Las m¨¢scaras del 'maldito' Jean Genet
A los dos a?os de su muerte se publica la primera biograf¨ªa completa del escritor
Acaban de cumplirse los dos a?os de la desaparici¨®n de Jean Genet, uno de los grandes genios de la literatura francesa y universal de este siglo y sin duda alguna el ¨²ltimo de los escritores malditos, tanto por su vida como delincuente, ladr¨®n, homosexual y presidiario como por su obra literaria, dedicada a la exaltaci¨®n de esa misma marginalidad y rebeld¨ªa. En Francia acaba de publicarse la primera gran biograf¨ªa completa del escritor, del profesor Jean-Bernard Moraly (Jean Genet, la vie ¨¦crite, Editions de la Diff¨¦rence).
La misma editorial publica tambi¨¦n Les n¨¦gres au port de la lune, estudios de diversos autores sobre la c¨¦lebre pieza teatral Los negros, y una correspondencia, Lettres a Olga et Marc Barb¨¨zat, en Ly¨®n, cartas dirigidas a quienes fueron sus primeros editores p¨²blicos, mientras en Espa?a, Debate lanza la ¨²ltima obra del escritor, Un cautivo enamorado, en una excelente traducci¨®n.Lo primero que despierta cierta curiosidad es que haya sido un profesor de la universidad hebraica de Jerusal¨¦n, Jean Bernard Moraly, el bi¨®grafo m¨¢s completo hasta la fecha de aquel gran escritor Jean Genet, que fue siempre un declarado antisemita, y que hasta dej¨® a su muerte el grueso manuscrito de Un cautivo enamorado, el m¨¢s brillante y deslumbrador panfleto que se haya escrito nunca en favor de los refugiados y resistentes palestinos y en contra de Israel. Cuando toca este tema, Moraly expresa su dolor y su desacuerdo con el libro, pero en modo alguno lo oculta ni se deja llevar por otra pasi¨®n que no sea la de la admitraci¨®n por el escritor. Admiraci¨®n, de todas formas, que se centra m¨¢s en la obra teatral que en sus novelas, hasta el punto de ser m¨¢s cr¨ªtico con esta etapa narrativa de la obra de Genet, y hasta con el libro c¨¦lebre de Jean Paul Sartre que lo lanz¨® a la fama, Saint Genet, comedien et matyr.
La tesis de Moraly es que la verdadera figura de Jean Genet se ocult¨® siempre debajo de su propia leyenda, del mito literario elaborado en torno a su azarosa vida, repleto de inexactitudes, cuando no de falsedades, y que aunque fue elaborado en un principio por sus primeros defensores, como Jean Cocteau y JeanPaul Sartre, no dej¨® de contar con la propia colaboraci¨®n del mismo Jean Genet. Y as¨ª, bas¨¢ndose en nuevos documentos, sobre todo en sendas colecciones de cartas del propio Genet a una muchacha jud¨ªa austriaca, Mme. Bloch, y al norteamericano Bernard Freclitinan, que fue su traductor al ingl¨¦s y su primer agente literario, Moraly descubre una serie de inexactitudes que si no contradicen del todo la imagen m¨ªtica anterior, al menos la suavizan bastante.
Jean Genet (1910-1986) fue efectivamente hospiciano, hijo de madre soltera, que lo abandon¨® reci¨¦n nacido, recogido por la asistencia p¨²blica y posteriormente educado en el seno de una familia campesina en un pueblecito. Pero fue tambi¨¦n un excelente estudiante, su familia adoptiva le trat¨® siempre bien, ley¨® mucho desde ni?o, y no era en absoluto el autodidacto analfabeto que se cre¨ªa. Tampoco fue encerrado en un reformatorio por su familia adoptiva, ni mucho menos, sino que termin¨® con brillantez sus estudios primarios y se coloc¨® despu¨¦s con un compositor ciego, con quien trabaj¨® alg¨²n tiempo antes de marcharse para caer posteriormente, como homosexual y vagabundo adolescente, en el correcional de Mettray. Pero para entonces el caudal de sus lecturas era enorme. Tambi¨¦n es cierto su vagabundeo por Europa y Espa?a en los a?os treinta, pero muchos de los delitos que ¨¦l mismo confes¨® no deben ser otra cosa que observaciones de su vida errabunda.
Desertor del ej¨¦rcito, cumpli¨® un servicio militar prolongado en Siria, y despu¨¦s, en la c¨¢rcel, ley¨® a Proust, lo que despert¨® su vocaci¨®n como escritor. Tambi¨¦n fue librero de lance en Par¨ªs -bouquinista en las orillas del Sena-, pero en realidad sus delitos fueron siempre menores, y las condenas cortas, aunque repetidas. De hecho, la mayor de ellas, una vez cumplido su compromiso militar, lo fue por haber robado una edici¨®n de lujo de los poemas de Verlaine. Tambi¨¦n es verdad que empez¨® a escribir en la c¨¢rcel, pero no -como dijo repetidamente- que s¨®lo en la pris¨ª¨®n hab¨ªa podido escribir. Sus experiencias como vagabundo, ladr¨®n, homosexual y presidiario nutren sus primeros, perfectos y escasos poemas, as¨ª como sus deslumbradoras novelas -Milagro de la rosa, Nuestra Se?ora de las Flores, Querella de Brest-- o esa mezcla de ficci¨®n y autobiograf¨ªa que es Diario de un ladr¨®n. Fueron esos los textos que despertaron la admiraci¨®n incontenible de Colette y Cocteau y posteriormente de Sartre, que lo lanz¨® definitivamente a la fama, cuando a aquellas primeras publicaciones para coleccionistas sucedieron otras m¨¢s comerciales de Barbezat y Gallimard.
?xito
Pero el ¨¦xito le sent¨® siempre mal a Genet, que fue rompiendo amarras unas detr¨¢s de otras. Tras ser casi un escritor de lujo, minoritario y caro, rompi¨® primero con Cocteau, con Sartre despu¨¦s, y acometi¨® una carrera de dramaturgo excepcional para conectar con ¨¦l gran p¨²blico intemacional. A la primera etapa deslumbradora como narrador, que es la estudiada por Sartre, siguieron obras de teatro ins¨®litas y desconcertantes, que un¨ªan un texto lujoso y brillante con un evidente sentido del rito, de la magia esc¨¦nica y de la dramaturgia cl¨¢sica: Severa vigilancia, Las criadas, Los negros, El balc¨®n y Los biombos. Y desde entonces otra vez la huida, los viajes, los amores m¨¢s o menos c¨¦lebres y escandalosos, su afici¨®n al cmie y sus compromisos pol¨ªticos m¨¢s radicales.
Textos para la radio, intentos cinematogr¨¢ficos, escandalosos reportajes y manifiestos period¨ªsticos esmaltaron estos ¨²ltimos cuatro, lustros de la vida del escritor, que lleg¨® a ver el suicidio de un antiguo amante, el fun¨¢mbulo Abdallah, el de su traductor y agente Fretchman, mientras viajaba sin cesar, carec¨ªa de domicilio fijo, viv¨ªa en habitaciones de hotel y ca¨ªa enfermo de c¨¢n cer. Sin embargo, no fue el c¨¢ncer quien le mat¨®, sino una ca¨ªda fortuita en un hotel de Par¨ªs.
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