Oh, Calcutta
Calcutta, que fue la ense?a de la pornograf¨ªa fina en los 70, por un juego de palabras franc¨¦s (¨ªbamos a Par¨ªs a ver los desnudos), y por tanto una liberaci¨®n para la Espa?a del tardofranquismo (palabra que utiliza mucho Salvador P¨¢niker en el segundo y enviciante tomo de sus memorias -Seix/Barral-, y que reconoce haber tomado de m¨ª, desde la dedicatoria). Calcutta, que fue la ense?a de todo aquello, tal como ¨¦ramos, un toque de distinci¨®n europea, se ha quedado luego, en la era Reagan/Juan Pablo II, en Terecalcuta, o sea la madre Teresa de Calcuta, que lo mismo va al tercer mundo que a Oxford, que es premio Nobel de la Paz, que es la ostraspedr¨ªn, la tira y la leche, que lo mismo se viene a Madrid a ver a Pitiridruejo que se va a ver al Dalai Lama, l¨ªder espiritual del T¨ªbet en el exilio. Los chinos, mal que bien, est¨¢n haciendo justicia social, aunque esto le molestase a Madariaga, aquel retablo, mientras que el Dalai Lama y la madre Teresa o Terecalcuta s¨®lo hacen caridad. Terecalcuta, cuando viene a Madrid, la verdad es que nos hace mucho da?o, pues que tranquiliza las conciencias reaccionarias mediante la caridad, que es una manera atardecida y dulce de postergar/olvidar la justicia. Cristo est¨¢ camp porque habl¨® m¨¢s de caridad que de justicia, o sea que no digamos Terecalcuta. Parece, seg¨²n las informaciones del columnista, que las l¨¢grimas de la madre Teresa conmovieron a pobres y ricos en Londres. Terecalcuta va de Virgen Mar¨ªa, pero no es la Virgen.Margaret Thatcher, naturalmente, colaborar¨¢ con madre Teresa para ayudar a los vagabundos. La derecha cristodem¨®crata todav¨ªa cree que la justicia social es un peque?o problema pintoresco de vagabundos: no quieren enterarse del resto: los que no juegan a la bohemia, sino que viven y mueren del hambre, al margen de toda literatura. Terecalcuta tiene 73 a?os, es de la Orden de las Misioneras de la Caridad y ha pedido a las hermanas de su Orden que dediquen una hora diaria a rezar/rogar contra el aborto. Todo esto en Londres. En el mismo Londres donde Bertrand Russell me dijo, en su club, con varios almohadones bajo el culo (se le enfriaba muello) y la pipa bien cebada y la melena como aureola blanca de santo laico: "Mire usted, Umbral, los obispos aqu¨ª es que son partidarios de tratar el problema agrario mediante la oraci¨®n". Terecalcuta tambi¨¦n es partidaria de tratar el problema maltusiano del exceso de gente mediante la oraci¨®n. Terecalcuta, la Papisa innombrada o innombrable de la Iglesia actual, est¨¢ haciendo mucho da?o en el mundo que cruza a diario, como el mismo Papa, porque su presencia no hace sino ratificar a los ricos en la eficacia/santidad de lo caritativo, con olvido de la justicia social y econ¨®mica, que es la verdad de la verit¨¦. Terecalcuta es la monja retardataria de todas las revoluciones, por socialdem¨®cratas que sean, la Monja de las Llagas de Maestro Valle, multiplicada por el meridiano terrestre que pasa por Par¨ªs, o por donde sea. Terecalcuta es la pen¨²ltima coartada (la ¨²ltima es el Papa) de los due?os de las cosas para aliviarse de pecado natural (me interesa menos el pecado sobrenatural) mediante la caridad, invento bienintencionado de Cristo cuando a¨²n no se hab¨ªa llegado al descubrimiento f¨¢ctico de la justicia. Cristo, hoy, no ser¨ªa la madre Teresa, sino algo mucho m¨¢s a la izquierda. Cristo est¨¢ a la izquierda del Papa, y esto lo suple Wojtyla con teatro/Brecht. Terecalcuta va de Virgen Mar¨ªa, pero no es la Virgen. La Virgen es adolescente, legendaria e ingenua. Terecalcuta es vieja, period¨ªstica y astuta, como las preciosas rid¨ªculas que juegan a ni?as sabias. Terecalcuta erosiona, incluso para los marianos, la imagen de Mar¨ªa.
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