Patrice Ch¨¦reau ofrece un fascinante y clarividente montaje de 'Hamlet'
ENVIADO ESPECIAL, Patrice Ch¨¦reau se enfrenta por primera vez con el m¨ªtico espacio de la Cour d'Honneur del palacio papal, y se enfrenta con ¨¦l nada m¨¢s y nada menos que con Hamlet, su primer Hamlet. Las m¨¢s de 2.000 espectadores que asistieron al estreno, la noche del viernes, siguieron fascinados las cerca de cinco horas que dura el espect¨¢culo (con 20 minutos de intermedio), y al terminar aplaudieron durante 10 largos minutos. A la salida, el comentario era un¨¢nime: Ch¨¦reau no s¨®lo ha podido con el m¨ªtico espacio y con Hamlet sino que ofrece uno de los mejores Shakespeare que se hayan visto en Avi?¨®n.
El t¨ªtulo, viene condicionado por el int¨¦rprete, G¨¦rard Desarthe; por su int¨¦rprete -int¨¦rprete del personaje de Hamlet y, a su vez, int¨¦rprete predilecto de Ch¨¦reau, con el que el director hab¨ªa ya trabajado, en 1981, Peer Gynt. "Sin Desarthe", seg¨²n afirm¨® el propio director en la conferencia de prensa posterior al estreno, "no hubiese montado ese Hamlet". Y es probable que tampoco se hubiese arriesgado a hacerlo de no contar con una traducci¨®n como la del poeta Yves Bonnefoy, revisada especialmente para esta ocasi¨®n; una traducci¨®n -la ¨²nica, en lengua francesa, que respeta el verso blanco shakespeareano-, con un fraseado dificil, pero de una extraordinaria calidad y, sobre todo, de una total transparencia en lo que a la historia de Hanilet o, mejor, de esos tres hijos -Hamlet, Laertes y Fortinbras- embarcados en la venganza de sus tres respectivosy ed¨ªpicos padres, se refiere. La traducci¨®n de Bonnefoy es mod¨¦lica. en cuanto a su clarividencia sobre la historia. Incorpora una fuerza, una riqueza y una precisi¨®n de lenguaje, propias del poeta, que muchas veces notamos a faltar en las mas estimables versiones universitarias.Al resumir los principales m¨¦ritos del Hamlet de Ch¨¦reau, hay que mencionar en primer lugar la frontera, de una nitidez asombrosa, entre el mundo arcaico, representado por el espectro del viejo rey asesinado, y el mundo nuevo -el mundo de Witemberg, de Horacio, es decir, de la intelectualidad elisabethiana, contempor¨¢nea de Shakespeare-, donde aflora la duda, la modernidad.
El montaje nos muestra a un espectro que se aparece montado a caballo, un caballo de combate, con armadura, que irrumpe en el escenario, fiero, clamando venganza, convencido de que si el rey no tiene sosiego, al pueblo, al reino, debe ocurrirle otro tanto. El derecho divino del monarca enfrentado, pues, a la modernidad del hijo. ?Y si el espectro, ese engorroso espectro que viene a desencadenar una reacci¨®n hist¨¦rica en su hijo, no fuese m¨¢s que una fuerza del mal? Esa pregunta, que Hamlet se formula, con otras palabras, en el texto, parece ser el punto de arranque de Ch¨¦reau. Una pregunta que le llevar¨¢ lejos. A mostrarnos, entre otras cosas, que hay una mayor comprensi¨®n entre Hanilet y su enemigo, Claudio, que con cual quier otro personaje de la obra salvo Horacio.
Otro m¨¦rito del montaje, m¨¢s afectivo, es la met¨¢fora del teatro dentro del teatro: la escena de los c¨®micos, que aparecen vestidos con ropas de hoy, con abrigo y sombrero, como los personajes del siciliano, a la b¨²squeda de un autor que, en ese caso, es un amigo, Hamlet, un compa?ero. Pocas veces el teatro dentro del teatro se manifiesta con la emotividad y la fuerza de esa escena.
Por ¨²ltimo, mencionar¨ªa la escena entre Hanilet y su madre, de una brutalidad poco habitual, en la que Marthe Keller (la reina Gertrudis), una reina joven, guapa y sensual, rompe con una serie de moldes a que nos hab¨ªan acostumbrado otras int¨¦rpretes.
De Dover Wilson (What happens in Hamlet?) a Lacan, pasando por Hugo y Claudel, toda una visi¨®n l¨²cida, y no siempre ortodoxa, de Hamlet aflora en este montaje. Un montaje que pese a su asombrosa clarividencia respeta las leyes del escenario.
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