C¨®mo se hace una novela
Talento es lo ¨²nico que necesita el escritor para hacer una novela, a juicio del autor, que sale as¨ª al paso de opiniones vertidas recientemente en este peri¨®dico por Magdalena Mora contra los editores y por el cr¨ªtico y novelista Leopoldo Azancot contra los best sellers. Seg¨²n manifiesta el autor del art¨ªculo, esto lo tienen claro incluso los editores sin talento, pero parecen no tenerlo tan claro determinados escritores, que no son precisamente los de talento.
Si a¨²n s¨¦ leer, lo que viene a decirnos Magdalena Mora en su art¨ªculo C¨®mo se vende una novela (v¨¦ase EL PA?S del 7 de junio) es lo siguiente: lo que menos le importa a un editor a la hora de tomar la decisi¨®n de publicar o no un libro de ficci¨®n es su entidad o calidad literaria, despreciando, por tanto, al escritor, am¨¦n de cargar con la sospecha de estar estaf¨¢ndole. Y esta afirmaci¨®n la hace Mora no porque sea editora (en cuyo caso me callar¨ªa la boca), sino siendo doctora en Literatura y profesora de Literatura Medieval y Contempor¨¢nea (las may¨²sculas no son m¨ªas). Se me permitir¨¢, pues, que yo, sin ser escritor, diga cuatro palabras sobre c¨®mo se hace una novela.Materia prima
Por supuesto que hay editores que editan las novelas light que tan sagaz y sarc¨¢sticamente retrata Mora en su art¨ªculo; y los hay porque hay escritores que las escriben. ?Qu¨¦ har¨ªan sin ¨¦stos aqu¨¦llos? Tambi¨¦n aqu¨ª la materia prima es lo esencial, y contrariamente a lo que sucede en tantos otros campos de la actividad econ¨®mica, de la que la edici¨®n forma parte, no se olvide, la materia prima no es infravalorada y mal pagada, sino que cuando tiene verdadera calidad, y a veces incluso sin tenerla, es cuidada y mimada en una medida que pocos parangones hallar¨¢ en esos otros campos econ¨®micos. Pero tanto esos editores como esos escritores son de los que entran tres en el cuarto. Mora se abstiene de dar nombres de escritores, ya que todos son v¨ªctimas de la explotaci¨®n. capitalista a que se ven sometidos por parte del editor y debe funcionar en ella una solidaridad gremial, toda vez que, aparte de doctora y profesora, confiesa en su propio art¨ªculo ser escritora y casi v¨ªctima de ese voraz editor (tambi¨¦n yo mantengo la acentuaci¨®n castellana, faltar¨ªa m¨¢s). Tambi¨¦n nos priva de los nombres de los editores, aunque en este caso entiendo que no por solidaridad, sino porque todos los editores, como los indios, los negros o los gitanos, son iguales y el mejor de todos ellos es el editor muerto. Basta leer por encima la descripci¨®n que de sus actividades hace Mora para entenderlo as¨ª, por no hablar ahora de la funci¨®n social que nuestra doctora-profesora-escritora les concede. Una funci¨®n social puramente mercantilista, no hay que decirlo, aunque para desempe?arla con un mediano ¨¦xito no basta, desde luego, con saber manejarse en ese mundo o mundillo literario que Mora tan esquem¨¢ticamente describe. Ya que si vender una novela fuera tan f¨¢cil, aqu¨ª o en cualquier otra parte del mundo, los best sellers se contar¨ªan al cabo del a?o por millares y no por unidades, como notoriamente es el caso.
Unos d¨ªas antes, tambi¨¦n en EL PA?S (27 de mayo), cargaba el cr¨ªtico y novelista Leopoldo Azancot contra los best sellers, aunque sin implicar directamente a los editores en el desaguisado, si no injusticia, que la existencia de tales libros supone para el aut¨¦ntico escritor. Las razones eran, pues, bien distintas y muy bien hubiera hecho Mora en tenerlas en cuenta antes de redactar su art¨ªculo. Azancot dejaba como chupa de d¨®mine a Eco y Kundera, a Calvino y Cohen, a Yourcenar y Highsmith y hasta a Nabokov, con la particularidad de que mientras a Highsmith le reprochaba "estar fascinada por el mal", a Nabokov le echaba en cara todo lo contrario: "Rehusar descender a las profundidades y contentarse con echar miradas de reojo a las mismas". Y no es que yo est¨¦ en contra de los escritores a los que Azancot reivindica (Mircea Eliade, Andrei Biely, Hermann Broch, Robert Walser, Isaac B. Singer, Thomas Bernhard, ninguno de ellos tan rechazado, por otra parte, como Azancot pretende), que en el peor de los casos leo con tanto gusto y provecho como hago con los anatematizados.
Fuera del esquema
Pero si digo que Mora hubiera hecho bien en atender las razones de Azancot es porque de ese modo hubiera podido comprobar que ninguna de las novelas de las que el escritor sevillano abomina responde al retrato-robot de la doctora (para abreviar), cual es: "No pasar de los 125 folios mecanografiados a doble espacio, obligaci¨®n de combinar, con el simulacro de un clima autobiogr¨¢fico, una ruptura conyugal o de pareja, un episodio velada o abiertamente homosexual, un par de escenas de erotismo difuso y blando, muestra de un affair (sic) (sic, ¨¦ste m¨ªo) relacionado con drogas, mejor en delito de menor cuant¨ªa, ambientaci¨®n urbana, incluido espacio nocturno al uso y un final no necesariamente equ¨ªvoco, sombr¨ªo o perturbadoramente ambiguo, sino que no moleste; a lo sumo, agridulce".
Nadie reconocer¨ªa, desde luego, en esta descripci¨®n novelas como El nombre de la rosa, La insoportable levedad del ser, Jornada de un escrutador (libro "absolutamente vil", seg¨²n Azancot), Bella del se?or, Memorias de Adriano, Extra?os en un tren (t¨ªtulo que para nuestro Roberto Alc¨¢zar y Pedr¨ªn de la cr¨ªtica pone en evidencia "las insuficiencias que como narradora tiene Highsmith, seg¨²n demostr¨® Hitchcock en su pel¨ªcula hom¨®nima"), Ada o el ardor o Lolita. Por no hablar de La conjura de los necios, uno de los best sellers de los ¨²ltimos a?os que se le pas¨® por alto a Azancot.
Por otra parte, con un poco de mala idea ?no hallar¨ªamos cientos de libros espl¨¦ndidos (digo espl¨¦ndidos y no rebajo ni un mil¨ªmetro) que respondieran a lo que para Mora es paradigma de novela despreciable? Muerte en Venecia, por poner un ejemplo. El t¨²nel, por poner otro.
Aunque hay m¨¢s, sin apartarnos de la lectura de EL PA?S. El domingo 5 de junio, en el suplemento de Libros, se nos da la lista de los libros m¨¢s vendidos durante el mes inmediatamente anterior, como desde hace alg¨²n tiempo hace nuestro peri¨®dico, en base a los datos de una encuesta elaborada en exclusiva para el caso entre 70 puntos de venta escogidos de forma peri¨®dicamente rotatoria (datos que es de esperar no le parezcan a Mora producto de la "bien establecida red- suplemento-prensa-diaria-semanario-de-gran-tirada", en aras de su propia coherencia); si nos ce?imos a los 20 t¨ªtulos deficci¨®n en lengua espa?ola (originales o traducidos), a los que podr¨ªamos llamar, con mayor o menor propiedad, novelas, ?cu¨¢ntos de entre ellos merecer¨ªan el menosprecio de Mora, ateni¨¦ndose a las reglas por ella misma establecidas? ?Quiz¨¢ Amado amo, El sue?o de Alejandr¨ªa, Lady Pepa, Todos mienten, Wilt y El bosque de la noche, n¨²meros 1, 3, 5, 9, 11 y 18, de Rosa Montero, Terenci Moix, Jes¨²s Ferrero, Soledad Pu¨¦rtolas, Tom Sharpe y Djuna Barnes, respectivamente? Seguro que a m¨¢s de un lector, como a m¨ª, le picar¨¢ la curiosidad.
Talento
Pero ya es hora de que diga las cuatro prometidas palabras sobre c¨®mo se hace una novela; en realidad se necesitan s¨®lo dos: con talento. Y estoy absolutamente seguro de que la gran mayor¨ªa de los editores de este pa¨ªs, o de cualquier otro, saben cu¨¢ndo una novela est¨¢ escrita con talento y cu¨¢ndo no; y saben tambi¨¦n que para un editor, a la corta y a la larga, nada hay m¨¢s rentable que un escritor de talento.
Esto lo tienen claro incluso los editores sin talento (ni siquiera mercantil, ay) y diletantes como yo mismo. Quienes parecen no tenerlo tan claro son determinados escritores, que no son precisamente los de talento.
Tampoco estar¨ªa de m¨¢s que un lector puro, des-ocupado, como ped¨ªa Cervantes (autor de uno de los mayores best sellers de todos los tiempos, por cierto), terciara en el asunto. ?Aceptar¨ªa ese lector ideal, sin intereses profesionales en la cosa, pasar por borrego como quieren hacerle pasar tanto Mora como Azancot? ?No ser¨ªa capaz de formarse una opini¨®n propia? A ver.
es poeta y editor.
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