Gullit y Van Basten derrotaron a la URSS
Holanda, por fin, consigui¨® un t¨ªtulo y dej¨® de ser el Poulidor del f¨²tbol europeo y mundial. La calidad individual de sus hombres, tal como hab¨ªa profetizado su entrenador, Rinus Michels, decidi¨® una emotiva final que tard¨® m¨¢s de media hora en calentarse. A la URSS, le falt¨® inspiraci¨®n en los momentos decisivos, pero Mijail Gorvachov, l¨ªder sovi¨¦tico, puede sentirse satisfecho porque sus futbolistas casi dieron tanto por su pa¨ªs corno ¨¦l en sus reuniones con Ronald Reagan. Ese casi fue lo que impidi¨® a los sovi¨¦ticos el obtener su segunda Eurocopa. Su concepci¨®n del f¨²tbol sigue siendo todav¨ªa excesivamente primaria.La droga del f¨²tbol cre¨® ayer m¨¢s adictos, a pesar de que, como en todas las finales, no hubo un espect¨¢culo depurado. El miedo a perder atenaz¨® a los dos equipos y a sus respectivos t¨¦cnicos. Tanto Michels como Lobanovski plantearon el encuentro con una t¨¢ctica conservadora, y durante 30 minutos los espectadores del estadio Ol¨ªmpico y los millones de televidentes tuvieron que conformarse con contemplar una lucha sorda y dura en el centro del campo.
La URSS jugaba al ralent¨ª, como si quisiera adormecer a Holanda para soprenderla en un r¨¢pido contraataque. Pero el conjunto holand¨¦s, escarmentado de su anterior partido con los sovi¨¦ticos en la primera fase del torneo, no cay¨® en la trampa. Gullit, su gran estrella, incluso se retras¨® hacia el centro del campo para atraer a su marcador, dejando solo a Van Basten. No hubo ning¨²n otro paso atr¨¢s de los holandeses.
Todo cambi¨® en el minuto 33, dos despu¨¦s de que Gullit hiciera trabajar a Dassaev en el lanzamiento de una falta. El carism¨¢tico jugador holand¨¦s, con su golazo de cabeza, dio el primer paso para poder dedicarle el triunfo al l¨ªder surafricano Nelson Mandela. Al mismo tiempo, tambi¨¦n contribuy¨® a avivar la llama de un partido que estaba languideciendo.
Los sovi¨¦ticos se lanzaron al ataque, y Belanov, que hab¨ªa sido reservado para jugar la final, fall¨® un gol cantado en el minuto 40, comenzando de esta forma una de esas malas tardes de f¨²tbol que tiene todo jugador.
Sin nada resuelto, y, entre la euforia de unos aficionados que ayer ti?eron M¨²nich de color naranja, se inici¨® la segunda parte. Y fue ah¨ª donde pudo comprobarse que la m¨¢quina de hacer f¨²tbol sovi¨¦tica, programada en el laboratorio, carec¨ªa de iniciativa propia. Todo lo contrario le sucedi¨® a Holanda, que supo aprovechar el hecho de tener en el campo a un jugador de la talla de Van Basten. El gol que le marc¨® a Dassaev era para irse al centro del campo, saludar a la concurrencia y retirarse al vestuario. Pero sigui¨® en el terreno de juego para demostrar a todo el mundo que est¨¢ completamente recuperado de su lesi¨®n y para recoger el t¨ªtulo de m¨¢ximo goleador del torneo por sus cinco tantos.
Siempre existir¨¢ la duda de lo que hubiera podido pasar si Belanov transforma el penalti con que fue castigada Holanda por una entrada de su meta -Van Breukelen a Gosmanov. Pero ayer no era el d¨ªa del jugador sovi¨¦tico. Poco antes de lanzar el m¨¢ximo castigo hab¨ªa estrellado el bal¨®n en un poste, y luego lo lanz¨® sobre el cuerpo de Van Breukelen. All¨ª se acabaron la URSS y el partido. Los periodistas comenzaron a escribir sus cr¨®nicas, y el p¨²blico holand¨¦s, a vitorear a sus jugadores.
De nada sirvi¨® que el fr¨ªo Lobanovski sentara a Protassov, totalmente anulado durante todo el encuentro. Holanda, relajada y segura de sus fuerzas, iniciaba el baile final para intentar ampliar el marcador. Todos los esfuerzos sovi¨¦ticos se estrellaron en Van Breukelen, que ha roto la tradici¨®n holandesa de no tener buenos guardametas. Y es que esta Holanda de 1988, sin tener las figuras de aquella m¨ªtica naranja mec¨¢nica de 1974, es mucho m¨¢s equipo. Lo dijo Michels, y ayer qued¨® demostrado en el c¨¦sped del estadio Ol¨ªmpico de M¨²nich, donde no estuvo la RFA, anfitriona del torneo, ni, por supuesto, Espa?a.
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