Una relativa euforia
LA REUNI?N anual de los ministros de Econom¨ªa de los pa¨ªses de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE) se ha desarrollado en un clima de optimismo como no se recordaba desde hac¨ªa a?os. A ello han contribuido tanto las nuevas previsiones, m¨¢s optimistas, realizadas por los t¨¦cnicos del organismo internacional como la publicaci¨®n de las cifras del comercio exterior norteamericano.La OCDE ha modificado al alza, en m¨¢s de medio punto, sus previsiones sobre el crecimiento econ¨®mico del conjunto de los pa¨ªses que la integran. Las nuevas proyecciones apuntan a un incremento de la producci¨®n de bienes y servicios en la zona del orden del 3%. en 1988 y del 2,5%. en 1989. La raz¨®n fundamental de esta revisi¨®n se encuentra en la aceleraci¨®n de la actividad econ¨®mica en Estados Unidos, algo que preocupa a los especialistas por los riesgos inflacionistas que comporta. Seg¨²n las encuestas de coyuntura, la utilizaci¨®n de la capacidad productiva ha alcanzado un l¨ªmite m¨¢ximo en aquel pa¨ªs, por lo que. un aumento adicional de la demanda s¨®lo podr¨¢ ser satisfecho mediante un aumento de las importaciones o, eventualmente, por un alza de los precios. Este tema ha llevado a la Reserva Federal norteamericana a aumentar los tipos de inter¨¦s internos como aviso de que no est¨¢ dispuesta a que se le vaya de las manos el control de la inflaci¨®n. En cualquier caso, las inquietudes en este terreno se han visto aminoradas tras la publicaci¨®n de algunos indicadores avanzados relativos al consumo privado, que muestran una desaceleraci¨®n del mismo, y tras el conocimiento de que el d¨¦ficit comercial correspondiente al mes de marzo se hab¨ªa quedado por debajo de los 10.000 millones de d¨®lares.
Tambi¨¦n ha mejorado la situaci¨®n en Europa, que crecer¨¢ m¨¢s de lo previsto, aunque menos de lo deseable. En Alemania Occidental, por ejemplo, el aumento adicional de la demanda interna ser¨¢ menor que el aumento del producto interior bruto (PIB), lo cual implica que el crecimiento alem¨¢n occidental seguir¨¢ teniendo como motor esencial el desarrollo de sus exportaciones. En estas condiciones no debe extra?ar que el excedente alem¨¢n occidental, en vez de disminuir, aumente.
Parece como si tras el escalofr¨ªo que recorri¨® el mundo occidental a ra¨ªz de la ca¨ªda de la bolsa en octubre pasado las cosas hubieran vuelto a su cauce normal. Los gobernantes hab¨ªan aprendido bien la lecci¨®n de 1929: la crisis burs¨¢til se transform¨® en una depresi¨®n por la falta de liquidez de los bancos, que termin¨® ahogando la actividad econ¨®mica. Esta vez los bancos centrales reaccionaron inmediatamente inyectando liquidez en el sistema, lo cual, adem¨¢s de tranquilizar al mercado, ha inducido una mayor actividad econ¨®mica en el mundo industrializado. Si adem¨¢s se modera el consumo, los efectos de la crisis burs¨¢til no podr¨¢n calificarse de negativos, aunque ser¨¢ preciso esperar alg¨²n tiempo antes de poder emitir un juicio definitivo sobre este asunto.
Pero no todo han sido parabienes. Seg¨²n los expertos de la OCDE, la inflaci¨®n tambi¨¦n ser¨¢ mayor de lo que se preve¨ªa hace unos meses, el paro aumentar¨¢ ligeramente en Europa y la correcci¨®n de los grandes desequilibrios -ser¨¢ m¨¢s lenta, a pesar de los excelentes resultados de la balanza comercial norteamericana en el mes de marzo. La persistencia de fuertes desequilibrios en las balanzas corrientes de Estados Unidos, Jap¨®n y Alemania del Oeste alimenta el desasosiego en los mercados de cambio internacionales y nadie se aventura a predecir qu¨¦ va a ser del d¨®lar en los pr¨®ximos meses. Tambi¨¦n es inquietante, y se habl¨® de ello, la pasividad que han adoptado los Gobiernos de los pa¨ªses industrializados en el desmantelamiento de la protecci¨®n a la agricultura, y ello a pesar de los compromisos alcanzados en el seno del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Las clientelas pol¨ªticas pesan excesivamente en este asunto, que cuesta varias decenas de miles de millones de d¨®lares a los consumidores. La desregulaci¨®n se ha detenido en los campos de trigo europeos y en los arrozales japoneses, y no parece que vaya a ser una tarea f¨¢cil introducir un soplo de racionalidad en este ¨¢mbito de la vida econ¨®mica. Se trata de un problema con el que los Gobiernos parecen decididos a convivir, tarea que se ve facilitada por el clima de relativa euforia que se respira estos d¨ªas en el mundo industrializado.
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