?Una teolog¨ªa desordenada?
La Comisi¨®n Episcopal de la Doctrina de la Fe acaba de publicar un documento "para poner orden en la teolog¨ªa posconciliar", subrayando que el desorden se da bastante m¨¢s en el ¨¢mbito progresista que no en el integrista. Los cat¨®licos nos ponemos a leer estos documentos con la mejor buena intenci¨®n y con el mayor respeto, pero al mismo tiempo tenemos que ser sinceros con nuestros pastores y exponerles la enorme confusi¨®n que nos han producido, al menos ¨¦ste que comentamos.Empiezan los obispos por hacer unos desmedidos elogios a nuestro momento teol¨®gico actual: "Gracias a Dios hay muchos aspectos muy saludables y positivos en el panorama teol¨®gico doctrinal espa?ol, posiblemente m¨¢s que sus contrarios". Y para que no haya duda de la direcci¨®n que lleva esta teolog¨ªa, los obispos dicen expresamente: "La teolog¨ªa espa?ola, como en otras ¨¦pocas de su historia, se ha abierto a la cultura de su. tiempo y a los problemas humanos que en ¨¦l aparecen como expresi¨®n de las grandes necesidades y preguntas del hombre". Concretando m¨¢s, dice que "la teolog¨ªa espa?ola ha tenido un vigoroso despertar y en su haber renovador hay una serie de elementos y logros positivos que son totalmente irrenunciables". Entre estos elementos positivos se?alan "la vuelta a las fuentes, especialmente a la Sagrada Escritura, que ha pasado a ser la inspiradora de la teolog¨ªa de una manera m¨¢s general y profunda que en etapas anteriores".
Sin embargo, los obispos creen que tienen que hacer un grave reproche a esa misma teolog¨ªa, al menos en otros ¨¢mbitos, tach¨¢ndola de dos graves fallos: el integrismo y el progresismo. Con respecto al primero, lo describen as¨ª: "Se trata de hacer una teolog¨ªa que contin¨²a y resucita, aunque con ciertos retoques de aggiornamento o de referencias conciliares, el m¨¦todo del positivismo teol¨®gico, superado completamente por las nuevas v¨ªas y exigencias del mismo Concilio: un modo de hacer teolog¨ªa que procede exclusivamente por v¨ªa deductiva y de autoridad. Trata de entender la fe y su pr¨¢ctica desde un sistema doctrinal ahist¨®rico e inmutable. En ¨¦l queda todo perfectamente trabado y uniformado. La percepci¨®n de la complejidad de la existencia, de la multiplicidad de perspectivas de lo real, del pluralismo de afirmaciones b¨ªblicas e hist¨®ricas: todo eso queda fuera del horizonte de sus preocupaciones. Lo que cuenta es la doctrina fijada tal y como queda en las formulaciones dogm¨¢ticas... Esta teolog¨ªa causa muchos da?os a la evangelizaci¨®n, consagra y justifica todo inmovilismo, rutina y pereza.
Del progresismo dan una definici¨®n dispersa y desva¨ªda. En primer lugar lo meten en el mismo lote que el integrismo: "Integrismo y progresismo adolecen de lo mismo: poner las creaciones culturales por encima de la fe y de la revelaci¨®n hecha en Cristo, transmitida por la Iglesia y vividas en la catolicidad y comuni¨®n. Unos y otros est¨¢n en contraste con el principio de la tradici¨®n viva de la Iglesia". El fallo de la supuesta coincidencia de ambas corrientes se concentra -y creo que con raz¨®n- en esta observaci¨®n de los obispos: "Ni integristas ni progresistas, como ha se?alado el Papa en carta al cardenal Ratzinger, aceptan ese camino conciliar: los primeros lo rechazan y los segundos parten de ¨¦l hacia un tiempo nuevo; unos y otros lo dejan situado en un punto cero, sin asumirlo en realidad, integridad y normatividad".
En el di¨¢logo entre fe y cultura nuestros obispos tienen miedo a la competitividad, y as¨ª dicen: "Parece que se conf¨ªa m¨¢s en las vigencias de la cultura y pensamiento contempor¨¢neos que en lo dado y transmitido por la Iglesia". Desgraciadamente, esta rivalidad ya fue altamente superada en el Concilio: lo dado por la Iglesia es de otro orden que lo dado por la ciencia y por la cultura. Galileo ya no tiene que acudir a su Biblia para confirmar el resultado de sus datos cient¨ªficos. A los cat¨®licos espa?oles nos da la impresi¨®n de que nuestros pastores ven todav¨ªa por ah¨ª nuevas ediciones de Galileos que puedan poner en peligro nuestro patrimonio de fe. Los creyentes firmes est¨¢n tan tranquilos y no pierden el sue?o por ello.
Tambi¨¦n nos parece que los obispos tienen a?oranza todav¨ªa de aquellas brillantes apolog¨¦ticas de los siglos XVIII y XIX, y por eso tiemblan ante una posible secularizaci¨®n de la teolog¨ªa. Y as¨ª escriben: "Todo ello lleva consigo la secularizaci¨®n interna de la misma teolog¨ªa. El resultado ser¨¢ una teolog¨ªa plausible, asimilable y digerible por el mundo de hoy, aunque sin que tenga que poner en cuesti¨®n claves profundas de la nueva cultura relacionadas con la negaci¨®n de Dios y la absolutizaci¨®n del hombre sobre la tierra, ni la mentalidad o formas de vida de los hombres acomodados a esa cultura, ni su oscurecimiento del sentido del ser, la devaluaci¨®n de la raz¨®n sustantiva en mera raz¨®n calculante, la comprensi¨®n de la realidad, aun la del hombre -como materia que se ha de manejar, etc¨¦tera".
Pero hay algo que todav¨ªa nos confunde m¨¢s a los cat¨®licos. Los obispos han dicho -y han dicho bien- que hay que evitar el integrismo, pero ahora nos invitan a crear una especie de filosof¨ªa confesional que de alguna manera sustituya a la obsoleta escol¨¢stica. En el Concilio quedamos que todas las perspectivas humanas podr¨ªan entrar en di¨¢logo directo con la fe, sin que esta ¨²ltima ofrezca una alternativa t¨¦cnica, ni filos¨®fica, ni pol¨ªtica, ni econ¨®mica, ni sociol¨®gica. Pero parece que la nostalgia lo puede todo, y nuestros pastores se sienten demasiado d¨¦biles con el solo patrimonio de la fe "en Cristo y ¨¦ste crucificado" (1 Cor 2,2). Y as¨ª escriben: "Carecemos de un pensamiento cristiano creador, generado en nuestro tiempo desde la original experiencia cristiana como totalidad capaz de crear cultura por s¨ª misma, de expresar su racionalidad y sentido, de articular saberes y posicionamientos ante la realidad... Necesitamos de una filosof¨ªa pensada hoy en nuestro suelo, desde las ra¨ªces propias de nuestra fe cat¨®lica y de nuestra tradici¨®n cultural, que nos ofrezca un conocimiento s¨®lido y coherente y una palabra con sentido y org¨¢nica sobre el hombre, el mundo y Dios". Y ?qu¨¦ es esto sino una forma aggiornata de integrismo?
Finalmente, los cat¨®licos quedamos escandalizados (?por qu¨¦ no decirlo?) al ver que nuestros pastores lanzan la piedra y esconden la mano. En ese documento se han hecho graves y fuertes denuncias a los te¨®logos y no se ha citado un solo nombre, un solo libro ni una sola p¨¢gina que huela a la herej¨ªa denunciada. Esto produce una enorme discusi¨®n. La gente empieza enseguida a se?alar con el dedo, ateni¨¦ndose a su propio juicio. ?Qui¨¦n nos dice que los te¨®logos integristas condenados no son miembros del Opus Dei y que los progresistas denostados no son jesuitas o claretianos, siendo as¨ª que algunos de ellos ya han sido p¨²blicamente puestos en la picota?
Y la cosa es que los cat¨®licos, que verdaderamente seguimos al Concilio Vaticano II, queremos velar por el buen nombre tanto de los te¨®logos del Opus Dei, que los hay buenos sin ser integristas, y de los del clero secular, religiosos y seglares, que los hay muchos y excelentes. ?Ah! Y con la fe del carbonero y con una adhesi¨®n, cr¨ªtica, s¨ª, pero absolutamente sincera a la Iglesia cat¨®lica y a sus pastores.
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