®ticos.
La eventual legitimidad de ETA para negociar asuntos que afecten al conjunto de la poblaci¨®n no podr¨¢, por tanto, deducirse de su significaci¨®n simb¨®lica, en cuanto defensor de una etnia en peligro de extinci¨®n.
Segundo argumento: pero lo que defienden ETA y HB (la alternativa KAS) es deseado mayoritariamente en Euskadi. Ello resulta indemostrable. Pero incluso si se admitiera, como hip¨®tesis, que as¨ª es, quedar¨ªa por probar que compartir unos fines implica aceptar los m¨¦todos con que se persiguen. De momento, lo que sabemos con certeza es que aproximadamente el 85% de los votantes vascos viene dando reiteradamente su apoyo a opciones diferentes a la representada por los defensores de, la alternativa KAS. Luego o no es cierto que sus objetivos sean mayoritariamente compartidos, o la gente rechaza tales objetivos si van acompa?ados por los m¨¦todos que HB considera v¨¢lidos y ETA practica. Pero como de lo que se trataba era precisamente de plantear si los deseos de la mayor¨ªa de los vascos avalan la pretensi¨®n de legitimidad de ETA para negociar en su nombre, la respuesta es que no: los vascos no avalan tal pretensi¨®n, pues de hacerlo hubieran votado mayoritariamente a Herri Batasuna.
Fallando las premisas te¨®ricas en que apoya Silver su proposici¨®n, la instrumentalizaci¨®n pr¨¢ctica que de la misma plantea resulta igualmente fallida. Lo que propone es que se negocien unas contrapartidas pol¨ªticas al armisticio pactado entre ETA y el Gobierno central. En el planteamiento subyace una l¨®gica seg¨²n la cual existen unas causas que justifican el recurso a la violencia, lo que explicar¨ªa la necesidad de compensar la renuncia a las armas con concesiones relativas a esas causas. Pues bien, si pretendemos mantenemos en un terreno que sea a la vez racional y ¨¦ticamente admisible, es preciso afirmar rotundamente que no existe ninguna causa capaz de justificar el asesinato de inocentes: ni de los clientes de Hipercor, ni de los ni?os de Zaragoza, ni de los polic¨ªas abatidos la semana pasada en Vitoria. Cualquier otro planteamiento, por m¨¢s que se revista de neutralidad intelectual o de apelaciones gen¨¦ricas a la paz, refleja la m¨¢s absoluta miseria moral. Sencillamente, ninguna causa o motivo pol¨ªtico justifica el dolor que siembra ETA. Luego en manera alguna podr¨¢ considerarse leg¨ªtima la exigencia de contrapartidas pol¨ªticas -es decir, que afecten a los ciudadanos- al armisticio. Aceptar esa l¨®gica equivaldr¨ªa a dar por buena la encarnada por Tejero en 1981: que para cesar la violencia que ejerc¨ªa sobre los representantes de los ciudadanos deb¨ªan producirse determinados hechos pol¨ªticos que sin tal violencia no se hubieran planteado.
La f¨®rmula concreta propuesta por Silver es que el Gobierno vasco negocie con ETA y sendos representantes del Gobierno central y del de Navarra, as¨ª como "naturalmente de los diputados de Herri Batasuna de la comunidad aut¨®noma vasca y Navarra", un compromiso sobre: a) la inmediata retirada de las Fuerzas de Seguridad del Estado; b) un mecanismo para poner a voto la autodeterminaci¨®n; y c) un mecanismo para poner a voto la eventual integraci¨®n (o federaci¨®n) de Navarra en la comunidad aut¨®noma vasca. El protagonismo otorgado al Gobierno vasco lo deduce Silver de que "el Gobierno central se ha comprometido en el pacto antiterrorista a aceptar lo que decida el Gobierno vasco". Ello no es as¨ª. El compromiso no hace referencia al Gobierno vasco, sino al conjunto de las fuerzas pol¨ªticas vascas, es decir, al Parlamento aut¨®nomo. Ese despiste parece presidir la selecci¨®n de interlocutores propuesta, que resulta m¨¢s bien arbitraria (?por qu¨¦ habr¨ªan de estar representados los diputados navarros de HB y no, por ejemplo, los de UPN o Eusko Alkartasuna, que no participan en el Gobierno foral?)
Respecto al contenido de la negociaci¨®n: puesto que de lo que se trata es de ofrecer contrapartidas a ETA por dejar de matar, lo importante es que el acuerdo satisfaga las exigencias de ETA, siendo a esos efectos secundario qui¨¦nes lo ratifiquen con su firma. Entonces, de lo que se trata es de que los partidos mayoritarios (los representados en los Gobiernos de Euskadi, Navarra y Espa?a) se plieguen a las exigencias de una minor¨ªa por el hecho de que lo que reclama lo hace violentamente. Ello no es democr¨¢tico.
La retirada de las fuerzas de seguridad del Estado de Euskadi es un objetivo deseable, pero imposible mientras ETA siga matando y aterrorizando a la poblaci¨®n (en Barcelona, Madrid, Zaragoza o Renter¨ªa). Porque, como advierte acertadamente Philip Silver, "todo Gobierno tiene la obligaci¨®n de atender todos los deseos consensuados de sus ciudadanos". Por ejemplo, el de no ser v¨ªctimas de un coche bomba, un secuestro o una extorsi¨®n econ¨®mica.
La modificaci¨®n de la posici¨®n actual de Navarra en relaci¨®n a Euskadi es una posibilidad contemplada en la Constituci¨®n. Silver propone un m¨¦todo diferente al establecido en dicha norma. Tal vez hubiera sido conveniente que los constituyentes lo hubieran tenido en cuenta, pero no parece razonable (y sobre todo no es democr¨¢tico) pretender que en una reuni¨®n como la propuesta por el hispanista norteamericano se decida modificar una norma que cuenta con la legitimidad del apoyo de la mayor¨ªa de los ciudadanos. Es posible que actuaciones de ese tipo sean consideradas normales en pa¨ªses cuyo Gobierno pueda ser nombrado o destituido por el embajador de una potencia vecina, pero no resulta admisible en un Estado democr¨¢tico.
En cuanto a la autodeterminaci¨®n, si es cierto, como recuerda Silver, que figur¨® en el pasado (y singularmente durante los ¨²ltimos a?os de la dictadura) en los programas de los partidos de izquierda, en modo alguno podr¨ªa considerarse que la renuncia posterior a ese principio por parte de esos partidos, y su exclusi¨®n del consenso constitucional, constituya una mancha que anule la legitimidad de tal consenso y de su plasmaci¨®n legal. La legitimidad de un acuerdo basado en la aceptaci¨®n por los firmantes de las condiciones planteadas por ETA para dejar de matar y la legitimidad de las instituciones del Estado democr¨¢tico, por imperfectas que puedan ser, son t¨¦rminos tan asim¨¦tricos que no admiten comparaci¨®n racional. Al establecer no ya su equivalencia, sino la prevalencia de la primera sobre la segunda, lo que se est¨¢ proponiendo es un camino de paz cuyo precio sea la renuncia a la legitimidad democr¨¢tica.
Pero adem¨¢s no ser¨ªa un camino de paz. Un suicidio del r¨¦gimen democr¨¢tico de esa magnitud debilitar¨ªa en tan gran medida a las instituciones que los violentos estar¨ªan en condiciones de proseguir su escalada con el argumento, por ejemplo, de que la autodeterminaci¨®n no ha sido realmente ejercitada porque han existido presiones o injerencias exteriores. De hecho, esa argumentaci¨®n acaba de ser adelantada, en las p¨¢ginas de Egin, por un entusiasta defensor de f¨®rmulas similares a las de Silver: "Para que la autodeterminaci¨®n sea de verdad no es suficiente que la Constituci¨®n recoja ese derecho. Deben existir m¨¢s garant¨ªas: que desaparezcan de Euskadi las fuerzas de ocupaci¨®n o todo tipo de poder que coarte la libre opini¨®n del pueblo vasco, y que desaparezca de Euskadi todo tipo de hipotecas econ¨®micas y sociales que puedan chantajear a la opini¨®n p¨²blica". En una palabra: que la autodeterminaci¨®n s¨®lo ser¨¢ aceptable si est¨¢ garantizado que sus resultados ser¨¢n satisfactorios para los que la exigen reventando polic¨ªas, paseantes o hijos de guardias civiles.
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