Figurines

Dicen que si saliera el toro-toro para todos por igual, el escalaf¨®n de matadores experimentar¨ªa tales cambios que no habr¨ªa quien lo. reconociera. Seguramente es cierto. Pero no es menos cierto, se?ores del jurado, que si la tora al estilo Jandilla saliera tambi¨¦n para todos, ocurrir¨ªa exactamente lo mismo. Porque los figurines que suplantan la categor¨ªa de figuras del toreo, con el toro, ni pueden ni se atreven, seg¨²n est¨¢ demostrado, y a la tora no la saben torear.Las figuras del toreo siempre exig¨ªan la comodidad y, conseguida, pod¨ªan explayar su discurso sin mayores traumas. Consist¨ªa el discurso en hacer el toreo hondo, los que iban de maestros por la vida; el exquisito, los que de artistas; el tremendista, los que de suicidas. A Antonio Bienvenida -?en pie!- le sal¨ªa una tarde de mayo en Las Ventas la tora al estilo Jandilla de ayer, y editaba la enciclopedia del toreo, a cinco colores y con cantos en oro; a Pepe Luis, y recreaba la Giralda; acongoja el alma confesar, se?ores del jurado, que era a El Cordob¨¦s a quien le sal¨ªa la tora, y pon¨ªa la plaza boca abajo. En cambio el discurso de los figurines de ahora, dos de cuyos m¨¢s caracterizados representantes pisaron ayer el ruedo vente?o, es tartamudo, ignoran la sintaxis, carecen de vocabulario, no tienen ni voz.

Los figurines exigieron para ayer, la empresa compr¨®, los veterinarios aprobaron, el presidente bendijo tres toras absolutamente indecorosas que provocaron la indignaci¨®n del p¨²blico. Pero qu¨¦ les importar¨¢ el p¨²blico. Si dicen, que digan. Ah¨ª est¨¢ Manzanares que lleva 10 a?os imponiendo en Madrid la tora (la empresa compr¨¢ndola, los veterinarios aprob¨¢ndola, el presidente bendici¨¦ndola, el p¨²blico desga?it¨¢ndose de indignaci¨®n) y para colmo no ha sido capaz de cortarle ni una oreja a ninguna.

Ten¨ªa Manzanares un especial compromiso ayer en Madrid, despu¨¦s de escandalosa la suspensi¨®n del pasado d¨ªa 24, en la que responsable. Por una vez y sin que sirviera de precedente ten¨ªa el compromiso de acudir con responsabilidad de figura del toreo, a la cita con un p¨²blico que en aquella ocasi¨®n se sinti¨® estafado y que, l¨®gicamente, habr¨ªa de recibirle con hostilidad. Pero no es figura de nada, es figur¨ªn, ¨¦l mismo se encarg¨® de demostrarlo, acudiendo a la cita igual que siempre en los ¨²ltimos diez a?os sin toro, con tora, al aire de su estilo peculiar -cite de perfil, pico, correr- que es la degradaci¨®n del arte de torear.

Paco Ojeda, otro figur¨ªn, cuando cita es el parto de los montes. Despatarrado, grandilocuente, da la sensaci¨®n de que cuando venga el pase ser¨¢ el fin del mundo, y lo que viene es un pedazo de pico al pit¨®n de all¨¢, la pierna contraria perdida atr¨¢s, un disimulo coloc¨¢ndose fueracacho, y si la tora va buena, la hace girar al corro-la-patata.

Emilio Oliva liquid¨® al abecerrado tercero, que protestaba el p¨²blico, y al sexto le hizo una faena largu¨ªsima, con manifiesto prop¨®sito de torear al cl¨¢sico estilo, aunque sin conseguirlo, excepto en varias tandas de redondos. El toreo no acaba de entrarle a Emilio Oliva, que contin¨²a en la fila de los voluntariosos.

El primer toro daba la sensaci¨®n de fumado. Los tres ¨²ltimos, que ten¨ªan trap¨ªo, padec¨ªan sospechosa invalidez. Segundo y tercero no val¨ªan ni para novillada. La afici¨®n coreaba miaus y gritaba que aquello era un atraco. Don Mariano agitaba furioso el reglamento y le daba la tos. Los veterinarios silbaban El sitio de Zaragoza. Juan Font hac¨ªa el Don Tancredo en el palco presidencial. Y, en fin, los figurines, que no se atreven con el toro ni saben torear la tora, tampoco llenaron la plaza. Qu¨¦ bueno lo suyo.