Un pensamiento constante
"Ya lo ves, unos con Motrico, los otros con Fraga y ahora, los que m¨¢s criticaban, con Calvo Sotelo. El sucursalismo, es decir la claudicaci¨®n, vuelve a asomar la nariz. Conviene que vigilemos ante todo lo que sucede y no aflojemos en nada. Por eso hace falta estar m¨¢s serenos y m¨¢s firmes que nunca". Estas palabras que el presidente me dirig¨ªa el 16 de Junio de 1976 resumen perfectamente la l¨ªnea de pensamiento que mantuvo constantemente desde su elecci¨®n en el exilio, en el a?o 1954. Efectivamente, su fuerza resid¨ªa en la fuerza moral, en la aplicaci¨®n, con tozuder¨ªa inalterable, de unas ideas simples y claras -"de pay¨¦s", dir¨ªa ¨¦l. Esta firmeza le llev¨® al restablecimiento de la Generalitat de Catalu?a despu¨¦s de 38 a?os de exlio. Hecho inaudito y seguramente ¨²nico en la historia universal: un pol¨ªtico gobemante en medio de una guerra civil y, vencido, presidiendo unas instituciones desterradas, que logra volver, a imponer el restablecimiento en el propio pa¨ªs de esas instituciones y adem¨¢s contin¨²a manteniendo la presidencia.Tentaciones del exilio
Los ejes que centraban sus ideas tend¨ªan a convencer a sus interlocutores de la necesidad del reconocimiento por todos de la Generalitat de Catalu?a, como instituci¨®n propia y representativa del pa¨ªs y, por tanto, de la lucha pol¨ªtica por su restablecimiento. Ello requer¨ªa:
-El reconocimiento y respeto del presidente detentor de la legitimidad.
-No caer en la tentaci¨®n de formar Gobiernos en el exilio, que por las luchas internas entre partidos habr¨ªan podido originar crisis y el desprestigio de la instituci¨®n.
-La unidad de las fuerzas pol¨ªticas catalanas para presentar un frente catal¨¢n ante toda posibilidad de alternativa al r¨¦gimen dictatorial. A su entender, el restablecimiento de la Generalitat peligrar¨ªa si las fuerzas pol¨ªticas catalanas se involucraban en compromisos con las espa?olas.
Ideas claras y simples, pero de dif¨ªcil aplicaci¨®n en el contexto de un pa¨ªs herido por una tragedia crael que dej¨® cicatrices.
Querer imponer estas ideas le cost¨® innumerables disgustos: "Me quedar¨¦ solo, pero no me hax¨¢n callar", me dec¨ªa a menudo, comentando alguna que otra de: aquellas cartas confidenciales, tan cr¨ªticas como criticadas por sectores de la sociedad barcelonesa que habr¨ªan preferido un presidente honor¨ªfico -"pastelero", para decirlo con una palabra que le era propia- para aquella traves¨ªa del desierto. Era en aquellos a?os sesenta cuando, en una conversaci¨®n con ¨¦l, Gaziel resurni¨® el drama de nuestro presidente: "Su problema es que vende: un producto de lujo y sus interlocutores buscan rebajas".
Con la muerte del dictador, en el a?o 1975, las cosas se tomaron m¨¢s serias, con m¨¢s contenido de responsabilidades pol¨ªticas. El presidente deb¨ªa navegar en un mar de sirenas: la Junta Democr¨¢tica, la Comisi¨®n de los Diez, etc¨¦tera.... Iniciativas dirigidas a la b¨²squeda de resultados positivos para tal o cual partido pol¨ªtico espa?ol, pero que, por m¨¢s respetables que fuesen y contin¨²en siendo, no ten¨ªan por objetivo primordial la soluci¨®n del problema nacional catal¨¢n. Para ellos, el restablecimiento de la Generalitat m¨¢s bien les estorbaba en sus planteamientos, en la medida que les parec¨ªa que pod¨ªa retrasar o hacer peligrar el advenimiento de la democracia.
Tarradellas, inmerso en una derrota total de su pa¨ªs, levant¨® una bandera y, con firmeza y tozudez, en medio de disgustos y de incomprensiones, la llev¨® a la victoria.
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