La ceremonia del impuesto
COMO TODOS Ios a?os por estas fechas, los espa?oles se encierran los fines de semana para intentar descifrar -tarea tit¨¢nica, y finalmente imposible- y cumplimentar los complicados formularios del impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas (IRPF). Tambi¨¦n como todos los a?os, el cumplimiento de las obligaciones fiscales ha venido precedido de una campa?a en la que desempe?an un papel central las noticias ejemplares sobre procesamientos de conocidos artistas, y m¨¢s recientemente de deportistas, e incluso del presidente de un conocido club de f¨²tbol. Todo parece funcionar con arreglo a las normas habituales.La principal novedad impositiva de este a?o ha sido la reducci¨®n general de la tarifa del impuesto en un 5% para compensar los efectos de la inflaci¨®n. Se trata de una pr¨¢ctica habitual en otros pa¨ªses, pero aqu¨ª ha sido absolutamente novedosa, ya que hasta ahora las tarifas se hab¨ªan endurecido algunos a?os y se hab¨ªan dejado sin tocar otros, con lo cual el simple juego de la inflaci¨®n ha hecho que la carga impositiva soportada por los espa?oles haya crecido desmesuradamente en el ¨²ltimo quinquenio, sin que, en contrapartida, los servicios que el contribuyente debe recibir hayan mejorado lo m¨¢s m¨ªnimo.
El crecimiento de los ingresos por impuestos directos en los ¨²ltimos meses, a pesar de la reducci¨®n de las retenciones, demuestra que el n¨²mero de contribuyentes que paga es hoy mayor que hace unos a?os. A ello ha contribuido decisivamente la aplicaci¨®n del impuesto sobre el valor a?adido (IVA), que ha hecho aflorar a la superficie fiscal centenares de miles de peque?as empresas. Pero junto a ello hay que se?alar que los principales sujetos del impuesto son, hoy como ayer, los asalariados y que, a pesar de ello, Hacienda se obstina en tratar a las rentas del trabajo como a las que proceden del capital. Por otra parte, se deposita en los artistas la funci¨®n de servir de ejemplo, como si se tratase de un gran espect¨¢culo fiscal dedicado a la edificaci¨®n de los espa?oles; m¨¢s valdr¨ªa mejorar la eficacia en el uso de los recursos para despertar la adormecida conciencia fiscal de los contribuyentes y utilizar como valor de ejemplo una inspecci¨®n fiscal a la altura de los tiempos para acabar con las enormes bolsas de defraudaci¨®n que a¨²n existen en Espa?a y que son perfectamente conocidas por los agentes recaudatorios. Sin embargo, el secretario de Estado de Hacienda, Jos¨¦ Borrell, parece dedicar todo su esfuerzo antes a polemizar con los editorialistas de los diarios que a solucionar, en plena campa?a de declaraciones, el conflicto con sus inspectores fiscales.
El reclamo oficial para el pago del IRPF llega este a?o en un momento particularmente inoportuno: todos los d¨ªas aparecen noticias sobre presuntos tr¨¢ficos de influencias y sobre la inoperancia de la comisi¨®n creada para investigar estos problemas y proponer medidas que los solucionen. El casi seguro fracaso de esta comisi¨®n y su negativa a examinar incluso aquellos casos en los que parecen existir fundados indicios de utilizaci¨®n abusiva del poder en provecho propio, han provocado un escepticismo generalizado en cuanto al principio de igualdad ante la ley. Por otra parte, la pasividad de que han hecho gala las autoridades econ¨®micas ante los m¨¦todos utilizados para el enriquecimiento de unos pocos en la bolsa o mediante la especulaci¨®n inmobiliaria, han terminado por acreditar la idea de que todo vale en el camino hacia el enriquecimiento instant¨¢neo. En estas condiciones, la tarea de las autoridades fiscales es particularmente dif¨ªcil: es ya muy tarde para intentar despertar unos est¨ªmulos morales adormecidos por el espect¨¢culo cotidiano de la riqueza f¨¢cil.
En este contexto, las cosas podr¨ªan simplificarse para los contribuyentes. Si no hay otro camino que el del amedrentamiento, resulta de un refinado ensa?amiento complicarles adem¨¢s la existencia mediante el relleno de unos formularios incomprensibles para la inteligencia de cualquier ciudadano medianamente dotado. Hacienda contin¨²a utilizando un lenguaje pretendidamente t¨¦cnico, pero que en realidad es cr¨ªptico y s¨®lo muestra la deformaci¨®n o la ignorancia gramatical de quienes los redactan. Ni las leyes presupuestarias est¨¢n por encima de las leyes org¨¢nicas o de la propia Constituci¨®n, como parecen creer algunos, ni el lenguaje fiscal puede dedicarse a destruir la lengua espa?ola, la coherencia l¨®gica y la confianza en s¨ª mismos de los espa?oles alfabetizados. Si una peque?a fracci¨®n de los gastos que origina la campa?a de concienciaci¨®n fiscal se dedicase a la b¨²squeda de f¨®rmulas comprensibles para los contribuyentes, es probable que el desagradable trago del relleno de los impresos se viese suavizado.
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