Papel mojado
LA FALTA de medios o el burocratismo, unas veces, y la actitud escasamente colaboradora de los interesados, otras, est¨¢n convirtiendo el r¨¦gimen de incompatibilidades de los altos cargos en poco menos que papel mojado. Un informe de este peri¨®dico (EL PAIS, 16 de mayo de 1988) revela que de los 1.500 altos cargos incompatibles s¨®lo una tercera parte est¨¢n sometidos a control. Del resto, la Inspecci¨®n General de Servicios, ¨®rgano encargado del seguimiento de las incompatibilidades con la ayuda del ordenador Rita, no sabe nada, y, por tanto, no existe la posibilidad de exigir responsabilidades a los infractores de la ley.La democracia espa?ola ha ido tejiendo en los ¨²ltimos a?os, y pese a las fuertes resistencias de muchos de quienes ahora hacen bandera de la lucha contra el tr¨¢fico de influencias, un entramado legal de incompatibilidades de los altos cargos, los parlamentarios y el personal al servicio de las administraciones p¨²blicas. Uno de los objetivos es "la solidaridad y moralizaci¨®n de la vida p¨²blica". Es m¨¢s que cuestionable la conveniencia de mezclar conceptos morales con el positivismo que debe presidir la norma jur¨ªdica. Pero establecido el objetivo, siempre resulta m¨¢s ejemplar la conducta de quienes ejercen funciones pol¨ªticas o representativas que la de los que forman tropa en las filas del funcionariado en general. Las incompatibilidades que afectan a estos ¨²ltimos, fundamentalmente la que impide la percepci¨®n de dos sueldos del Estado o la que deriva de horarios coincidentes de actividades en s¨ª mismas compatibles, se aplican a rajatabla, a pesar de los intereses corporativistas y de las situaciones creadas que los colectivos funcionariales m¨¢s privilegiados han enarbolado contra la medida, lo que no ha supuesto en cualquier caso, un avance en el objetivo de aumentar los niveles de eficacia y productividad de esos mismos funcionarios, cuya probable mayor dedicaci¨®n nominal a la Administraci¨®n no parece haberse traducido, ajuzgar por los resultados, en un m¨¢s adecuado nivel de competencia.
Sin embargo, existe en ese caso un sistema efectivo de incompatibilidades y se aplica. No puede decirse lo mismo cuando se trata de quienes se mueven en el ¨¢rea del poder pol¨ªtico. Y as¨ª ha ocurrido que un ex ministro socialista, Joan Maj¨®, ha podido mantener durante meses hasta tres sueldos incompatibles entre si, sin que el m¨¢s rudimentario sistema de control hubiese apreciado tan flagrante irregularidad. Y dicha situaci¨®n hubiera podido prolongarse hasta el infinito si el propio interesado no hubiese renunciado a su condici¨®n de diputado s¨®lo despu¨¦s de ser advertido de que su situaci¨®n iba a hacerse p¨²blica en un medio de informaci¨®n. Y lo peor de todo: nadie ha pedido despu¨¦s responsabilidades al interesado, vinculado ahora a empresas con las que estuvo en contacto durante su paso por el Gobierno. Por haber utilizado en benefici¨® propio, una vez reintegrado a la actividad privada, los contactos que adquiri¨® en su condici¨®n de alto funcionario, cumple condena de c¨¢rcel en Estados Unidos Mike Deaver, ex ¨ªntimo colaborador del presidente Reagan.
La comisi¨®n parlamentaria para la investigaci¨®n del tr¨¢fico de influencias, sometida al fuego cruzado de la demagogia de unos y la prepotencia de otros, puede disolverse pr¨®ximamente en medio del m¨¢s espantoso de los rid¨ªculos. Si fuese capaz, al menos, de elaborar una legislaci¨®n que regule la actuaci¨®n profesional de los altos cargos en el per¨ªodo posterior a su paso por la Administraci¨®n y la de quienes acuden a los despachos oficiales en defensa de determinados intereses, ese rid¨ªculo estar¨ªa compensado. Pero no est¨¢ nada claro que una iniciativa as¨ª vaya a prosperar. A la hora de la verdad habr¨¢ que ver la reacci¨®n de quienes m¨¢s vociferan ahora contra el tr¨¢fico de influencias y la de quienes se han acostumbrado en el ¨²ltimo lustro a convivir con el poder.
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