Generalidades sobre la aventura

Existen tres tipos de directores cinematogr¨¢ficos: los que se pliegan a las exigencias del g¨¦nero, de la convenci¨®n, y sobreviven o sucumben entre sus poderosos brazos; los que construyen su obra en sincron¨ªa con su ¨¦poca y prefieren hermanarse a ella antes que a la evoluci¨®n de la cinematograf¨ªa, y los terceros son aquellos que poseen un mundo propio, una po¨¦tica creadora de mitos y s¨ªmbolos que s¨®lo tienen sentido coherente dentro del universo del creador.Werner Herzog, durante cierto tiempo, parec¨ªa pertenecer a esa ¨²ltima clase de directores o, cuando menos, ser aspirante a ello. En esa ¨¦poca rodaba la misteriosa Signos de vida, o la muy impresionante, c¨®mica y cruel Tambi¨¦n los enanos empezaron peque?os.

El cineasta alem¨¢n se situaba al otro lado de la frontera de la civilizaci¨®n o de la normalidad para mejor contemplar el mundo, y nos propon¨ªa, a trav¨¦s de espejos deformantes, im¨¢genes poderosas. Pero muy pronto descubrimos que el extra?o planeta de Herzog era el de toda una generaci¨®n que hu¨ªa de las consignas y de las explicaciones cl¨¢sicas.

Aguirre, la c¨®lera de Dios, ese antecedente que Natasha Kinski, hija del cineasta alem¨¢n, esgrimi¨® ante sus compa?eros de jurado durante el ¨²ltimo festival celebrado en Cannes para cerrarle la puerta a Saura y dejar su Eldorado sin ni tan siquiera un premio de consolaci¨®n, supuso el momento de mayor gloria de Herzog, su entrada en el pabell¨®n reservado a los grandes autores.

Luego vino el dif¨ªcil, imposible equilibrio entre la f¨®rmula y un espacio aventurero progresivamente m¨¢s reducido o invadido por fan¨¢ticos de la Par¨ªs-Dakar o las vacaciones en las Seychelles.

Imitaci¨®n de s¨ª mismo

En Cobra verde, Herzog es una imitaci¨®n de s¨ª mismo, sus planos son clich¨¦s de mito; su epopeya, un digest de relato dedicado a vidas tormentosas. El propio Kinski ya no es un conquistador herido por la locura, o delirante figura que gobierna un ej¨¦rcito de micos, sino una m¨¢scara empe?ada en muecas de dolor, pero tras la cual no hay vida, aunque s¨ª, tal y como exige el t¨®pico, un esp¨ªritu generoso y libertador.Las ¨²ltimas pel¨ªculas de Herzog transmiten una pat¨¦tica sensaci¨®n de progresiva asincron¨ªa con la ¨¦poca, sin que hayan adquirido entidad propia, ajenas a la moda o a los t¨®picos del momento, cuando una buena parte del encanto de su filmograf¨ªa inicial descansaba en la moda de la marginalidad y en un catastrofismo ecol¨®gico un tanto t¨®pico.

En Cobra verde, como en Nosferatu o en Donde suenan las verdes hormigas, el alem¨¢n Werner Herzog se pasea entre los mitos como un turista apresurado entre ruinas.

El director alem¨¢n utiliza en esta pel¨ªcula una gu¨ªa y la Polaroid siempre preparada, sin darle tiempo ni al decorado ni a quienes lo pueblan de expresar alguna verdad que no sea la del disciplinado figurante.