Lucha sindical y representaci¨®n pol¨ªtica
Con todas las matizaciones que quieran hacerse, las reivindicaciones en curso -ense?anza, sector naval, construcci¨®n de Barcelona...- representan una abierta impugnaci¨®n de la pol¨ªtica gubernamental que deja expl¨ªcita la demanda de otra pol¨ªtica con un m¨ªnimo de orientaci¨®n progresista.De manera mucho menos expl¨ªcita, planea tambi¨¦n la idea de que en el marco que definen hoy los poderes econ¨®mico y pol¨ªtico, las aspiraciones de cambio y satisfacci¨®n de las demandas sociales tienen dif¨ªcil soluci¨®n, pero ser¨ªan posibles con otra correlaci¨®n de fuerzas.
Un segundo dato a tener en cuenta es que la acci¨®n de los trabajadores se desarrolla m¨¢s a la ofensiva, al menos si la comparamos con la experimentada entre 1979 y 1986.
El ejemplo de los salarios es el m¨¢s ilustrativo. De aceptar incluso la p¨¦rdida de poder adquisitivo -per¨ªodo del Acuerdo Nacional sobre Empleo-, pasando por vanos a?os donde la posici¨®n sindical part¨ªa de mantener dicho poder adquisitivo, se ha llegado en 1987 y 1988 a una clara, a la par que moderada, defensa de la mejora del mismo.
Que tal mejora se haya conseguido, aunque limitada en lo fundamental a los trabajadores con derecho a la negociaci¨®n colectiva, tiene gran importancia, por cuanto pugna con uno de los ejes de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobienio. Su pol¨ªtica salarial est¨¢ quebr¨¢ndose poco a poco. Que esto ocurra guarda relaci¨®n con el hecho de que la pol¨ªtica salarial es el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la pol¨ªtica econ¨®mica. Pero interpretar que, en el fondo, a los trabajadores s¨®lo les mueve un inter¨¦s economicista ser¨ªa otro error. Con cierta frecuencia se pierde m¨¢s dinero por descuentos de los d¨ªas de huega que el conseguido por el ligero aumento que puede alcanzarse sobre la oferta inicial del Gobierno o la patronal.
Ocurre que las reivindicaciones cualitativas, precisamente por el marco de poder econ¨®mico y pol¨ªtico al que antes nos refer¨ªamos, tienen obst¨¢culos de mayor envergadura.
Los trabajadores tienen conciencia de ello y de que en la coyuntura actual les falta suficiente fuerza para conquistarlas, salvo en muy peque?a proporci¨®n. De ah¨ª que traten de administrar bien la fuerza que poseen. Que, pese a todo, podamos hablar de ¨¦xitos discretos en la acci¨®n de los. sindicatos obedece a varias razones. Aqu¨ª hay que destacar:
1. Clara conciencia entre los trabajadores de que el sacrificio de los que est¨¢n en activo no se ha traducido en solidaridad con los parados y otros sectores marginados, sino en mejora de los beneficios del capital y reforzamiento de sus posiciones de poder en la sociedad y en la empresa.
2. Constancia de que se viene dando mayor creaci¨®n de riqueza en tanto permanece su distribuci¨®n desigual e insolidaria.
3. Rechazo al pacto social y a su variante espa?ola a la baja, como es la concertaci¨®n social. Lejos de representar una posibilidad de influir en la pol¨ªtica econ¨®mica, s¨®lo se ha buscado con la concertaci¨®n que los sindicatos avalaran dicha pol¨ªtica y desactivaran el rechazo de los trabajadores a sus efectos.
4. Evidencia de que, tras varios a?os de ajuste brutal en el sistema productivo, las empresas han entrado en una fase de rendimiento pr¨¢cticamente pleno de sus instalaciones. En este marco, la amenaza o el recurso a la huelga permite encontrar actitudes algo menos intransigentes en la patronal.
5. Notable mejora en las relaciones entre los sindicatos, que potencian las posibilidades de presi¨®n y movilizaci¨®n de los trabajadores.
Relaciones CC OO-UGT
Este ¨²ltimo punto merece un comentario especial. Porque en el panorama sindical es, sin duda, el cambio de signo en las relaciones entre CC OO y UGT uno de los hechos m¨¢s significativos. Si entre 1979 y 1986 la tendencia dominante era el enfrentamiento y la divisi¨®n, entre 1987 y 1988 el rasgo caracter¨ªstico lo da el entendimiento. Con todas sus lagunas, problemas y contradicciones, puede afirmarse que la regla de ayer es la excepci¨®n hoy. La nueva fase en dichas relaciones tiene su origen en el abierto distanciamiento de UGT respecto de la pol¨ªtica del Gobierno. Distanciamiento a menudo intercambiable con la neta oposici¨®n. Tal enfrentamiento supone el acontecimiento sindical y pol¨ªtico de mayor envergadura en los ¨²ltimos a?os.
Para lo que queremos destacar conviene retener que, siendo cierto que en la direcci¨®n de UGT ha pesado comprobar que de la identificaci¨®n que los trabajadores hac¨ªan entre el sindicato y la pol¨ªtica gubernamental se hab¨ªan derivado perjuicios para el sindicato, tambi¨¦n resulta patente que, m¨¢s all¨¢ de tales perjuicios, ha crecido la conciencia del alejamiento que la c¨²pula del PSOE / Gobierno ha demostrado respecto de los postulados b¨¢sicos y la tradici¨®n hist¨®rica de este partido. Es sintom¨¢tico que desde la direcci¨®n de UGT se denuncie que la inspiraci¨®n socialdem¨®crata apenas existe ya entre los ministros y el Gobierno. Dicho de otro modo, en la denuncia de UGT se observa un an¨¢lisis de clase, forzosamente cr¨ªtico, de la gesti¨®n del PSOE tras su llegada al poder.
Y surge la gran cuesti¨®n: ?qu¨¦ orientaci¨®n y traducci¨®n pol¨ªtica tiene este panorama?
Al plantear esta pregunta hay que aclarar que no nos referimos a la traducci¨®n electoral exclusivamente. Nos referimos a la derivaci¨®n pol¨ªtica en general de la lucha social y sindical, en su doble vertiente de c¨®mo la van a expresar los trabajadores, en tanto que protagonistas, y el resto de la ciudadan¨ªa, en tanto perceptores y en ocasiones afectados directamente por las protestas de los trabajadores.
La pregunta se hace necesaria por varias razones.
En primer lugar, para los sectores m¨¢s conscientes del movimiento obrero no puede escaparse que en esta etapa la acci¨®n re¨ªvindicativa de los trabajadores carece de referente pol¨ªtico. Se lucha, se ejerce oposici¨®n social, pero se carece de alternativa pol¨ªtica adecuada.
Desgaste del Gobierno
El destinatario de la protesta es, sobre todo, el Gobierno, que en su desgaste, obvio es. decirlo, hace retroceder el prestigio del PSOE. Pero a la izquierda de ¨¦ste nadie puede decir que d¨¦ orientaci¨®n clara y ofrezca una alternativa que para los trabajadores resulte solvente. En otras palabras, asistimos a la aparente paradoja de que una ampl¨ªa movilizaci¨®n por reivindicaciones justas, promovidas por el sindicalismo de clase, en cuyos n¨²cleos de direcci¨®n est¨¢n al ciento por ciento militantes que elaboran y se sienten adscritos a opciones de izquierda, resulta que pol¨ªticamente no refuerza las posiciones de los partidos de la izquierda. Que los sindicatos carecen de toda responsabilidad en ello es evidente. Al contrario, habr¨ªa que agradecerles que mantengan viva eso que algunos llaman cultura de izquierdas.
El asunto es serio. Lo hace a¨²n m¨¢s serio que entre los trabajadores haya clara conciencia de que pelean contra orientaciones y decisiones que emanan de las instituciones pol¨ªticas.
Efectivamente, desde la huelga general que en 1985 se hizo contra el recorte de las pensiones, pasando por la permanente batalla frente a los bajos niveles de cobertura a los parados, continuando por la denuncia de los excesos en la contrataci¨®n eventual, siguiendo por la confrontaci¨®n contra los efectos de la mal llamada reconversi¨®n industrial y terminando por el rechazo a la pol¨ªtica de rentas, a nadie se le oculta que es el Gobierno el que ha marcado la pauta, y ha sido el Parlamento el que, en forma de leyes, la hace obligatoria. Y Gobierno y Parlamento son las dos instituciones pol¨ªticas fundamentales.
Con lo expuesto pretendemos colocar sobre el tapete que el problema central de la clase trabajadora en este terreno es un problema de representaci¨®n pol¨ªtica. O, para ser m¨¢s precisos, es un problema de vac¨ªo de representaci¨®n pol¨ªtica; s¨®lo la convicci¨®n de que con la derecha podr¨ªa ser a¨²n peor hace que el desgaste y el desprestigio del PSOE no sean m¨¢s acelerados. Tambi¨¦n ayuda algo que la derecha espa?ola sea de las m¨¢s impresentables que hoy existen a nivel europeo. Pero ni lo uno ni lo otro puede minimizar la gravedad del problema pol¨ªtico que sacude al movimiento obrero de nuestro pa¨ªs. Un problema que, de no hallar urgente soluci¨®n, corre el riesgo, de favorecer que la derecha term¨ªne consiguiendo ser la alternativa.
Razones ligadas al prisma sindical con que pretendo analizar el asunto me coartan a la hora de expresar por d¨®nde deber¨ªan empezar las soluciones. S¨®lo apunto la gran resposabilidad que incumbe a los socialistas que de verdad se sientan y est¨¦n dispuestos a actuar como tales, y la seria reflexi¨®n que ata?e a los comunistas. Pero el problema no es s¨®lo de ellos. Hay tambi¨¦n que transmitir a los trabajadores estas inquietudes e intentar que asuman su propia cuota de responsabilidad.
Tampoco estar¨ªa de m¨¢s, que los sindicatos, evitando tratar el asunto bajo estrechas miras partidarias o de propaganda a partidos concretos, contribuyeran a la necesaria reflexi¨®n que el conjunto de los trabajadores y el movimiento obrero debe hacer sobre esta situaci¨®n. Entre otras razones, porque si los trabajadores acabaran aceptando como normal optar pol¨ªticamente por una socialdemocracia m¨¢s que descafe¨ªnada o por lo que est¨¢ a su derecha, tarde o temprano el sindicalismo de clase, consecuente con lo que encierra el t¨¦rmino clase, acabar¨ªa sintiendo los efectos de tales opciones pol¨ªticas de los trabajadores. Y poco a poco, por aquello de la adaptaci¨®n al medio para sobrevivir, el filo de clase y consecuente del sindicalismo espa?ol term¨ªnar¨ªa algo m¨¢s que mellado.
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