?Basta ya!
Algunas personas se pasan media vida estudiando para organizarse la existencia con siete notas y un pentagrama. Los llaman m¨²sicos, y muchos no han elegido el camino de tocar partituras cl¨¢sicas. De vez en vez, algunos se re¨²nen para intercambiar ideas y trabajar juntos, plasmar este trabajo en discos y despu¨¦s interpretarlo en un escenario.Da la casualidad que a mucha frente le gusta lo que hacen. Se compran sus discos y quieren conocerlos m¨¢s de cerca. Pagan dinero y van a verlos actuar para pasar un buen rato. Los m¨¢s osados, adem¨¢s de pas¨¢rselo bien, se interesan por el trabajo que estos m¨²sicos est¨¢n realizando ah¨ª arriba. Comprobar de primera mano si aquello les gusta o no y, por qu¨¦. Y se disponen a aguzar el o¨ªdo. Hasta aqu¨ª todo elemental y claro. Pero si alguien siente curiosidad por conocer el trabajo del bajista en una determinada canci¨®n y c¨®mo se cohesiona con el bater¨ªa o intenta diferenciar los desarrollos de los guitarristas y, teclistas, pronto se dar¨¢ cuenta que est¨¢ persiguiendo una quimera.
En la actualidad la mayor¨ªa de los conciertos que ofrecen en Madrid m¨²sicos importantes, espa?oles o extranjeros, tienen como sede los dos pabellones de deportes de la capital -el de la Comunidad y el del Real Madrid-, de nefastas condiciones ac¨²sticas. Sus b¨®vedas, que recogen fielmente el bote de un bal¨®n en el parquet, se ven obligadas a soportar miles de vatios musicales y forman una bola sonora en la que es pr¨¢cticamente imposible separar las frecuencias graves, que todo lo apelmazan sep¨²ltando cualquier sutileza o matiz. Y por si fuera poco, los golpes del bater¨ªa se unen a¨ª la reverberaci¨®n general para aumentar el caos. El pop y el rock actual utilizan unos medios t¨¦cnicos que permiten reproducir con fidelidad casi exacta cualquier sonido imaginable a trav¨¦s de teclados, guitarras o bater¨ªas. Es un trabajo de investigaci¨®n tecnol¨®gica de muchos afios y que los m¨²sicos utilizan habitualmente para desarrollar mejor su labor. En los conciertos que tienen lugar en los dos pabellones de deportes esta preocupaci¨®n cualitativa es in¨²til. El pasado domingo, durante la actuaci¨®n de Jimmy Cliff, el bajista estuvo sin tocar durante tres canciones por problemas con el instrumento. Muchos no se dieron cuenta y el resto casi lo agradeci¨®. Y esto en una m¨²sica de la delicadeza r¨ªtmica del reggae, que adorna el silencio.
La instalaci¨®n de 34 paneles absorbentes en el techo del pabell¨®n de deportes de la Comunidad ha mejorado las condiciones ac¨²sticas, pero no ha solucionado el problema. La industria del rock mueve en Espa?a miles de millones de pesetas cada a?o, y resulta incomprensible que
,Ayuntamiento y Comunidad no hayan abordado de manera l¨®gica el problema que representa la carencia en Madrid de un auditorio con capacidad para 7.000 personas y la infraestructura t¨¦cnica y ac¨²stica que permita el desarrollo de un concierto en condiciones dignas. Como el p¨²blico aguanta parece que el problema no existe. Bienvenidos sean Chico Buarque, Roc¨ªo Jurado, Aute, Leonard Cohen y Camar¨®n en el Palacio de Deportes y los grupos espa?oles que actuar¨¢n en el pabell¨®n del Real Madrid durante las pr¨®ximas fiestas de San Isidro. Pero su presencia y posible ¨¦xito popular no pueden ocultar que el p¨²blico que paga cada localidad se ve imposibilitado de acceder a una audici¨®n en condiciones. Y algunos pueden sentirse estafados, aunque no protesten.
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