Gram¨¢tica de los sexos
Nos invitaban los amigos de la asociaci¨®n antipatriarcal, nacida hace poco para defender a los ni?os contra los mayores, a que, despu¨¦s de un debate que tuvimos en torno a Hijos ?para qu¨¦?, habl¨¢ramos p¨²blicamente sobre la condici¨®n masculina, pens¨¢ndola ellos seguramente como consagrada en la figura del padre (si bien el padre est¨¢ tambi¨¦n en su se?ora, y los amigos de los ni?os tratan m¨¢s bien de defenderlos contra lo padre, bajo cualquier figura sexual que se presente); pero hac¨ªa falta intentar aclararse antes sobre eso de la condici¨®n masculina misma, pobres hombres.Algo tendr¨¢ que ver eso de los sexos o separaci¨®n de las dos clases sexuales con el mecanismo del g¨¦nero gramatical de las lenguas que lo conocen; no tanto como creen los feministas (y el ingenioso Garc¨ªa Meseguer se esforzaba afanosamente en sostenerlo), cuando, por ejemplo, ante la regla de concordancia de que para referirse a una reuni¨®n de hombres y mujeres se pongan los predicados comunes en g¨¦nero, masculino, diciendo "son todos feos". Claman que ah¨ª en el lenguaje mismo se manifesta la opresi¨®n o dominancia de los hombres sobre las mujeres, olvidando que lo mismo les pasa a las pozas con los pozos, a los charcos con las charcas y a los bolos con las bolas, y que hay por el mundo muchas lenguas que no tienen en su gram¨¢tica semejante clasificaci¨®n de los nombres por g¨¦nero o que emplean otras clasificaciones que nada tienen que ver con los sexos de la humanidad, sin que pueda advertirse la menor correspondencia con el hecho de que los pueblos m¨¢s o menos coincidentes con esas lenguas sean en sus instituciones menos patriarcales que los otros; y olvidando sobre todo que la lengua est¨¢ por debajo de todas las instituciones, pol¨ªticas o culturales, y, a diferencia de ellas, no es asequible a conciencia ni voluntad de individuos o dirigentes (salvo en la capa superficial, con algunas manipulaciones del vocabulario), sino que la gram¨¢tica de la lengua hablada es del pueblo, o sea, que no es de nadie, y encima debe de tener, si es caso, relaci¨®n m¨¢s ¨ªntima con las mujeres (puesto que suele llam¨¢rsela materna), las cuales as¨ª ser¨ªan m¨¢s pueblo que sus se?ores.
Pero, con todo, alguna relaci¨®n debe haber del g¨¦nero gramatical con la clasificaci¨®n de la sociedad en dos sexos, que es seguramente su clasificaci¨®n primaria (y la guerra de los sexos, la primera lucha de clases), en vista de que la oposici¨®n de g¨¦nero masculino y femenino se emplea tambi¨¦n, entre otras cosas, en la referencia a hombres y mujeres. Y si entonces, un poco al estilo de L¨¦vi-Strauss, nos ponemos a aplicar los descubrimientos de la gram¨¢tica en la lengua a los hechos de la organizaci¨®n social, cabe que nos preguntemos: ?c¨®mo es la oposici¨®n entre los dos sexos sociales, entre hombres y mujeres?
Ser¨¢ probablemente una oposici¨®n de las que los gram¨¢ticos llaman privativas, a saber, aqu¨¦llas en que, de los dos t¨¦rminos, uno se define porque no es el otro, donde se implica que los dos son en com¨²n lo mismo (si no, no habr¨ªa comparaci¨®n posible ni deferencia entre ambos), salvo en eso en lo que el uno no es el otro. Pero en tal oposici¨®n, por econom¨ªa l¨®gica, que es de ley, la diferencia se establece de modo que uno de los t¨¦rminos se limita a ser lo que ambos son en com¨²n, mientras que el otro tiene, sobre eso, alguna nota diferencial; as¨ª que el primero, que se llama t¨¦rmino no-marcado, se define por no ser lo que el otro es en cuanto a esa nota que ¨¦ste tiene en demas¨ªa, en tanto que el segundo, el t¨¦rmino marcado, se define s¨®lo positivamente, por ser lo que el primero y algo m¨¢s.
No siempre es f¨¢cil descubrir en una op. priv. cu¨¢l de los dos es el t¨¦rmino no-marcado: por ejemplo, nada a primera vista le dir¨ªa al hablante ingenuo y aun gram¨¢tico principiante cu¨¢l de los dos lo es en la oposici¨®n M/N del espofcont, cuyo ser-en-com¨²n-lo-mismo consiste en ser esa clase de fonemas que la fon¨¦tica llam¨® nasal, s¨®lo acudiendo al testimonio (subconsciente) de los que entienden (en el sentido de que est¨¢n menos viciados por pedanter¨ªas culturales, y m¨¢s abiertos, por tanto, a percibir las leyes verdaderas de su lengua), como son los ni?os que est¨¢n aprendiendo a escribir o los hablantes semiletrados que tienen que escribir una carta un d¨ªa, observamos que en fin de s¨ªlaba, donde la op. M/N est¨¢, como se dice, neutralizada, tienden a escribir siempre n (sienpre, albun) y no m (nunca faltas de ortograf¨ªa inversas, camio, tapom), y de ese testimonio deducimos que N es el t¨¦rmino no-marcado, representante, por tanto, de la mera condici¨®n nasal, y que M, t¨¦rmino marcado, tiene que ser eso mismo m¨¢s algo m¨¢s.
O, por modo semejante, en la op. de g¨¦nero del espofcont masculino / femenino, al considerar que, cuando la op. ha de quedar neutralizada, como en el caso de referencia simult¨¢nea a nombres de uno y otro g¨¦nero (o a seres del campo en que se habla dotados de nombres de uno y otro g¨¦nero), es la forma masculina la que aparece, deducimos que es masculino el t¨¦rmino no-marcado de la oposici¨®n, lo cual implica que, siendo ambos en com¨²n lo mismo, femenino tiene, adem¨¢s de eso, alguna nota diferencial, de la que masculino carece sencillamente.
Y hasta en el campo del vocabulario sem¨¢ntico (regi¨®n de la lengua la m¨¢s superficial o cercana a conciencia, y por ende a manejo personal o desde arriba, tanto que casi ya no es lengua, sino casi ya cultura) encontramos que en muchas lenguas, como la nuestra, el t¨¦rmino hombre, que sirve para significar seres humanos en general, sirve sin m¨¢s para significar va
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r¨®n o ente humano de la clase sexual viril, cosa que no pasa con mujer, que, por tanto, debe de tener en su significado alguna nota m¨¢s sobre las de hombre; aunque n¨®tese que, fuera del campo l¨¦xico de lo humano, no pasa igual, donde macho y hembra no parecen estar en op. priv., sino estar ambos t¨¦rminos marcados, y hasta en la designaci¨®n de animales reina mucha vacilaci¨®n para la elecci¨®n del t¨¦rmino epiceno entre uno y otro g¨¦nero, con preferencia del femenino en casos como zorra, mula, mosca o musara?a.
Pues bien, ?qu¨¦ aplicaci¨®n o salto del sistema y leyes de la lengua a la realidad, al sistema y leyes de la sociedad nos est¨¢ permitido, que sea ilustrativo sobre las relaciones entre hombres y mujeres? ?Son aqu¨ª realmente los hombres el t¨¦rmino no-marcado de la oposici¨®n (en contra de la apariencia de la verga como marca, el prick out que lamenta Shakespeare en su amado), y, por tanto, sencillamente humanos y nada m¨¢s, en tanto que las mujeres, aparte de ser tambi¨¦n humanas, son algo m¨¢s que eso; por lo cual, mientras ser¨ªa rid¨ªculo pensar que ser hombre baste como ocupaci¨®n o destino que a un hombre lo defina, no es tan rid¨ªculo que dedicarse a ser mujer aspire a bastar como destino y ocupaci¨®n?
Y en ese caso, ?cu¨¢l ser¨ªa esa nota de m¨¢s que sobre ser hombres tendr¨ªan las mujeres? Porque lo mismo podr¨ªa ser una nota negativa, podr¨ªa esa demas¨ªa ser una falta o deficiencia caracter¨ªstica, tal como la cultura (siempre masculina, pues que toda sociedad es patriarcal) ha tendido desde siempre a interpretar la caracter¨ªstica de las mujeres, o lo mismo podr¨ªa ser realmente una demas¨ªa (en un mundo de valores, como es el social, lo de positivo y negativo no consiste en verdad en otra cosa que en lo que se estime bueno y malo), algo de que los hombres carecen simplemente, y que explicar¨ªa as¨ª la pobreza de los pobres hombres, inventores y due?os del dinero.
Y a su vez esa demas¨ªa podr¨ªa incluso no ser algo finito y determinado, sino la mera indefinici¨®n, que bastar¨ªa para contraponerse a la finitud y limitaci¨®n de los varones: la ausencia de persona o personalidad, que es desde luego una instituci¨®n masculina (imag¨ªnese la traici¨®n a lo mujer en que caen aquellas que se resignan o incluso aspiran a ser personas y tener personalidad, a imitaci¨®n de los se?ores), y como la persona es la diferencia (si no, ser¨ªamos todos guapos), resultar¨ªa que ellas se diferencian por la falta de lo diferencial o definitorio.
Claro que todo ese intento de aplicaci¨®n l¨®gica a los hechos reales (esto es, sociales) se har¨ªa dando por supuesto que lo com¨²n a los dos sexos, sobre lo que la diferencia se establece, es eso de hombre o humanidad. Pero ?es tan seguro que es ¨¦se el sustrato com¨²n sobre el que la oposici¨®n y guerra de los dos sexos est¨¢ montada? Porque si no, atendiendo a que las dos clases en cuya divisi¨®n est¨¢ fundado este mundo, aunque se las pueda llamar las dos clases humanas o de humanidad, se las puede tambi¨¦n llamar las dos clases sexuales o de sexo, podr¨ªamos deducir de ah¨ª que lo com¨²n a los dos t¨¦rminos de la op. es precisamente su diferencia, esto es, el sexo o la condici¨®n sexual misma.
Y en ese caso, poca duda nos cabr¨ªa de que el t¨¦rm. no-marc. de la op., es decir, el sexo por antonomasia, son las mujeres, representantes de cualquier cosa que sea lo que haya por debajo de esa oposici¨®n y guerra entre los sexos, en tanto que los hombres ser¨ªan ah¨ª el t¨¦rm. marc., se?alado por alguna nota que podr¨ªa ser la mera falta o manquedad (explicando as¨ª la pobreza de los se?ores del dinero), o m¨¢s bien consistir en la intervenci¨®n de un rasgo contra-sexual, que ser¨ªa acaso la propia condici¨®n del ser del Hombre (con may¨²scula, abstracto, imposible de amor) o de la persona o ser de un hombre (feo necesariamente para ser uno distinto, para tener personalidad, y, por tanto, imposible de m¨¢s amor que el que pueda comprar con su dinero), un rasgo distintivo, en suma, que tendr¨ªa que ser la propia definici¨®n, que es condici¨®n del dominio o del poder, con el que toda sociedad est¨¢ constituida. "Todos son iguales", dicen ellas, y ser¨ªan todos iguales por eso de tener que ser distinto cada uno.
Para entonces, siendo dos a su vez las posibilidades de entender lo com¨²n bajo los dos sexos, una humanidad y otra sexo, una la identidad y otra la diferencia, tocar¨¢ preguntarse entonces cu¨¢l a su vez es la relaci¨®n entre lo uno y lo otro, entre la humanidad, esto es, el hombre (individuo o total), el poder, la identidad, y lo otro, lo llamado sexo (a falta de nombre: pues el vocabulario, y m¨¢s cuanto m¨¢s abstracto, es cosa de los hombres, cultura casi, que es masculina, y tiene que denominar lo innominado, como medio de dominarlo), es decir, la diferencia, aquello que las mujeres son en cierto modo, por el hecho de no ser sencillamente hombres.
Por tales modos razon¨¢bamos sobre el caso, pobres hombres, en la sesi¨®n convocada por los amigos de la asociaci¨®n antipatriarcal, y desde ah¨ª se segu¨ªa razonando, y habr¨¢ que seguir razonando con las ocasiones que se pueda, intentando dejar que la raz¨®n com¨²n descubra, aunque sea por vislumbres, aquello que el poder oculta para sostenerse.
Pero una cosa no habr¨¢ que olvidar a lo largo de esos razonamientos, a saber, que es de raz¨®n partir (si no, todo es confusi¨®n) del t¨®pico de que este mundo o sociedad, patriarcal desde el comienzo de la historia, aunque otros mitos quieran distraernos, esta historia misma, desde la expulsi¨®n del para¨ªso, esta realidad, est¨¢ fundado/a en la dominaci¨®n de un sexo sobre el otro, de las mujeres por el hombre, que esta divisi¨®n de clases es la primera o fundacional, y las mujeres, como dec¨ªa Engels, la primera forma de dinero; y que la imposici¨®n del poder no consiste en otra cosa que en la definici¨®n o determinaci¨®n de aquello indeterminado, indefinido, que hab¨ªa por debajo y que al poder le sigue siempre desde abajo amenazando.
Que, en fin, esa relaci¨®n se sigue siempre y en cada caso percibiendo en el hecho de que Fulana s¨®lo queda constituida y definida (y se libra as¨ª de ser una fulana) por el medio de ser la se?ora de Zutano, que es su determinador o definidor. Y cuando las mujeres, con el progreso de estado y capital, caen en la trampa de querer ser personas y tener su personalidad de cada una, es decir, definirse o determinarse cada una por s¨ª misma, no hacen otra cosa que contribuir a cerrar el proceso de imposici¨®n del dominio sobre aquello indefinido, lo mujer, que por debajo acaso hubiera.
Proceso que acaso no se cierra nunca; por lo cual no est¨¢ mal que intentemos seguir en com¨²n razonando la mentira de las verdades sobre hombres y mujeres que se nos venden cada d¨ªa.
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