Ante las negociaciones con los sindicatos
?Qu¨¦ va a pasar en las diversas mesas de negociaci¨®n abiertas estos d¨ªas entre el Gobierno y los sindicatos? ?Por qu¨¦ el Gobierno se neg¨® hace un a?o a discutir problemas concretos en mesas diferentes y para posibles acuerdos puntuales no interdependientes, tal como demandaban CC OO y UGT, y ahora transige?Contestar a estas preguntas nos exige examinar algunas experiencias de los dos ¨²ltimos a?os:
La primera de ellas es que, si bien la insolvencia de la oposici¨®n pol¨ªtica asegura al PSOE continuar siendo el primer partido del pa¨ªs por tiempo indefinido, ello no disipa su preocupaci¨®n y la del Gobierno ante el desgaste y la p¨¦rdida de apoyo social y electoral que vienen sufriendo.
A ese desgaste han contribuido bastantes cosas. Entre ellas, las mil y una movilizaciones y huelgas de los trabajadores, que, unas veces contra la pol¨ªtica de rentas y otras veces por las secuelas de la reconversi¨®n, los abusos en la contrataci¨®n precaria o el sistema educativo y las retribuciones del profesorado, han dejado patente que, desde el ¨¢ngulo social, la pol¨ªtica del Gobierno tiene profundas v¨ªas de agua. Recientes encuestas han puesto de relieve la conciencia ciudadana sobre este asunto.
La contribuci¨®n de los sindicatos a la denuncia de la pol¨ªtica econ¨®mica y social es sobradamente conocida. Y si a CC OO le cabe decir que fue la primera en confrontarse, tambi¨¦n hay que decir que UGT ha otorgado a dicha denuncia una legitimidad de primer orden.
No es irrelevante que esta coincidencia haya producido una inflexi¨®n a partir de 1987, donde al anterior predominio de la divisi¨®n y el enfrentamiento entre los dos sindicatos ha sucedido un mayor entendimiento y amplios momentos de unidad en la acci¨®n.
Para decirlo todo, el marco de la acci¨®n sindical en estos dos ¨²ltimos a?os lo caracteriza tambi¨¦n la quiebra del modelo de concertaci¨®n social predominante entre 1980 y 1986. Quiebra producida, entre otras razones, porque pol¨ªtica neoliberal y pacto social son t¨¦rminos dif¨ªcilmente conciliables. Cuando, a pesar de ello, se han forzado las cosas, los vidrios rotos han ca¨ªdo del lado sindical. Recordemos lo sucedido con el Acuerdo Econ¨®mico y Social (AES).
Con el ¨¢nimo de fijar ideas digamos, en resumen, que la erosi¨®n electoral y el desgaste pol¨ªtico, relacionados con el entendimiento sindical y la movilizaci¨®n social, preocupan m¨¢s de lo que parece al Gobierno y su partido. Si tenemos presente que en 1989 hay elecciones europeas; que, a primeros de a?o, Felipe Gonz¨¢lez asumir¨¢ la presidencia de la CE; que, de continuar el deterioro actual, podr¨ªa no resultar f¨¢cil acabar en su plazo la presente legislatura, y mucho menos obtener la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento, entenderemos mejor por qu¨¦ el Gobierno ha terminado aceptando que se negocie sobre asuntos puntuales y hasta ayude a propagar la falsa falacia de un giro social en su pol¨ªtica.
La falacia del giro social
Un error que, sin pretender enfatizar, podr¨ªamos calificar de hist¨®rico ser¨ªa que los sindicatos nos sent¨¢ramos a negociar creyendo que el Gobierno va a cambiar el rumbo de su pol¨ªtica econ¨®mica.
La cuesti¨®n no es que Felipe Gonz¨¢lez haya confirmado a Solchaga en su puesto o que Chaves ensalce en Ginebra la bondad de tal pol¨ªtica.
El quid de la cuesti¨®n es que el entramado de poder econ¨®mico y financiero en nuestro pa¨ªs, anudado a su vez a eso que llamamos internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa, hace impensable un cambio progresista desde un Gobierno que desde el principio tom¨® como opci¨®n estrat¨¦gica para su pol¨ªtica econ¨®mica precisamente aquella que m¨¢s ha fortalecido y consolidado ese entramado de poder.
Dicho con otras palabras, los sindicatos deber¨ªamos reafirmarnos en que es imposible con nuestras solas fuerzas cambiar el rumbo de la pol¨ªtica econ¨®mica.
Y esto no quiere decir que minimicemos la importancia de la erosi¨®n que hemos producido, y mucho menos que nos neguemos a negociar y hasta acordar asuntos concretos que mejoren la situaci¨®n concreta de diversos colectivos. Pero hemos de tener claro que, en tanto no se de otra correlaci¨®n de fuerzas en el terreno pol¨ªtico mucho m¨¢s favorable a la clase obrera, no ser¨¢ posible dotar de naturaleza progresista a la pol¨ªtica econ¨®mica de nuestro pa¨ªs.
Otra cosa es que con vistas a estas negociaciones tengamos presente la coyuntura que atraviesa la econom¨ªa espa?ola. Dicha coyuntura permite al Gobierno cierto margen de maniobra. Como la otra coyuntura, la pol¨ªtica, le obliga a utilizar ese margen, las posibilidades de satisfacer parcialmente alguna reivindicaci¨®n pendiente son reales.
La bondad de la pol¨ªtica seguida ha consistido precisamente en sanear parte de la estructura productiva en que se asienta el capitalismo en nuestro pa¨ªs, mediante transferencias de rentas del trabajo a rentas del capital, recursos del sector p¨²blico al privado, etc¨¦tera. Es decir, el ajuste brutal de nuestra econom¨ªa, cuyas secuelas sociales es ocioso repetir, ha permitido una intensa acumulaci¨®n de capital en manos privadas, que explica el notable crecimiento de las inversiones en 1987 y que Espa?a sea un nuevo para¨ªso para la inversi¨®n extranjera, aunque ¨¦sta se comporte de forma marcadamente especulativa.
Que el d¨®lar haya perdido un 40% de su cotizaci¨®n en dos a?os, que nuestra gran dependencia energ¨¦tica haya multiplicado el ahorro econ¨®mico en la importaci¨®n de petr¨®leo, que la climatolog¨ªa nos haya deparado buenas cosechas, son ejemplos de otros factores, ajenos al Gobierno, que han contribuido a que efectivamente haya crecido un 5,2% el PIB en 1987 y pueda aproximarse a ese porcentaje en 1988.
Sin embargo, el examen de las perspectivas futuras a nivel internacional, en lo que concierne al sistema financiero y desarrollo econ¨®mico, unido a los acelerados desequilibrios de nuestra balanza comercial y a la tremenda dependencia de nuestro sistema productivo -por ejemplo, la mitad de la inversi¨®n en bienes de equipo durante 1987 lo ha sido por importaciones-, nos permitir¨ªa prever que efectivamente estamos s¨®lo ante una coyuntura algo m¨¢s favorable, pero no ante un seguro crecimiento sostenido y elevado de la econom¨ªa para muchos a?os.
Pero ante la frecuente disparidad de criterios que suele darse en eso de las predicciones, lo sensato por parte sindical es escuchar lo que dicen distintos ministros, leer el documento de la direcci¨®n del PSOE sobre la inserci¨®n laboral de los j¨®venes, analizar ese lamentable trabajo que llaman Libro Blanco sobre el paro y reflexionar sobre los impuestos b¨¢sicos en que la derecha econ¨®mica y el Gobierno van a seguir buscando esa competitividad que nos falta como pa¨ªs. La conclusi¨®n es di¨¢fana: m¨¢s "flexibilidad" en la contrataci¨®n y el despido de trabajadores, "moderaci¨®n" salarial, rebaja de la cuota patronal a la Seguridad Social, contenci¨®n del consumo interno, aumento de los impuestos indirectos, etc¨¦tera.
Premisas
En definitiva, las dos premisas b¨¢sicas de las que hay que partir en estas negociaciones son que existe ese margen de maniobra para el Gobierno, pero a su vez permanece intacta la m¨¦dula de la pol¨ªtica econ¨®mica que hemos combatido y estamos obligados a seguir combatiendo.
La dificultad de las negociaciones estriba en que el Gobierno va a pretender, por un lado, que los sindicatos truequen, por ejemplo, alguna mejora relativa en la baj¨ªsima cobertura a los parados por una mayor dosis de "flexibilizaci¨®n" en el mercado de trabajo, que, por cierto, globalmente, es el m¨¢s flexible de toda Europa.
Es decir, el Gobierno va a pretender que se acepte la acentuaci¨®n de la fractura, desarticulaci¨®n y abaratamiento de precios en el mercado de trabajo a cambio de una inversi¨®n coyuntural en parcelas de por s¨ª insostenibles en materia social. Inversi¨®n que, insistimos, est¨¢ obligando a realizar para frenar el desgaste pol¨ªtico que sufre. Por otro lado, intentar¨¢ asegurarse la desmovilizaci¨®n de los trabajadores frente a su pol¨ªtica.
De ah¨ª que conseguir efectivamente que las materias a negociar sean concretas y m¨¢s interdependientes entre unas y otras mesas de negociaci¨®n resulte fundamental. Porque a unas cosas, las menos, existe la posibilidad de decir que s¨ª, y a otras, las m¨¢s, existe la seguridad de que diremos que no.
Otro de los grandes problemas es hasta qu¨¦ punto las posiciones de CC OO y UGT van a ser coincidentes. Que hay inter¨¦s en el Gobierno y en la CEOE en romper el entendimiento de los ¨²ltimos tiempos, lo sabemos ambos sindicatos. Es m¨¢s, el deseo fundamental del Gobierno es desactivar las posiciones que representa hoy Nicol¨¢s Redondo. Pero tampoco puede ocultarse que el llamado modelo sindical de CC OO y UGT no es id¨¦ntico.
La propaganda interesada trata de establecer la frontera en una disposici¨®n m¨¢s negociadora en UGT y menos negociadora en CC OO. Es una falsa frontera. La diferencia de fondo es que el sindicalismo de UGT conecta con la tradici¨®n socialdem¨®crata de pacto social, en tanto que CC OO es contraria a ese modelo.
Pero como en principio coincidimos en rechazar un acuerdo global, y unos y otros hemos comprobado que el enfrentamiento pasado ha sido pernicioso, hay motivos para creer que sostendremos los avances en la mejora de nuestras relaciones.
Acertar a dejar claro que el Gobierno es el ¨²nico responsable de la pol¨ªtica econ¨®mica y que no existe en ella la menor complicidad por activa o por pasiva de los sindicatos; evitar la desmovilizaci¨®n de los trabajadores; obtener alg¨²n resultado tangible, puntual y concreto, y conseguir preservar hasta el m¨¢ximo posible el entendimiento sindical, se convierte en la piedra de toque de estas negociaciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.