El segundo regreso de Jorge Sempr¨²n
"No se me ha dicho qu¨¦ pinto yo en esta foto de familia, pero procurar¨¦ pintar algo"
?sta es la primera vez, desde hace exactamente medio siglo, que Jorge Sempr¨²n reside en Madrid, donde naci¨®. Es cierto que en este tiempo ha pasado por la ciudad muchas veces, pero nunca ha tenido una casa, y s¨®lo desde hace 20 a?os puede usar su nombre. Se visti¨® con diversos alias en los a?os cincuenta para tomar contacto, por cuenta del PCE, con intelectuales progresistas. En el primero de esos viajes, en 1953, fue cuando sinti¨® la emoci¨®n del regreso. Entonces busc¨® las calles de su infancia. A los 64 a?os ha vuelto, por segunda vez, para ser ministro de Cultura, y se lo toma con m¨¢s tranquilidad.
"En parte, yo me hice comunista para poder volver a Espa?a", dice. Cuarenta a?os despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, Sempr¨²n mantiene lo que le convirti¨®, a comienzos de los a?os 50, en el militante ideal para ser enviado al interior por sus jefes comunistas.Entonces ten¨ªa la misi¨®n de establecer contacto con intelectuales espa?oles de progreso y comenz¨® con el grupo de Salamanca: el de S¨¢nchez Ferlosio y Carmen Mart¨ªn Gaite, que luego se ampli¨® con Basilio Mart¨ªn Patino, Juan Antonio Bardem, y otros. Seg¨²n dijo al d¨ªa siguiente de ser nombrado titular de Cultura, ahora tiene la misi¨®n de "restablecer las relaciones con la sociedad civil", y hay quien dice que Felipe Gonz¨¢lez no desaprovechar¨¢ las amistades europeas de su nuevo ministro: Milan Kundera, Ives Montand, Fran?ois Mitterrand, por ejemplo.Suena un tel¨¦fono que destaca en el lujoso silencio del despacho. Sempr¨²n se dirige a una mesilla con media docena de aparatos y descuelga casi todos, de uno en uno, comprobando que ese no es. Al fin lo ,consigue: "Ah, eres t¨²... Es que no consegu¨ªa dar con el tel¨¦fono adecuado... ?Esta l¨ªnea es s¨®lo para nosotros? ?Lo que es el poder!"Nada m¨¢s llegar a Madrid, en 1953, como dirigente clandestino, Sempr¨²n se fue una tarde a las calles que bordean el parque de El Retiro, donde hab¨ªa vivido su infancia, e intent¨® recobrarla. No pudo, claro. Las dimensiones de las cosas eran distintas. "Todo era igual que lo que yo recordaba, pero no reconoc¨ªa nada". Al fin, en la calle de Serrano vio una tienda que hab¨ªa cruzado la guerra civil y la mundial, y se manten¨ªa intacta. Fue as¨ª c¨®mo gracias a La reina de las medias Sempr¨²n pudo recobrar su infancia.
Cierta inocencia
En su despacho de la Casa de las Siete Chimeneas, Sempr¨²n se sienta en el mismo sof¨¢ que lo hac¨ªa su antecesor, Javier Solana, hace tan s¨®lo unos d¨ªas: de espaldas a un ventanal por el que se puede ver un buen pedazo de Madrid.
Es el mismo despacho, la misma secretaria de aspecto eficaz, a¨²n la misma decoraci¨®n sin imaginaci¨®n alguna; el nuevo ministro muestra modales tan poco solemnes como su predecesor... y, sin embargo, algo es distinto. Quiz¨¢ una suerte de inocencia, cierta capacidad para hablar con la claridad del escritor, sin la astucia, todav¨ªa, del bur¨®crata. "No s¨¦ lo que son los ademanes de ministro. Si pudiera dir¨ªa "fuera escolta". Pero no puedo, lo s¨¦".
Y a?ade: "No me he hecho la pregunta de qu¨¦ pinto yo en esta fotograf¨ªa de familia, o mejor dicho s¨ª me la he hecho, pero no quiero contestar directamente". M¨¢s tarde dir¨¢: "No se me ha dicho qu¨¦ pinto en la foto de familia, pero procurar¨¦ pintar algo. Se me ha dado un margen de autonom¨ªa. En muchas, muchas cosas esenciales, estoy de acuerdo con ellos". Y precisa qui¨¦nes son ellos: "La socialdemocracia".
En aquel primer regreso, Sempr¨²n fue a visitar a Vicente Aleixandre, en su casa de Velintonia, y se hizo pasar por un his panista, Jacques Grador, que exist¨ªa en realidad y le hab¨ªa prestado el pasaporte. "Habla usted un castellano perfecto", le dijo Aleixandre. Sempr¨²n que fing¨ªa acento, termin¨® cambiando al franc¨¦s para que no le cazaran.
El futuro de Jorge Sempr¨²n gir¨® de nuevo 180 grados cuando el pasado 5 de julio Javier Solana le llam¨® a Par¨ªs para invitarle a cenar al d¨ªa siguiente por encargo del presidente del Gobierno, y de paso le preguntaba: "Por cierto: t¨² tienes pasaporte espa?ol, ?verdad?". Lo tiene. Siempre lo ha tenido. Los franceses le invitaron en una ocasi¨®n a participar en un di¨¢logo franco-espa?ol... por la parte francesa. Les explic¨® que de participar lo har¨ªa del otro lado, pero que de todas formas ¨¦l no asiste a ese tipo de cosas
La indicaci¨®n de Solana fue el primer augurio de que la vida le iba a cambiar: con el ministerio de Cultura Sempr¨²n cancela, o al menos aplaza, la adaptaci¨®n para la televisi¨®n -el contrato ya est¨¢ firmado- del libro L?affaire, sobre el caso Dreyfuss; la redacci¨®n de un gui¨®n sobre la vida de Bertolt Brecht en Dinamarca y la adaptaci¨®n de un texto del austriaco Schnitzler.
Ya hab¨ªa terminado la adaptaci¨®n al cine de su novela Netchaief est de retour (Netchaief ha vuelto), cuya traducci¨®n al castellano saldr¨¢ en breve. Y ha decidido que su nuevo trabajo no ha de suspender -todo lo m¨¢s, frenar-, la redacci¨®n de una novela que se desarrolla en Toledo, en julio de 1956, con saltos al julio de veinte a?os antes. Es el mismo juego de la memoria, adelante y atr¨¢s, que estructura todos los libros de Sempr¨²n: desde 1963, El largo viaje, La segunda muerte de Ram¨®n Mercader, Aquel domingo, Autobiograf¨ªa de Federico S¨¢nchez, La algarab¨ªa, La monta?a blanca. "Mi escritura es una muy larga nebulosa, de la que de pronto se desgaja una novela". Luego reconoce: "S¨ª, es siempre la misma novela".
Dejar Par¨ªs
El hombre que llam¨® a Sempr¨²n por la l¨ªnea privada del Gobierno era Enrique M¨²gica, nuevo ministro de Justicia y viejo amigo del PCE. Le llamaba para avisarle de la posibilidad de una casa que pondr¨¢ fin a sus d¨ªas de hotel en Madrid, de los que su mujer, Colette, ya est¨¢ harta.
En En Par¨ªs deja pedazos de vida que le cuesta dejar. Su nieta, por ejemplo. Una ni?a de cinco a?os cuya inteligencia alaba, como todos los abuelos que en el mundo han sido.
Dice que la ni?a le corrige ya los versos que le suele recitar. ?La Fontaine? "No, eso ya se lo ense?ar¨¢n en el colegio". Son los versos de amor de Ren¨¦ Char, de Aragon... Y no deja de ser extraordinario ver a Jorge Sempr¨²n, el ni?o exiliado, el combatiente contra los nazis, el prisionero de Buchenvald, el dirigente clandestino Federico S¨¢nchez, el guionista de Z, Secci¨®n especial y La guerra ha terminado, el escritor de una obra atormentada por los genocidios de este siglo, evocar a su nieta recordando r¨¢pidamente, con timidez, los versos que ella ya le corrige cuando se los recita mal, all¨¢ en Par¨ªs: "Mon bel amour, ma d¨¦chirure, je te porte dans moi comme un oiseau bl¨¦ss¨¦..." ("Mi bello amor, mi desgarro, te llevo en m¨ª como un p¨¢jaro herido...")
"No escribir¨¦ ni un pr¨®logo"
El desprecio abunda en los libros de Sempr¨²n por todo tipo de poder y burocracia. ?l es consciente de los peligros que conlleva una cartera de ministro -"la vulgarizaci¨®n, el acostumbrarse al ordeno y mando..."-, cu¨¢nto m¨¢s que, a su juicio, "el poder es m¨¢s poder en Espa?a"."Intentar¨¦ verlo con cierta iron¨ªa, como he hecho siempre, lo que no quiere decir que no me lo vaya a tomar en serio". "No escribir¨¦ ni un pr¨®logo de cat¨¢logo", dice. "Esas son cosas que deben hacer los expertos".
Puede que Sempr¨²n tenga dificultades para gobernar media docena de tel¨¦fonos, pero en cualquier caso intuye el tema peliagudo y lo sortea: se ampara en que acaba de llegar, aunque ya repite las versiones ortodoxas sobre los asuntos delicados. De la cesi¨®n de la colecci¨®n Thyssen, por ejemplo, "s¨®lo falta la redacci¨®n de los contratos". La Biblioteca Nacional ser¨¢, o ha sido ya, su primera visita. El cine espa?ol "hay que plante¨¢rselo seriamente"; no dice c¨®mo. Aunque no depende de ¨¦l, reconoce que su obligaci¨®n es conocer la televisi¨®n.
No habr¨¢ cambios en Cultura. El subsecretario, Miguel Satr¨²stegui, una suerte de ministro en la sombra con Solana, no s¨®lo se queda, sino que Sempr¨²n tiene la intenci¨®n de darle m¨¢s juego.
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