Por qu¨¦ Jackson podr¨ªa iluminar nuestras vidas
El escritor norteamericano Norman Mailer, de 64 a?os, public¨® recientemente en The New York Times el art¨ªculo que reproducimos, en el que apoyaba la candidatura a la nominaci¨®n dem¨®crata de Jesse Jackson. El autor de La canci¨®n del verdugo, Noches de la antig¨¹edad y Los ej¨¦rcitos de la noche piensa que la llegada de Jackson a la Casa Blanca podr¨ªa recomponer Estados Unidos.
En la primavera de 1977, en Nueva York, cuando Ed Koch iniciaba su primera campa?a triunfal para la alcald¨ªa, le di una peque?a fiesta de recogida de fondos. Ed siempre lo tuvo en cuenta. Acudi¨® a mi boda, nos invit¨® a mi esposa y a m¨ª a cenar en Gracie Mansion un par de veces y se mostr¨¦, colaborador con el PEN Club, la asociaci¨®n internacional de escritores, cuando se celebr¨® el 48? Congreso Internacional del PEN en Nueva York. El alcalde Koch y yo no hemos estado nunca muy unidos pol¨ªticamente, pero me gustaba. Y me sigue gustando. Lo que pasa es que ahora no puedo perdonarle.Su afirmaci¨®n de que "todo jud¨ªo que vote a Jesse Jackson est¨¢ loco" puede haber servido para destruir el ¨²ltimo desvencijado puente de comunicaci¨®n entre jud¨ªos y negros en esta ciudad. Eso es imperdonable. Escribo esto en mi calidad de uno de esos locos que apoyar¨¢n a Jesse Jackson para la presidencia.
No es ¨²nicamente porque Jackson sea el ¨²nico candidato que puede librar una batalla eficaz contra la droga y dar a los negros la convicci¨®n de que el pa¨ªs tambi¨¦n les pertenece a ellos, sino, parad¨®jicamente, porque creo que ser¨¢ tambi¨¦n bueno para los jud¨ªos en el mejor y m¨¢s elevado de los sentidos, a pesar de que los jud¨ªos, con cierta justicia, jam¨¢s podr¨¢n confiar en ¨¦l totalmente.
Perm¨ªtanme que explique, si puedo, esta ¨²ltima afirmaci¨®n. Desde la II Guerra Mundial he vivido, como todos los jud¨ªos, con la desgracia fundamental del holocausto. Hitler consigui¨® eliminar a m¨¢s de una tercera parte de la poblaci¨®n jud¨ªa del mundo, y al resto nos dej¨® una maldici¨®n temible: el legado del nazismo, ahora en su quinta d¨¦cada, sigue subsistiendo y envenenando nuestra mejor sustancia moral.
Lo que nos hizo ser un pueblo grande es que a nosotros, de todos los grupos ¨¦tnicos, era a los que m¨¢s nos preocupaban los problemas del mundo. Hab¨ªamos salido de siglos de vida en el gueto con profundas cicatrices ps¨ªquicas, pero hab¨ªa, sin embargo, un esp¨ªritu noble vivo en bastantes de nosotros para poder tener el sentimiento de que ¨¦ramos los primeros hijos de la Ilustraci¨®n. Nosotros entend¨ªamos como ning¨²n otro pueblo que los problemas del mundo eran nuestros problemas. El bienestar de todos los pueblos del mundo se antepon¨ªa a nuestro propio bienestar.
Hitler logr¨® destruir tal generosidad de esp¨ªritu. Tras el holocausto, se abati¨® un terror natural sobre los jud¨ªos del mundo. Si era posible que entre dos terceras partes y tres cuartas partes de todos los jud¨ªos que viv¨ªan en Europa -la mitad de los jud¨ªos de la Tierra en aquella ¨¦poca- fueran destruidos en unos a?os, entonces ¨¦ramos la especie humana que mayor peligro corr¨ªa. La supervivencia, para nosotros adopt¨® un nuevo orden de importancia.
El imperativo de sobrevivir a toda costa, que es la cara externa de la pesadilla interior, nos hizo m¨¢s peque?os, m¨¢s avariciosos, de miras m¨¢s estrechas, susceptibles de antemano y ego¨ªstas. Entramos en el mundo verdadero y, b¨¢sicamente desesperado de la pol¨ªtica del inter¨¦s personal. El ?es bueno para los jud¨ªos? se convirti¨® para demasiados de nosotros en toda nuestra pol¨ªtica.
Ahora somos relativamente ricos, poderosos y aceptados. Pero seguimos estando oprimidos. Puede que m¨¢s que nunca. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la opresi¨®n del esp¨ªritu es la pobreza m¨¢s miserable. Hemos descendido desde la peligrosa defensa del jud¨ªo de Shakespeare, como un ser capaz de derramar su sangre, hasta la incorrecta suposici¨®n de Ed Koch -espero que sea incorrecta- de que somos, ahora y en general, reflejos condicionados, es decir, m¨¢quinas, botones, que cualquier pol¨ªtico puede pulsar.
Negros y blancos
Si la afirmaci¨®n de que "todo jud¨ªo que vote a Jesse Jackson est¨¢ loco" resulta ser un bot¨®n pol¨ªtico ¨²til, entonces digo que los jud¨ªos nos hemos convertido en m¨¢quinas, y no podemos analizar las cuestiones serias teniendo en cuenta sus verdaderos m¨¦ritos ni enfrentarnos a los problemas fundamentales.
El problema fundamental a que se enfrenta ahora Estados Unidos no es su espasm¨®dica y deca¨ªda econom¨ªa (aunque eso es ya bastante malo) ni el infierno de nuestra poblaci¨®n drogadicta, que contribuye a nuestra lasitud econ¨®mica con relaci¨®n a Jap¨®n. No, el problema que subyace a otros problemas es que el abismo entre los negros y los blancos no ha empezado a cerrarse.
Es una maldici¨®n sobre las energ¨ªas de la naci¨®n. Pesa tanto sobre nosotros, supongo, como la separaci¨®n entre el partido comunista y el pueblo sovi¨¦tico, que mantiene estancada la econom¨ªa de la URSS. Se puede apreciar, mirando desde el otro lado del oc¨¦ano, que el futuro de la Uni¨®n Sovi¨¦tica depende de la capacidad del partido comunista y del pueblo sovi¨¦tico para salvar sus diferencias. Me pregunto si en la URSS no nos ven igual, con negros y blancos irremediablemente separados (...).
Yo propondr¨ªa que no midamos a los candidatos por su dureza y firmeza actual en la cuesti¨®n israel¨ª. La historia de Israel puede a¨²n Regar a cumbres ¨¦picas, caer al abismo o acabar en un t¨¦rmino medio convencional, pero las intenciones declaradas de un pol¨ªtico que se presenta a un alto cargo tienen que resultar insignificantes frente a los laberintos multitudinarios y las compuertas de la historia en curso del Pr¨®ximo Oriente.
He aqu¨ª una paradoja: con la mejor o peor voluntad del mundo, ning¨²n pol¨ªtico norteamericano puede salvar a Israel o destruirlo. Las ruedas de la historia giran con demasiada fuerza. El destino de Israel est¨¢ actualmente conectado al destino del mundo. Uno hace bien en no elegir un presidente norteamericano porque afirme ser bueno para Israel. Los mayores cambios en la historia han procedido con frecuencia de estadistas que comenzaron como fuertes defensores de lo que finalmente, por la l¨®gica de los acontecimientos, se vieron obligados a traicionar. Israel es mayor que la voluntad de los pol¨ªticos y m¨¢s vulnerable que cualquier programa que pueda idearse para su seguridad.
Adem¨¢s, es dudoso que sea bueno para los jud¨ªos el que Israel se convierta en la cuesti¨®n principal para seleccionar un candidato dem¨®crata a la presidencia. La verdadera cuesti¨®n, repito, es que puede que en Estados Unidos no seamos capaces de resolver ninguno de nuestros peores problemas de una manera org¨¢nica hasta que no sea presidente un negro. Puede que haga falta un acontecimiento de tal magnitud simb¨®lica para dar a los j¨®venes negros la confianza de que la sociedad norteamericana tambi¨¦n existe para ellos.
Recuerdo la importancia de Jack (John) Kennedy para mi generaci¨®n. Un hombre que no era totalmente diferente a nosotros, joven, ambicioso, con cierto gusto por la aventura, era entonces presidente. Las posibilidades que se abr¨ªan ante nosotros eran extraordinarias. No era perfecto, pero trajo luz a las vidas de mi generaci¨®n.
Jesse Jackson no es perfecto. No tengo ni idea de si me gustar¨ªa si le conociese (naturalmente, se puede decir lo mismo de George Bush, Michael Dukakis o Albert Gore). No s¨¦ si conf¨ªo totalmente en ¨¦l. ?Y qu¨¦? Lo mismo puedo decir de Bush, Dukakis o Gore. Lo que cuenta para m¨ª es que Jackson ofrece un convincente sentimiento de simpat¨ªa hacia el sufrimiento humano. Puede apreciar la falta de identidad entre los desvalidos. De todos nuestros candidatos, ¨¦l se dirige a nuestro fuerte sentimiento en favor de la promesa y la mejora del ser humano.
Contra la droga
Ya ha sido el candidato que ha llegado m¨¢s lejos. Ha tenido que ser un hombre de un valor m¨¢s que ordinario o jam¨¢s se habr¨ªa atrevido a presentarse. Su victoria podr¨ªa abrir un gran contrataque contra la met¨¢stasis que supone el problema de la droga; una naci¨®n se entrega a las drogas cuando deja de creer en su objetivo colectivo.
La semilla de cualquier futuro vital norteamericano debe a¨²n atravesar el viejo odio, desprecio, corrupci¨®n, culpabilidad, oprobio y horror, pero ah¨ª est¨¢ la semilla, el amor en potencia de negros y blancos.
Franklin Delano Roosevelt se creci¨® en la presidencia, como Harry Truman y Dwight Eisenhower, en los ¨²ltimos d¨ªas de su administraci¨®n. John Kennedy sin duda se creci¨® en la presidencia, y Richard Nixon, cuando Reg¨® el momento de ir a China. Ronald Reagan nos sorprendi¨® con su aceptaci¨®n de la glasnost. Jesse Jackson, elegido como presidente y aumentando su talla, podr¨ªa iluminar nuestras vidas y darnos dignidad de nuevo como norteamericanos.
Quiero creer en eso. Estoy cansado de vivir en medio de los miasmas de nuestra indefinible y continua verg¨¹enza nacional.
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