Autocomplacencias
UNA VEZ al a?o, los primeros mandatarios de las siete econom¨ªas m¨¢s ricas del mundo se re¨²nen para estudiar c¨®mo les ha ido en los 12 meses anteriores y planear lo que har¨¢n en los siguientes. Este ejercicio, que tiene mucho de felicitaci¨®n mutua, incluye dar consejos a los pa¨ªses pobres sobre c¨®mo deben manejar sus econom¨ªas.Detr¨¢s del an¨¢lisis econ¨®mico, en cada cumbre de los siete existe un n¨²cleo de decisiones pol¨ªticas cuya adopci¨®n com¨²n es el verdadero motivo de la reuni¨®n. La de Toronto, que concluy¨® ayer, no es excepci¨®n a la regla. Los asistentes se felicitaron de los progresos de la distensi¨®n entre Washington y Mosc¨², recordando al tiempo que el optimismo resultante debe apoyarse en la continuaci¨®n de un di¨¢logo "constructivo y realista" para la limitaci¨®n de los armamentos, la disminuci¨®n de los conflictos regionales y la mejora de la situaci¨®n de los derechos humanos en el bloque socialista. La presencia del presidente de la Comisi¨®n de la Comunidad Europea (CE), Jacques Delors, en Toronto garantiza que el mundo libre acabar¨¢ expresando una opini¨®n un¨¢nime sobre esta cuesti¨®n cuando la cumbre comunitaria europea se re¨²na la semana que viene en Hannover, cuatro de cuyos asistentes habr¨¢n estado tambi¨¦n en la de Canad¨¢.
En segundo lugar, los representantes de los siete han intentado formular remedios para corregir los tremendos desequilibrios que, entre otras cosas, hicieron posible la ca¨ªda de la bolsa neoyorquina el pasado mes de octubre. Se tratar¨ªa de facilitar la adopci¨®n de pol¨ªticas fiscales y monetarias que permitan armonizar las tasas nacionales de crecimiento y corregir los desequilibrios exteriores entre los grandes. Pero las pol¨ªticas econ¨®micas de los pa¨ªses ricos difieren agudamente entre s¨ª e impiden que se adopten las medidas requeridas realmente. La cosa queda en peque?os ajustes c¨ªclicos: la recesi¨®n ha dejado de preocupar; ahora existe una amenaza de tensiones inflacionistas, que intentar¨¢ corregirse con una leve subida de los tipos de inter¨¦s anticipada por el alza de un cuarto de punto del Bundesbank alem¨¢n. Y, aunque estos ajustes topan con algunas posiciones que parecen irreductibles, como la guerra entre Washington y la CE sobre los subsidios a la agricultura, todo acaba en la mejor de las armon¨ªas.
En tercer lugar est¨¢ el problema m¨¢s serio con que se enfrenta la econom¨ªa mundial: la deuda de los pa¨ªses del Tercer Mundo, para cuya soluci¨®n no se ve otra salida que no sea la pol¨ªtica. Insistir en que es malo condonar una deuda porque fomenta los malos h¨¢bitos econ¨®micos de una naci¨®n no resuelve los dolores de est¨®mago de una sociedad que no alcanza siquiera el umbral de la pobreza. Como es sabido y pone de relieve un grupo de 10 financieros y pol¨ªticos en un art¨ªculo que aparece esta semana en The Economist, "la crisis de la deuda no podr¨¢ resolverse m¨¢s que si los pa¨ªses deudores crecen y si permanecen abiertos a sus productos de exportaci¨®n los mercados de los pa¨ªses industrializados". Si la ¨²nica opci¨®n que tienen esos pa¨ªses deudores es la insolvencia y la quiebra, porque son incapaces de hacer frente al servicio de la deuda, el c¨ªrculo vicioso no podr¨¢ ser roto. La disciplina monetaria sin ayuda eficaz, no s¨®lo es cruel, sino tambi¨¦n in¨²til. La cumbre de Toronto ha empezado a barajar f¨®rmulas para la condonaci¨®n de la deuda, sobre todo la de los pa¨ªses m¨¢s aherrojados de ?frica. Es un principio al que el Club de Par¨ªs debe aplicar su mejor voluntad.
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