Nace un monstruo
LA BOMBA trampa que Terra Lliure hizo estallar el lunes en Barcelona certifica el nacimiento de un monstruo. Hasta ahora, su actividad se circunscrib¨ªa a la colocaci¨®n nocturna de petardos en locales vac¨ªos, y el n¨²mero de v¨ªctimas causadas por la banda era m¨¢s numeroso en campo propio que en los ajenos., Una muerte, la de una anciana de Les Borges Blanques hace unos meses, constitu¨ªa todo el balance sangriento de la organizaci¨®n. Se trat¨®, entonces de un error, seg¨²n explicaron sus autores. Pero el error forma parte de los c¨¢lculos estrat¨¦gicos de quienes espec¨ªficamente se proponen aterrorizar no s¨®lo a las v¨ªctimas directas, sino a las potenciales: todos, dado el sistema aleatorio elegido. El recurso a la bomba trampa significa que con aquel estrat¨¦gico error se franque¨® una frontera que puede ser sin retorno.Las fuerzas pol¨ªticas catalanas han tendido a tomarse a broma en ocasiones lo que significa la aparici¨®n de un grupo terrorista. Es cierto que algunas caracter¨ªsticas de Terra Lliure, como la acreditada impericia de sus activistas, se prestan a comentarios sarc¨¢sticos. Pero tambi¨¦n fueron inexpertos muchachos los profesionales del terror que asola, a Euskadi desde hace tantos a?os.
Los gui?os de paternal condescendencia que desde algunos sectores -aunque minoritarios- del nacionalismo catal¨¢n oficial se han venido prodigando hacia el independentismo radical han de acabarse de ra¨ªz si no se quiere que los aprendices de hoy se conviertan en temible amenaza. La prolongada ambig¨¹edad de determinados sectores nacionalistas vascos respecto al reto?o radical deber¨ªa ense?ar algo, como experiencia en cabeza ajena, a esos c¨ªrculos catalanes. Con demasiada frecuencia, afirmaciones como que los fines de los terroristas eran compartidos por todos los nacionalistas vascos -aunque no sus m¨¦todos- se convirtieron en coartada para la escalada de los violentos. Y no es consecuente con el probado constitucionalismo de Jordi Pujol y Converg¨¨ncia Democr¨¤tica esa condescendencia que se aprecia en sectores de dicho partido y sus aleda?os. Un ejemplo de ello es la sistem¨¢tica y bondadosa calificaci¨®n de "organizaci¨®n armada" con que ha venido distinguiendo la prensa pr¨®xima a Converg¨¨ncia al grupo terrorista, tan criminal y tan execrable como cualquier otra banda de pistoleros.
Todo en el incipiente terrorismo catal¨¢n y en el no tan incipiente nacionalismo radical huele a caricatura menor del abertzalismo vasco. Desde sus portavoces a sus ep¨ªgonos, sus protagonistas van haciendo de aprendices de brujo. Y lo malo de tales aprendizajes es que a veces acaban por calar, aunque el entorno inmediato no sea suficientemente favorable.
Cierto es, como vienen se?alando distintas voces, que el clima de convivencia no es proclive en Catalu?a a la violencia. Pero incluso en la explicaci¨®n de esta verdad se utiliza a veces un lenguaje incoherente. Se dice, cuando de atentados etarras en Barcelona se ha tratado, que estamos ante un terrorismo importado. Lo que subyace en el fondo de afirmaciones de ese g¨¦nero es, por un lado, el reconocimiento de que no hay una franja social en Catalu?a que est¨¦ en disposici¨®n de hacer una apuesta violenta. Pero, por otro, un dejar sobreentendido que el asunto no va con los catalanes, que se trata de un problema for¨¢neo. Este sutil descompromiso respecto de uno de los grandes problemas de Espa?a desacredita la causa catalana cultivando una imagen de insolidaridad.
Imagen que, por lo dem¨¢s, se apoya en expresiones m¨¢s que frecuentes en tertulias privadas y en sectores que pugnan por autoidentificarse como m¨¢s catalanes que nadie, seg¨²n la cual si hubiera una ETA catalana las cosas ir¨ªan de otra forma. Es a esos repliegues de dobles lecturas, de coartadas cobardemente ofrecidas a los iluminados a lo que se debe poner fin desde el Parlamento catal¨¢n. En caso contrario, el monstruo ser¨¢ quiz¨¢ hijo de nadie, pero tendr¨¢ padrinos identificables.
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