En la encrucijada
El insuficiente grado de unidad entre las distintas organizaciones sindicales es una de las razones esenciales. La propia celebraci¨®n por separado del Primero de Mayo ha sido un bot¨®n de muestra. Tal carencia tampoco es suplida por el acuerdo CCOO-UGT del pasado mes de febrero, suscrito en t¨¦rminos excesivamente ambiguos, que no contiene referencias a la movilizaci¨®n, y del que se ha excluido a sectores del movimiento sindical (nacionalistas, USO, CNT ... ). Invertir esa tendencia a la dispersi¨®n de esfuerzos y a la exclusi¨®n, muy arraigada entre nosotros, mejorar¨ªa notablemente la credibilidad de los sindicatos ante un sector importante de los trabajadores que permanece expectante y pasivo ante el hecho sindical; su consecuci¨®n exigir¨ªa ¨²nicamente un grado de sensibilidad de los que hasta ahora se han mostrado reticentes.La l¨®gica oposici¨®n al largo quinquenio de ajuste duro ha sido un punto com¨²n en la estrategia de los sindicatos. La opci¨®n liberalizadora impuesta por el t¨¢ndem Boyer-Solchaga se ha caracterizado por transferir renta de los trabajadores a los empresarios, con la cantinela de que los excedentes de hoy son las inversiones expansivas del ma?ana. No obstante, debemos reconocer que la presi¨®n ejercida, con ser importante, no ha sido suficiente para obligar al Gobierno a cambiar su pol¨ªtica econ¨®mica.
La patronal no es m¨¢s receptiva a las propuestas sindicales. Aplaude la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno y le dirige todas sus presiones para forzar la desregularizaci¨®n de las relaciones laborales, mayores beneficios fiscales, subvenciones, etc¨¦tera. El peso psicol¨®gico del desempleo y la econom¨ªa sumergida tambi¨¦n son elementos que juegan a su favor a la hora de emprender una din¨¢mica reivindicativa. La oposici¨®n empresarial a la reducci¨®n de jornada es frontal, as¨ª como a la negociaci¨®n de la introducci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas.
Es ese contexto el que nos hace invitar a la reflexi¨®n, a la autocr¨ªtica. Las medidas flexibilizadoras elaboradas en su momento por Solchaga no han sido enterradas definitivamente y aguardan su oportunidad. La supresi¨®n del salario m¨ªnimo interprofesional, la ampliaci¨®n a 10 a?os de duraci¨®n m¨¢xima de los contratos temporales, la generalizaci¨®n de la movilidad funcional y geogr¨¢fica son aut¨¦nticos retos a los que en su momento tendremos que hacer frente.
Deber¨¢ hacerse hincapi¨¦ en el proceso de desarrollo sindical a lo largo de la transici¨®n, caracterizado por los pactos sociales, con especial protagonismo en todos ellos del binomio CEOE-UGT. Tal alianza, que tuvo su primera manifestaci¨®n clara en el Acuerdo B¨¢sico Interconfederal (ABI), ha traspasado por completo las fronteras de la negociaci¨®n colectiva, trascendiendo en el desarrollo legislativo de los temas sociales y sindicales, como el Estatuto de los Trabajadores, ley B¨¢sica de Empleo, ley Org¨¢nica de Libertad Sindical, etc¨¦tera. En tal proceso, los trabajadores perdieron derechos, y lo que podr¨ªamos llamar democracia sindical permanece bajo m¨ªnimos. Mientras se regulaba con rigor a los trabajadores, no se planteaba abordar un estatuto para los empresarios.
Muy cerca ya de que ese proceso cumpla una d¨¦cada, cuando su balance es un tanto descorazonador, ha llegado el momento de someterlo a revisi¨®n.
Realidad m¨¢s abierta
Aun aceptando la l¨®gica del sindicalismo a dos de la que muchos no saben salirse, en las ¨²ltimas fechas se han producido hechos trascendentales que no podemos pasar por alto. Obviamente, nos estamos refiriendo a la quiebra de la tentaci¨®n hegemonista protagonizada por UGT que lanzaban a bombo y platillo sus m¨¢ximos dirigentes en las elecciones sindicales de 1986 y que los resultados se encargaron de descafeinar, especialmente los obtenidos en el sector p¨²blico a finales de 1987. Cabe a?adir a ello las muy recientes tensiones internas en varias federaciones que denotan con claridad la existencia de un conflicto de envergadura dentro del socialismo.
Los partidarios del bisindicalismo suelen afirmar que los dos grandes sindicatos agrupan un 75%. de la representaci¨®n de los trabajadores, pero esa audiencia electoral saben perfectamente que no implica fuerza sindicatos trabajadores participan en los procesos electorales de forma considerable en las grandes empresas, participaci¨®n e inter¨¦s que va descendiendo en la medida que lo hace la plantilla de la misma. En las peque?as, donde la debilidad sindical es palmaria, o bien no se hacen elecciones,o se llevan a efecto al calor de la inercia general.
Entre los trabajadores y lo que podr¨ªamos llamar aparatos sindicales hay una notable distancia. Una encuesta hecha p¨²blica con anterioridad a las elecciones sindicales de 1986, efectuada por SIGMA-2, ofrec¨ªa algunos datos reveladores al respecto: m¨¢s de la mitad de los afiliados no participan en actividades dentro del sindicato; el n¨²mero de desafiliados es casi tan alto (12,7%) como el que se recenoce afiliado (13,8%); entre las causas que le empujaron a tomar tal decisi¨®n, cuya caracter¨ªstica es la heterogeneidad, destaca un 21% que aduce desilusi¨®n y p¨¦rdida de confianza. Si nos referimos a los no afiliados, un 32,2% reconoce no hab¨¦rselo planteado, mientras un 23,4% manifiesta desacuerdo con la pr¨¢ctica de los sindicatos.
Los partidarios del sindicalismo a dos suelen aseverar tambi¨¦n que se ha cerrado definitivamente el paso a una tercera fuerza sindical de corte independiente. Tal afirmaci¨®n es arriesgada en una coyuntura tan abierta como la actual. Aun aceptando que fuera cierta, no lo es menos que la distancia entre los mayoritarios y los trabajadores se ha hecho patente en el refer¨¦ndum de banca, o en Seat de Barcelona (todo un s¨ªmbolo para el movimiento obrero), donde CNT, con un amplio apoyo de les trabajadores, ha abierto un proceso para forzar la dimisi¨®n del comit¨¦ de empresa por su nefasta actuaci¨®n. En esa l¨ªnea, reafirmamos nuestra voluntad de protagonizar esa tercera v¨ªa, desde luego, independientes de toda atadura, pero cargando m¨¢s las tintas en el contenido de la acci¨®n sindical, con un compromiso profundamente reivindicativo, en un contexto de transformaci¨®n social. Proceso que no debiera ser exclusivo de los cenetistas, sino abierto a otras realidades, disposici¨®n que ya hemos reiterado en otras ocasiones.
La posibilidad de concretar ese proyecto tropieza con indudables obst¨¢culos, que son herencias de la at¨ªpica transici¨®n que hemos vivido, todas ellas asumidas como bagaje plenamente actual a trav¨¦s de la LOLS. Su filosof¨ªa es el apoyo de las organizaciones m¨¢s representativas a trav¨¦s de las ventajas que les concede. Miguel Rodr¨ªguez Pi?ero califica tal concesi¨®n de "intercambio pol¨ªtico" a cambio de "responsabilizarlas e integrarlas en la dif¨ªcil gobernabilidad del sistema". A?ade tambi¨¦n: "Desde el punto de vista jur¨ªdico, la opci¨®n legal de un claro favorecimiento de ciertos interlocutores sindicales como representativos de los intereses generales ( ... ) plantea delicados problemas relativos al alcance de la libertad sindical'.
El abuso que desde diferentes ¨¢mbitos se ha hecho del concepto de mayor representatividad ha merecido ya algunas sentencias contrarias de los tribunales. Tal vez haya llegado el momento de facilitar la labor de la justicia. Para ello consideramos imprescindible:
Resolver la dualidad entre la representaci¨®n sindical y la unitaria en la empresa; situaci¨®n que no resiste comparaci¨®n alguna con nuestro entorno europeo, y tiene dif¨ªcil justificaci¨®n, dado que, si bien fue una exigencia patronal al inicio de la transici¨®n para frenar el desarrollo de los sindicatos, una vez regulada la representaci¨®n sindical en desarrollo de un derecho fundamental, carece de sentido mantener funciones paralelas en el marco de la legalidad ordinaria.
Una aut¨¦ntica regulaci¨®n desde la transparencia de las elecciones sindicales. Desde la imposibilidad de promoverlas por los sindicatos minoritarios, pasando por la ampliaci¨®n a cuatro a?os del mandato de comit¨¦s y delegados, o la presencia con voz y voto de la patronal y Administraci¨®n en las comisiones de elecciones, y acabando por las acusaciones de fraude, algunas comprobadas, debemos admitir que estamos ante una situaci¨®n de irregularidad manifiesta. Como soluci¨®n cabr¨ªa pensar en una autorregulaci¨®n del proceso con participaci¨®n de todos los sindicatos que tenga su correspondiente sanci¨®n legislativa.
La petrificaci¨®n de las directrices de la LOLS. La determinaci¨®n de representatividad basada exclusivamente en la audiencia electoral complementada y reforzada por la irradiaci¨®n pretende institucionalizar una realidad sindical establecida a priori, sin riesgos ni fisuras. En los ordenamientos jur¨ªdicos de la generalidad de los pa¨ªses occidentales se admiten variados criterios de determinaci¨®n, tanto de la mayor como de la suficiente representatividad.
Por todo ello, la afiliaci¨®n, la independencia, la eficacia movilizadora y resolutoria en defensa de los intereses de los trabajadores constituyen elementos racionales para una reforma progresista. Tampoco conviene desde?ar el valor complementario de la significaci¨®n t¨¦rmino ya reflejado en sendas sentencias de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo en materia de patrimonio sindical acumulado, que entronca con la resoluci¨®n de la OIT de 26 de junio de 1952 sobre "independencia del movimiento sindical y misi¨®n del sindicalismo".
En ese contexto, contrasta soberanamente el trato que ha recibido y recibe CNT desde diferentes instancias (patronal, Gobierno, sindicatos mayoritarios ... ), como una especie de patito feo de la democracia, a quien se cierran todas las puertas y cuya progresi¨®n evolutiva hay que cercenar. Once a?os despu¨¦s de que las organizaciones sindicales adquiri¨¦ramos carta de legalidad, creemos llegada la ocasi¨®n de manifestar que nos sentimos cargados de raz¨®n para exigir que se reconozca
nuestra vitalidad sindical, no s¨®lo del ayer, si no la de hoy y del futuro.
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